Empezó con un pequeño sonido, un tarareo que más que nada parecía producto de su imaginación e hizo que cerrara los ojos suavemente, casi involuntariamente. Cada vez que iba en aumento, una sensación cálida lo rodeaba, como satín acariciando su piel y sus labios parecían abrirse, casi tentado a cantar con él.

La sensación trayéndole a su mente imágenes rodeadas de piel pálida, con toques bronceadas, verde y chocolate, rosado y rizado, ron y sonrisas. Un suspiro saliendo de sus labios.

Derramándome en todo tu cuerpo, cubriendo todas tus heridas — La letra se hacía clara en sus oídos cada vez que hablaba, sus ojos manteniéndose cerrados por el placer de disfrutarla más, la curiosidad de saber la forma que tomaba la fuente desapareciendo como azúcar en agua, sus manos apretando la madera entre sus dedos. — Una noche voy a ser la estrella, siguiéndote dónde estés.

La voz era suave, seductora como el cacao en el paladar, haciendo al cuerpo llenarse de escalofríos, era una droga tan buena. Tan buena que no tenía la fuerza de voluntad para negarse, su voz lo hacía querer amar, un amor tan bueno lleno de rizos y hoyuelos.

La voz parecía cada vez más cerca, metiéndolo más profundo en lo que sea que estuviera haciendo con su canto, completamente manipulado a su merced y con sus ojos sin ver. Mente sin pensamientos coherentes.

Y entonces, se hizo más baja, fue disminuyendo y un suave frío parecía tomar su cuerpo, Louis tratando de aferrarse y sus ojos intentando abrirse. No podía pensar.

—Cerrados — Una voz como el vino le susurró, tan suave como si fuera murmurado por el mismo viento. Louis le hizo caso, párpados abajo y expectante.

Y entonces, sintió una presencia delante de él, ese sentimiento de calor emitido, pero más frío, la luz que llegaba a través de sus párpados disminuyó y juró sentir cómo algo rozaba su mano, al igual que su pie, en el fondo sabiendo que la criatura estaba delante de él, sujetando la misma baranda y poniendo su presencia del otro lado. La urgencia de abrir los ojos casi le ganó a la necesidad de cerrarlos, sin embargo, no pudo ceder.

Palmas mojadas y cálidos se deslizaron en sus mejillas, casi saltando por el contacto, respiración en sus labios como una caricia y el suave murmullo de una canción en sus oídos. Louis solo podía pedir por más, porque no estaba asustado. Se sentía como un sueño.

Entreabrió los labios con suave aire saliendo de ellos y su cuerpo totalmente laxo.

Date prisa, el sol está despertando — Cantó contra sus labios, jugando. Louis con cada segundo cayendo más profundo, bañándose en su rica voz y la necesidad de probarlo en la parte de atrás de su mente, sabiendo que, sin importar su voz encantadora, quería sus labios.

Y así los tuvo, presionados contra los suyos con tanta suavidad, que en un principio no parecía como si estuvieran ahí, pero el sabor salado, una nariz chocando levemente contra la suya y las gotas recorriendo su cuello, lo convencieron de lo contrario.

La criatura soltó un suave gemido cuando empezó a mover sus labios contra los de él, electricidad recorriendo su boca y las manos de Louis se alzaron para enredarlas en el pelo húmedo y levemente enredado, tirando de él y haciendo que suspirara sobre su boca.

Sabía salado. Y a sol y a mar. A sol porque se sentía fresco contra él, pero a la vez cálido y suave, como cuando se levantaba en las mañanas. Y a mar, por los movimientos que hacía, ondulados pero determinados a hacerte caer en una mínima distracción.

The Weight of The Water (l.s)Where stories live. Discover now