Intruso

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Si las noches no fueran tan tranquilas y el silencio tan absoluto, exceptuando el suave susurro de la paja cuando alguno de los caballos arrastraba los cascos inquieto, Zhan no habría oído el leve chirrido del portón al abrirse. Ni el sonido de los pasos sobre el camino de gravilla que llegaba del patio de los establos. Quizá habría vuelto a su habitación, al fondo del establo, y se hubiera metido de nuevo en la cama, en lugar de salir a atrapar al intruso.

Los pasos se detuvieron y un escalofrío recorrió su cuerpo.

"Por favor, que se vaya por donde ha venido, por favor…"

Cerró los ojos y contó hasta diez, pero no ocurrió nada. Con el corazón saltando dolorosamente contra sus costillas se asomó a la puerta del establo. En la fresca noche solo se movían unos fantasmales jirones de niebla que subían del arroyo cerca para envolver la casa en un anticipo del invierno. Zhan volvió a entrar y dejó escapar un largo suspiro. El aire olía a cuero y a pelo de caballo, a melaza y a heno, olores familiares que dieron cierta estabilidad a sus temblorosas rodillas.

Había alguien fuera. Quizá el imbécil que había estado llamándolo por teléfono las últimas semanas colgando siempre sin decir nada. O podía ser un ladrón que hubiera oído en algún bar del pueblo cercano que allí solo había un chico y que era presa fácil.

Zhan apretó con fuerza el arma que llevaba en la mano derecha. Era increíblemente ligera, pero le daba seguridad llevarla, a pesar de su absoluta inutilidad.
La pasó a la mano izquierda y se secó el sudor de la mano en el pijama. Estuvo a punto de soltar una risa histérica, pero se llevó la mano a la boca a tiempo. Algún degenerado intentaba entrar en su establo y él iba a enfrentarse al individuo vestido con un pijama de franela demasiado grande y armado con una pistola de juguete.

Quizá pudiese reducirlo cuando estuviese retorciéndose de risa por el suelo.

Volvió a oír los pasos, y esta vez se acercaban rápidamente. De repente una figura oscura apareció en la puerta del establo, apenas a un paso de él, tan cerca que Zhan percibió claramente el suave olor de su perfume. Y lo bastante cerca para ponerle el cañón de la pistola de juguete en las costillas.

—No te muevas, ni te pases de listo, y no tendré que disparar —la frase de película había salido de sus labios espontáneamente. Cerró los ojos con fuerza y rogó porque el temblor de sus piernas no se transmitiera a la mano que sostenía la pistola.

El desconocido levantó las manos con lentitud.

—Tranquilo. No hagas ninguna estupidez.

—Soy yo quien tiene el arma, así que no hagas ninguna estupidez —Zhan notó que el hombre empezaba a moverse y le clavó el cañón de la pistola en las costillas.

Con fuerza.

—Entendido. No me muevo, ¿Está bien? —el extraño hablaba con voz lenta y profunda. La misma que utilizaba él cuando quería calmar a un caballo nervioso.

¿A qué venía aquel tono de superioridad?

No era él quien había irrumpido en plena noche una propiedad privada.

—Está bien. No… No está bien —dijo él irritado y confundido. Giró a su alrededor y se situó a su espalda—. Quiero que te muevas. Qué avances despacio y apoyes las manos en la pared.

El intruso obedeció, aunque su posición era demasiado relajada para el gusto de Zhan.

—¿También quieres que separe las piernas? —preguntó en tono inocente.

—Eso no será necesario —respondió Zhan, cada vez de peor humor.

No le hacía ninguna gracia la actitud de aquel hombre. Tenía que imponer algún respeto, pero no iba a ser fácil. Como máximo medía un metro ochenta, y parecía ser todo músculo. La única ventaja que Zhan tenía sobre él era unos centímetros más de estatura y una pistola de plástico.

UNCONDITIONAL TO YOUTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon