|Capítulo 23: El ideal de la muerte|

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Lo reconoció, él era la bestia, una de las más antiguas y peligrosas de su tipo.

Una quimera original, y el padre de Luís.

Génesis encontró lo que buscaba, una botella de licor de frambuesa, lo suficientemente dulce como para aguantar aquella tortura. La bebió entera frente la vista glacial del hombre clavada en su garganta, y reservó el último sorbo para su respuesta. Su piel vibró de la emoción, no podía iniciar una pelea a riesgo de arrastrar todo el ambiente a un caos desmedido, aunque lo deseaba. La idea de enfrentar a uno de los primeros hijos malditos de su padre se llevó parte de su autocontrol.

Sin previo aviso, la mano del hombre se enganchó en el aro de su collar, el reglamento decía que todos debían usarlo para distinguir a los empleados de los clientes, y Génesis no había estado de acuerdo con ponérselo, pero Mikaela le había ganado por cansancio.

Ahora iba a lamentarlo.

—¿Qué parte de "es una orden" no comprendiste, querida? —golpeó la mesa. La observaba cómo si fuera un trozo de carne, Génesis volvió a gruñir desde el fondo de su garganta hacia el exterior, tanto que la voz de Mikaela tronó en la lejanía—. Te dije que...

De un rápido movimiento, tomó el cuchillo con el que Mikaela solía abrir las cajas de bebidas, y lo clavó en su mano extendida, aprovechó su sorpresa, retiró su máscara unos centímetros y le escupió directo entre los ojos el resto de la bebida que quedaba en su boca.

—No me molestes, viejo de mierda.

La música apagó el golpe cuando él la arrojó contra los estantes a sus espaldas, varias botellas estallaron en pedazos, pero el show y la música en exceso desvió la atención de lo que sucedía en la barra, el hueco sangrante en su mano fue la única prueba, la alzó para detener a las figuras de sus guardaespaldas que se cernían sobre ellos.

La quimera sacó un pañuelo de la solapa de su traje para limpiarse el rostro, tenía los ojos enrojecidos por el licor. Sonreía, aunque era evidente que quería despedazarla con sus propias manos.

—Y pensar que el creador nos otorgó la posibilidad de encarnar la perfección. Imagino que se habrá olvidado de vos.

La muchacha se enderezó tras la barra, maniobró el cuchillo y lo colocó contra su propia garganta. Cortó la correa de un ademán, soltó el arma sobre la mesa entre ambos.

Iba a tirarle ese trozo de porquería en la cara.

—Caos debió quedarse con la inmortalidad de todas las criaturas como ustedes —escupió Génesis—. Fueron los primeros en marcar la reputación del creador con su miserable existencia.

El hombre se inclinó contra la barra como si fuera a decirle algo, pero en su lugar solo volteó. Recibió con una sonrisa la presencia de Mikaela.

—Te estaba esperando.

El cazador había observado toda la escena, se acercó a la quimera para darle un efusivo abrazo que dejó en evidencia la clase de obsesión que tenía con él, inspiró el aroma de su cabello trenzado como si se tratara de alguna droga, y pareció recuperar el buen humor.

La máscara con un pico prominente le cubría los ojos y las cicatrices que lo marcaban como un recolector, además de marcar la distancia entre ambos. Esa quimera no tenía idea de lo que era. Génesis comprendió la situación tarde, apretó el collar roto entre sus dedos.

—Temí durante toda la noche que se conocieran justo de esta manera —se lamentó Mikaela, soportó el agarre del hombre en su cintura un instante, y se posicionó del otro lado de la barra, junto a ella—. Mare, ella es nuestra nueva adquisición, no seas brusco. ¿Es mucho pedir?

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Where stories live. Discover now