|Capítulo 22: La jaula de una estrella|

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—¿A dónde vamos? —preguntó, tras seguirla unas cuantas cuadras, no las había contado, pero habían sido más de quince, su aliento le quemó en los pulmones, su brazo empezaba a punzar por la lluvia que se acumulaba encima de ellas.

—¿Ya estás cansada?

«Te dijo vieja decrépita.»

La rubia se limitó a mirarla con fastidio, no era ninguna anciana, pero tampoco estaba para esos trotes en medio de la noche. Su respiración se escapaba demasiado pronto, se sentía intranquila, le ardía la nuca con el peso de una mirada desconocida, observó sobre su hombro, a la espera de encontrar una sombra moverse en la oscuridad.

«Paranoica.»

—Estamos por llegar —anunció la niña, iba desclasa con las manos tras la espalda, su cabello negro seguía sus pausados movimientos, y tarareaba una canción desconocida, se tomó el tiempo de observarle el rostro—. ¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Reina por tercera vez.

La adolescente volvió los ojos negros hacia ella, estaban empañados por la muerte, sus labios violáceos se movían a destiempo, no seguían su voz, por un instante creyó escuchar un sonido multiplicado.

De varias personas.

—No lo recuerdo, mis memorias están... —Ella se detuvo de repente y la rubia frunció el ceño, la fría llovizna comenzaba a humedecer su ropa—. ¡Ahí es! ¡Mirá, yo tenía razón!

Observó la esquina que señalaba y después la zona que la rodeaba, su sexto sentido reconoció el peligro como un manto hormigueante posado sobre sus hombros. Estaba entre un edificio en mal estado y una fábrica de ropa, el enorme predio se abría entre ambos, y los portones de hierro dejaban pasar a las últimas personas de la fila, parecía una fiesta privada. Reina abrió la boca dubitativa, pero recibió la voz de la otra sin saber que se había convertido en su nuevo mantra, a la hora de realizar locuras como esa.

«¿Qué más podemos perder?»

Es de noche, y seguí a un cadáver para encontrar a un monstruo.

«Quizás después de esto nos deje de molestar.»

O puede que nos maten.

«No tenemos tanta suerte.»

Observó las puertas corredizas que comenzaban a cerrarse y apuró el paso.

✴ ✴ ✴

Comprobó lo errada que estaba luego de traspasar la entrada, en un patio interior repleto de personas vestidas con abrigos largos, las sombras de las luces de neón rojas se arrastraban por el empedrado, y nadie dejaba un centímetro de piel a la vista, solo lanzaban miradas furtivas alrededor. Buscaban algo más que un gramo de humanidad en la noche, la cena o un divertimento acorde.

Reina no podía discernir sus rostros con facilidad.

No existían, ya que todos llevaban máscaras.

La entrada doble del otro lado del cartel luminoso abría el paso a un largo túnel forrado con alfombras teñidas de rojo, se volvía violeta a medida que sus pies consumían el largo trayecto, después a un rosado intenso. Se paralizó al ver que el camino desaparecía de repente, estuvo a punto de chocar con alguien, una gran sombra le soltó un extraño gruñido en respuesta.

Tres túneles idénticos se alzaban ante ella, botas pesadas, risas y ligeros chasquidos de dientes tintineaban a sus espaldas.

«No tenés tiempo de arrepentirte.»

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora