Y Louis no preguntaba, el corazón de Harry estaba desgarrándose porque sabía que estaba sacando los vidrios de él, para que de una vez sus heridas empezaran a sanar.

-Yo las amaba, Lou- Se abrazó completamente a él. -Yo las amaba Louis, y ellos me lo quitaron todo, me quitaron lo que más amaba en este mundo porque su raza son unos egoístas de mierda.

Y Louis solo asentía, acariciando su cabello, con los sentimientos de Harry quemándolo.

-¿Quiénes? -Harry arrugó su cara, soltando un quejido más fuerte. -A mis hermanas. -Y más pequeño. -Las vi morir. No pude hacer nada, Lou, no pude hacer nada.

Esa noche, ninguno de los dos habló más, hasta que Harry se quedó dormido entre los brazos de Louis, cansado y destrozado de la peor manera en que había estado junto a él, pero sintiéndose extrañamente compuesto entre sus brazos.

Y así, pasaron muchas cosas más durante el viaje, desde las miradas furtivas, hasta los suspiros robados en la noche y secretos infantiles rebelados, también las bromas estúpidas y la necesidad de mantenerse pegados. Incluso la manera en que todo el barco parecía cómodo con su decisión, con su relación, incluso llegándolo a llamar matelot. No tenía idea de qué significaba, pero Louis parecía bastante sorprendido cada vez que lo mencionaban, casi avergonzado.

Y aún no puede averiguar qué significa.

Sin embargo, además de la necesidad de decirle esas dos palabras que le quemaban la garganta, tampoco su cerebro parecía querer averiguar una manera de retrasar todo, de encontrar una manera de volver, y así llegó la última cosa que tuvo que suceder para que Harry se diera cuenta que amaba a Louis Tomlinson.

Fue un día antes de llegar a la isla, cuando cayó la noche y Harry decidió darse un chapuzón por calmar los nervios que sentía al empezar a reconocer sus alrededores.

Fue el mismo día en que Louis no paraba de sonreír y susurrarle lo especial que era para él, el mismo día en que Liam le había terminado su propia sala para sus necesidades médicas y el mismo día en el que Niall le había regalado un rico panecillo que había intentado hornear.

El mismo día en que se dio cuenta que probablemente se le iba a hacer imposible dejarlos.

Esa noche, cuando se zambulló en las conocidas aguas, lo rodeó algo familiar, una sensación tan conocida durante toda su vida. Ese cosquilleo que tenía en su piel que lo hacía sentir completo.

Pero esta vez, era diferente.

Ya que, ahora, la sensación de estar completo, no le era suficiente, le era extraño. Como si su corazón no solo ahondara en lo que era su especie, sino que también abarcara todo lo que había conocido antes de llegar nuevamente a su lugar de nacimiento.

Empezó a ponerse ansioso.

Su cuerpo ya completamente acostumbrado a la sensación del agua alrededor de él, con su cola iluminada levemente por la luz de las estrellas que alcanzaba a atravesar el mar, con sus ojos verdes vagando por su alrededor.

En una hora iba a ser el turno de Louis, tenía tiempo para explorar un rato hasta volver para envolverse en su calor.

Y mientras nadaba junto a algunos cardenales de peces, jugando a separarlos en pequeños grupos para después reunirlos, sonriendo constantemente, su corazón pareció detenerse durante un segundo.

Entrecerró los ojos un poco, para poder enfocarlos mejor, para saber si lo que estaba viendo era realmente lo que estaba imaginando.

Su cola se balanceaba debajo de él, manteniéndolo en su lugar y el interés por los peces coloridos peces esfumado.

The Weight of The Water (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora