―¡Ey, agente... no es nada, sólo era para el dolor de cabeza, juro que desde la última noche que pasé en la delegación no he vuelto a pasar la raya!

―Lárgate... ahora ―ordenó Tamy, fijando su vista en los ojos del sujeto de un modo que él sintió helarse la sangre en sus venas.

―O-Ok, aquí estuve.... ya no estoy... me fui... ―respondió Dixon y, recogiendo su mercancía del suelo, se alejó rápidamente.

Jamie había estado atenta a la situación, más sí creyó que se trataba de alguna agente de policía, visto que no llevaba el uniforme de seguridad de los empleados de su padre, así que simplemente tomó su bebida de la barra dando la espalda y se dispuso a beberla, sólo que como ocurrió antes; también a ella le fue arrebatada con agilidad.

―Y tú te vienes conmigo ahora. Tú dirás; salimos por la buena, o me tocará improvisar algún modo de obligarte ―dijo Tamy, probando el contenido de la copa que le había quitado a la chica y, haciendo luego una mueca, la dejó sobre la barra.

Jamie la observó de arriba abajo por unos instantes y luego soltó una carcajada bastante irritante. ―¿Perdón? ―se rio con aire de suficiencia―. ¡¿Quién rayos te crees ser para hablarme así, ah?! ¡No sabes absolutamente quién soy! Una llamada mía y me encargo que tu trasero vaya a parar directamente a...

―De mi trasero me ocupo yo, niña; ahora tú... mueve el tuyo que no tengo mucho tiempo para entregarte en tu casa ―contestó cortante Tamy mientras mostró la credencial que identificaba la guardia de la familia Santemo―. ¡Y por cierto; el cóctel que pediste está de muerte! ¡Rayos! ―se burló, haciendo una mueca por el trago que probó.

―¡Maldición! ―farfulló Jamie un tanto descontenta―. ¡¿Cómo diablos me encontraste?! ¡Hace rato no vengo aquí!

Tamy J. sonrió. ―Exactamente por eso; es normal que vayas a los mismos sitios con algún tiempo de diferencia entre uno y otro... Eso dificulta que den contigo, ¿verdad?... Eso pensé, así que me bastó ver el "currículo" que me entregó el jefe de seguridad para decidirme por este antro en primer lugar porque hace un mes no aparecías por aquí.

Jamie frunció el ceño. ―¡Jm! Te crees lista, ¡¿no?!

―Mmm... ¡no!... lo soy... ―Tamy sonrió con suficiencia y luego se inclinó un poco para hablarle cerca del oído―. Adelante, nos vamos; tú caminas delante sin intentar nada, no sabes cómo me gusta armar caos, niña. Fuera hay una camioneta rojo vino, ve directo a ella...

Sin saber exactamente qué le hacía obedecer a aquella extraña que llegaba dando órdenes y tratándola como una chiquilla, Jamie obedeció refunfuñando... Caminó entre la multitud y logró salir a la calle, divisó la camioneta y se dirigió a esta. Una idea fugaz de escape cruzó por su mente, pero justo antes de que se decidiera a dar un paso, Tamy estaba detrás de ella y con un movimiento rápido le colocó una esposa a una de sus muñecas; y la otra se la colocó ella misma.

―No creo que desees cargar conmigo a tus andanzas, ¿cierto? ―la agente de seguridad se rio, levantando una ceja.

―¡Mierda! ―replicó la chica, sacudiendo el brazo.

―¡Ey, tranquila, niña; no son de juguete! Ahora entra... ―ordenó Tamy, abriendo la puerta del conductor.

Jamie entró al auto y cruzó hacia el otro asiento. La agente de seguridad subió y luego de poner en marcha el vehículo, abandonó el sitio.

Doce menos un cuarto marcaba el reloj del señor Santemo cuando Pablo, su jefe de seguridad, se presentó en su despacho con Tamy J

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Doce menos un cuarto marcaba el reloj del señor Santemo cuando Pablo, su jefe de seguridad, se presentó en su despacho con Tamy J. y su hija. Aún estaban esposadas.

―¿Qué significa esto?

―Lo siento, señor ―se excusó Tamy y, sacando una llave, abrió las esposas―. Usted fue muy claro: "tráigala a casa como sea, sólo sana y salva"... Disculpe usted los métodos ―y de inmediato adoptó una postura fría, de mucho respeto ante todo.

―Jm.... cierto... cierto.... y no puedo negar que ha sido usted muy... efectiva ―respondió el magnate viendo la hora en su reloj; luego miró sucesivamente a su hija y a su jefe de guardias―. Pablo, encárgate del contrato de esta nueva agente, y asegúrate que desde ya le sea asignada la guardia personal de mi hija.

―Como ordene, señor.

―¡Pero papá...!

―¡Papá nada, mientras te sigas comportando como irresponsable sin frenos, estas cosas son precisas! ¡Y ahora retírense! Debo ordenar algunas cosas aun para la visita de tu futuro esposo.

Abandonaron el despacho dejándolo a solas, tal como pidió. La visita de la que hablaba era Abdul Abdalasis, un millonario sirio con el cual había grandes proyectos de negocios para llevar armamento a Siria que sería utilizado con fines inimaginables. Emilio Santemo estaba de acuerdo con entregar a su única hija en matrimonio a aquel sujeto, con tal de asegurar los negocios que tanto le reportarían a su capital.

 Emilio Santemo estaba de acuerdo con entregar a su única hija en matrimonio a aquel sujeto, con tal de asegurar los negocios que tanto le reportarían a su capital

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Pablo llevó a Tamy J. a la habitación que le correspondía como guardia de seguridad en la mansión Santemo. Le entregó su uniforme y el arma reglamentaria que usaban los guardias de esa casa, también le dio las llaves de un auto y una USB con una pequeña laptop.

―Aquí está la información que necesitas saber de la familia para hacer bien tu trabajo, para ello se te pagará; pero como escuchaste, serás la guardia personal de la señorita Jamie, así que concéntrate en ella... Ah, y no toleramos impuntualidades aquí, la guardia debe estar en pie a las seis de la mañana, lista en el comedor. En la USB además tienes información de la rutina que debes seguir cuando la señorita esté en casa... ¿Tiempo libre aquí? Sólo en la noche en que no estés de guardia de campo, lo que hagas con él; si ves pelis o te tiras al cocinero, es tu rollo, pero no puedes incumplir ninguna regla, ¡¿ok?!


Ella asintió. ―Ok.

―Muy bien. Buen trabajo el de esta noche, agente. Felicidades y bienvenida; estás dentro. Aprovecha y descansa porque tienes menos de cinco horas ya.

―Correcto, gracias.

Cuando finalmente Pablo se marchó, Tamy cerró la puerta y se dejó caer en la cama. No lo podía creer, había conseguido su primer empleo luego de salir de la academia. Estaba feliz, y precisamente porque no era cualquier empleo; trabajaba para Emilio Santemo, uno de los millonarios más conocidos en el país. Ganaría muy bien... Lo único es que no era un trabajo fácil; ya había percibido que Jamie Santemo no era una "niña buena" y que más de una vez la metería en aprietos, pero estaba dispuesta a tomar el reto.

Su emoción era tanta por lo que había conseguido para su vida, que no le importó la advertencia de Pablo, y en vez de acostarse a dormir se puso a revisar sobre la cama la información de la USB. Contenía entre otras cosas biografías de la familia Santemo; del señor Emilio, su difunta esposa desde hacía varios años a causa de un desafortunado accidente, y de la única hija del matrimonio... Jamie Santemo. Sin darse cuenta se había quedado recordando cómo la encontró y la trajo a casa hacía un par de horas. Sus ojos estaban fijos en una imagen congelada en la pantalla del ordenador; era una foto del cumpleaños 22 de la chica... y sin explicarse exactamente por qué estaba pensando en ella; le pareció extremamente... bonita. Bonita y muy malcriada. Sonrió involuntariamente...

De repente un flashazo de realidad la trajo de vuelta y, sacudiendo la cabeza, miró su reloj.

Rayos! ¡Las dos de la madrugada! ¡Será mejor que me duerma!"

Y sin más cerró la laptop y apagó la pequeña lámpara junto a su cama.

Proyecto Zeus (Disponible Completa En Amazon) Where stories live. Discover now