—¿Qué?

—Nada —respondió y sonrió.

—¿Por qué sonríes así todo el tiempo? Es espeluznante.

—Tus expresiones son divertidas —arrugué mis cejas—. Él debe divertirse mucho contigo.

—¿De verdad lo disfrutas?

—¿Qué?

—Atormentar a los demás.

Dagon se quedó en silencio unos segundos, y su mirada se oscureció.

—Quiero un té con mucha azúcar.

—¿Ah?

—Me escuchaste —él se empujó con los codos, y bajó sus piernas del sofá hasta quedar sentado—. Ahora.

Debí ver el cambio en su semblante, debí aprender mi lección, debí recordar que era un demonio porque estúpidamente me reí:

—No.

Todo rastro de sonrisa dejó su semblante, el rojo de sus ojos se oscureció tanto que podría jurar que se había vuelto negro.

—No estoy jugando —su voz abandonó todo rastro de diversión.

—No soy tu sirviente, no—

La luz parpadeó y dejé de hablar, toda sensación de relajación y de que estaba a salvo dejó mi cuerpo. Nunca debí bajar la guardia. Dagon ladeó su cabeza y me llevé la mano a la boca cuando noté pequeñas grietas abriéndose paso en su cuello, subiendo hasta sus mejillas, era como líneas minúsculas oscuras que abrían su piel, sin embargo, no salía nada de sangre.

El aire se volvió pesado y sentí que era difícil respirar, sombras empezaron a rodearlo mientras una línea que salía de sus pies serpenteaba hacia mí. Chillé y me puse de pie cuando me di cuenta de que esa línea se había materializado en una serpiente negra que destilaba un líquido oscuro que manchaba el piso.

—¡Para! ¡Para! —encontré mi voz—. ¡Por favor!

Le di la vuelta al sofá y me quedé del otro lado. Dagon seguía sentado con las manos entrelazadas, sus codos sobre las rodillas. Corrí a la puerta del apartamento, pero a mitad de camino la serpiente se enroscó alrededor de mi tobillo y caí hacia adelante, apenas pude meter mis manos para proteger mi cara, pero mi estómago recibió el impacto contra el piso y me quedé sin aire.

Luchando por recuperar el aliento, la serpiente me arrastró de vuelta a la sala, me agarré de una esquina y levanté la mirada a la puerta del apartamento que parecía tan lejos ahora. Me congelé al ver al niño sin ojos parado ahí, él se llevó su dedo índice a los labios y caminó hacia mí. Me aterraba, y no supe que hacer, soltarme de la esquina me llevaría a un demonio, pero quedarme aquí era dejar que ese niño se me acercara.

Por alguna razón, no me solté y él se detuvo a una distancia, se arrodilló y puso algo en el suelo, me tomó unos segundos darme cuenta de que era una taza de té, él se desvaneció y lo entendí y me solté.

Mientras la serpiente me arrastraba hacia Dagon, comencé a gritarlo:

—¡Lo tengo! ¡Lo tengo! ¡Tengo tu té!

Quedé a los pies de Dagon y la serpiente se enroscó por todo mi cuerpo, levantándome y suspendiéndome en el aire como una ofrenda para él. Gemí en dolor cuando la serpiente enrolló su parte final alrededor de mi cuello y apretó. Dagon seguía sentado y cuando levantó la mirada, jadeé horrorizada, la mitad de su cara estaba completamente quebrada, dejando ver oscuridad infinita y esquelética.

Insania (Pausada hasta julio)Where stories live. Discover now