Capitulo 2

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—Oh, gracias. Kaidan, querido —dijo con efusividad—. Estoy deshidratada, totalmente deshidratada.

Él no era su querido, y a pesar de sus evidentes encantos físicos, su descarado coqueteo le parecía irritante. Kaidan tuvo que obligarse a sonreír cuando respondió:

—Siento haber tardado tanto en el bar.

—No importa —Amber le dio unas palmaditas en el muslo antes de continuar—: es divertido observar a los otros bailarines.

Los músculos de la pierna masculina se tensaron, repeliendo de forma instintiva el contacto, y Kaidan apretó con fuerza la mandíbula: la única caricia que quería… pero Regina estaba con otro.

Amber retiró la mano incitante y tomó su vaso; bebió demasiado, demasiado deprisa, delatando una despreocupación imprudente por el alcohol del cóctel. Kaidan esperaba que la mujer no estuviera armándose de valor para insinuarse de forma más directa; aunque pudiera parecer una actitud pasada de moda, consideraba que era prerrogativa del hombre ser el cazador.

Cuando la música paró, su mirada buscó instintivamente a Regina: su acompañante la acompañó a una mesa donde otro hombre acababa de dejar a una mujer con el cabello morado, que obviamente no tenía nada de tímida. Llevaba un top negro que le llegaba por el ombligo, y unos pantalones muy ajustados de color fucsia. Sorprendentemente, los tres se pusieron a charlar y a reír… dos mujeres y un hombre entre ellas, mostrando una gran cordialidad.

De repente. Kenneth se interpuso en su campo de visión, fingiendo cómicamente tener las piernas temblorosas y secándose la frente mientras se acercaba con su última conquista. Nina Salter-Smythe, desde la pista de baile.

—Necesito una rápida y enorme dosis de cerveza fría —dijo el hombre, y tras dejar a su pareja en la mesa, se dirigió al bar.

Nina sugirió a Amber una visita al tocador, y ambas mujeres se levantaron y dejaron a Kaidan libre de contemplar a Regina sin interrupciones. Intentó recordar que aquella mujer lo había rechazado, que no debería pensar más en ella, que no debería volver a mirarla. Era un esfuerzo inútil y frustrante, ya que todos sus instintos estaban al rojo vivo. Ella había sido su mujer, y Kaidan quería otra oportunidad. Si no estaba casada con el latin lover, que estaba desplegando su encanto sobre las dos mujeres de forma indiscriminada, tenía espacio de maniobra. Y pensaba maniobrar. Su cuerpo entero se lo exigía, demandaba que organizara su ataque, que Regina volviera a formar parte de su vida.

En cuanto Kenneth volvió a la mesa, listo para hacer de amable anfitrión ante sus amigos. Quin se puso de pie para interceptarlo antes de que se sentara.

—He visto a alguien con quien quiero hablar —explicó—: discúlpame, ¿de acuerdo?

—¡Espera! —protestó su amigo—, ¿qué hay de Amber? Te estaba comiendo con la mirada.

—No hay nada con ella —dijo Kaidon con sequedad, levantando la mano para evitar más comentarios mientras se dirigía hacia la única mujer que existía para él aquella noche.

El Deseo de PoseerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora