12. me dejaste en un desierto, completamente solo.

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Sin embargo, en vez de inundarme una sensación de paz, me inundó un atisbo de ira e impotencia que era casi incontrolable.

Jaemin se miró las manos, y luego me miró a mí, con unos ojos perdidos y asustados como si no tuviera idea de lo que acababa de suceder.

—Jeno... yo... Oh, mierda. —Masculló, pasándose la diestra por la cara y echándose los cabellos hacia atrás. El corazón seguía latiéndome fuerte, pero no por el susto sino por el enojo.

—¿Por qué... por qué tenías un arma? —cuestioné entonces, recobrando la compostura. Jaemin abrió la boca para responderme, sin embargo, no articuló ninguna palabra. Ni una sola.

—Jeno, perdón... yo... no sé qué pasó... —balbuceó, mirando hacia todos lados como si realmente no supiera lo que estaba pasando. Solté un suspiro, aguantándome las ganas de arrimarme sobre él y obligarlo a decirme por qué hizo lo que hizo.

¿Cómo mierda no iba a saber lo que había pasado? Alguna razón debió de tener detrás para verse tan determinado en su acción.

—¿Por qué tenías un arma? —repuse, esta vez con un tono de voz más firme.

—No lo sé... Fue un impulso... —susurraba. Por la forma en la que sus pupilas temblaban podía adivinar que en serio estaba tan perplejo como yo—. Oí la puerta cerrarse y pensé que alguien había entrado en casa, yo... Jeno, en serio, perdóname —alzó la vista para mirarme—. Te juro que jamás te haría daño...

No le respondí, más que nada porque, si lo hacía y esta discusión seguía, no dudaría en devolverle lo que quiso hacer recién.

Tiré el edredón hacia atrás y me acosté bajo él, dándole la espalda a Jaemin quien aún parecía estar en un estado de shock. Perfectamente podría estar actuando, después de todo, nadie aquí quería decirme la verdad, ¿quién me aseguraba que sus acciones eran cien por ciento verdaderas?

Oí el sonido de las sábanas moverse, y luego, sus cálidas manos envolvieron mi cintura. Tuve el impulso de quitárselas de un manotazo, mas me contuve.

—Perdóname... —susurró en mi oído.

Hice caso omiso. Me quité sus manos de encima y cerré los ojos para dormir.

Empezaba a pensar que sí, que Renjun tenía algo de razón: no estaba seguro aquí. 








Desperté al día siguiente en la mañana debido a los rayos del sol azotándome la cara. Intenté esconderme de él tapándome con las sábanas, pero el sueño se había esfumado por completo. Gruñí, molesto, y alcé la vista para ver la hora en el reloj de mi mesita. Eran las nueve, casi las diez. Miré a mi lado, viendo que el espacio de Jaemin estaba vacío. Debió haberse ido a trabajar bien temprano, pensé. Otra vez estaría solo y aburrido en casa sin él...

Me incorporé en la cama de un salto al recordar. Lo que pasó anoche... ¿fue un sueño? Podría jurar que sentí mi corazón paralizarse y el miedo al ver la boca de la pistola apuntándome la cabeza.

Bajé mi mirada hasta el suelo; el arma no estaba como cuando Jaemin la lanzó al reaccionar. Me acerqué, entonces a su lado de la cama y abrí el cajón. Tampoco estaba.

Comencé a mover el edredón y mirar a mi alrededor. Era imposible que haya sido un sueño... todo había sido demasiado lúcido para serlo.

—¿Me estaré volviendo loco? —me pregunté mientras removía las almohadas de su lugar. Solté un jadeo al ver el arma escondida debajo del cojín.

reminiscencia ー norenminWhere stories live. Discover now