━ 𝐋𝐗𝐈𝐗: Rumores de guerra

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Otra cuestión que los tenía inmersos en un mar de incertidumbre era qué hacer de cara al ataque: ¿sería mejor repelerlo desde Kattegat, contando con la defensa de los fosos y las barricadas, o hacerlo en otro sitio completamente diferente?

Eivør había señalado que si era cierto que ahora El Deshuesado estaba con Harald, quedarse en Kattegat podría ser un grave error. A fin de cuentas, Ivar se había criado en la capital, lo que implicaba que conociese a la perfección sus puntos fuertes y débiles. Viendo cómo se había desenvuelto en territorio sajón, no le costaría idear una estratagema que llevase a su bando directo a la victoria.

Como bien había dicho Torvi, los días pasarían como el viento, por lo que debían actuar rápido y prepararse cuanto antes. Lagertha había decidido coliderar el ejército junto a Ubbe, quien se encargaría de comandar a los hombres, mientras que ella haría lo propio con sus preciadas skjaldmö, siendo La Imbatible su segunda al mando. También se había acordado llamar a todos los condes de la región y convocar una asamblea general para ponerles al corriente de las últimas novedades y concretar los detalles del futuro enfrentamiento.

Drasil no pudo evitar suspirar. Si bien le había aliviado enormemente saber que Astrid continuaba con vida, le había desconcertado a más no poder que ahora fuese la esposa de Harald, convirtiéndose así en la reina de Vestfold. ¿Cómo podía haberse casado con él? ¿Acaso no veía que era el enemigo, que no pararía hasta acabar con Lagertha y conquistar Kattegat?

Al principio, cuando Hakon mencionó que venía en nombre de Astrid y que esta había contraído matrimonio con Cabello Hermoso, le resultó imposible no tantear la posibilidad de que realmente las hubiera traicionado y que, junto a ese tal Trygve, hubiese ayudado a escapar a Harald. Pero desechó esa idea en cuanto el ballenero compartió con ellos aquella información tan vital de cara a la guerra civil que se avecinaba. ¿Lo habría hecho por supervivencia entonces? ¿O quizá como una táctica para convertirse en un topo dentro del bando enemigo?

Por todos los dioses, ¿por qué todo tenía que ser tan complicado?

La hija de La Imbatible solo esperaba que Astrid estuviera bien. Aquel conflicto apenas había comenzado y ya quería que terminase para poder rescatar a la morena y que todo volviera a ser como antes. Pero hasta Eivør se lo había advertido antes de abandonar el Gran Salón: ya nada volvería a ser igual.

Trazó el contorno de su jarra de cerveza con los dedos, maldiciendo su mala suerte. Miró a Ubbe, que permanecía acomodado frente a ella, ocupando una de las sillas que había en torno a la mesa de la zona común de la casa. En cuanto el concilio había llegado a su fin, ambos habían puesto rumbo a la vivienda del caudillo vikingo, a fin de pasar algo de tiempo juntos. Pero la sombra de lo departido hacía aproximadamente una hora aún seguía sobre ellos, enturbiando su estado de ánimo.

Drasil compuso una mueca condescendiente.

Aquello no estaba siendo nada fácil para Ubbe, era más que evidente.

—¿Quieres hablar? —propuso ella en un tono dulce y afable.

Su prometido hizo un mohín con la boca, justo antes de terminarse lo que le quedaba de cerveza de un trago. Depositó el vaso de cuerno en la superficie de la mesa y se secó las comisuras de los labios con el dorso de la mano. Sus iris celestes habían perdido su habitual brillo, tornándose brumosos y opacos. Había sido así desde que Hakon les había puesto al tanto de la supuesta alianza de Harald con Ivar y Hvitserk, y realmente no podía culparle.

—Esto destrozará el legado de mi padre —bisbiseó Ubbe con la mirada perdida. A la escudera verlo así, tan hundido y abatido, le rompía el corazón en mil pedazos—. Pero supongo que ya no hay vuelta atrás... Hvitserk y Ivar han decidido estar en mi contra. —Se encogió de hombros, resignado.

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