—Sugawara Koushi, te pertenezco desde la primera vez que te vi bailar y estoy dispuesto a venderte hasta mi alma si con eso eres mío— susurró en un tono sensual y llevando consigo una silenciosa promesa dónde él ya se había entregado incluso desde antes de entablar conversación.
Oikawa besó con desesperación los labios del Cisne y sus manos se colaron por debajo del suéter buscando sus pezones para acariciarlos de forma lujuriosa. Esa noche, Tooru le arrebataria la inocencia a la más pura alma.
Con caricias fue desprendiendo las pocas prendas que cubrían su cuerpo demostrando por primera vez la belleza total del Cisne, su diestra se acercó a la erección de Koushi y empezó a masajearlo mientras su boca se entretenía en esos botones rosas, el rostro del peligris estaba totalmente sonrojado y el primer gemido de la noche se dejó escuchar, apenado de ese sonido tan lascivo se llevó una mano a la boca para acallar los sonidos mientras Tooru seguía con su tarea.
El mayor dejó de tocarlo y retiró la mano de la boca de su Cisne mientras lo besaba con lujuria y fervor
—Quiero escucharte decir mi nombre —susurró mientras alcazaba su cajón y sacaba un lubricante para empapar sus dedos. Suga abrió sus piernas para darle libre acceso y Oikawa metió un primer dedo causando incomodidad en el peligris quien se había entretenido desabrochando los botones de su camisa y descubría ese perfecto cuerpo.
Un segundo dedo entró causando un jadeo sonoro en el peligris quien se aferró al cuello del mayor y este lo besaba para distraerlo
—Relajate— murmuró mientras seguía dilatando esa estrecha cavidad, sus dedos por fin encontraron ese punto delicioso en su interior y Sugawara empezó a gemir con timidez.
Tooru lo admiró tanto, era tan delicado, fino y hermoso. Todo en él estaba bien proporcionado que sintió afortunado por tenerlo de esa forma y por ser la primera persona en poseerlo de tal manera. Koushi llevó sus manos a la hebilla del pantalón del mayor y empezó a desabrocharlo casi con urgencia y con la mano que el productor tenía libre lo detuvo
—Tranquilo, pequeño Cisne. Tenemos toda la noche— comentó en tono coqueto mientras seguía con su tarea. Quería prepararlo bien, no iba a ser un animal con él, no quería lastimarlo al profanar su cuerpo, se estaba llevando su tiempo para disfrutar cada toque y caricia mientras grababa su nombre con fuego en esa piel de porcelana
—Oikawa— el peligris volvió a jadear, todo lo que sentía era nuevo y el placer que sentía era inimaginable. —Por favor— pidió y eso terminó con la cordura del castaño
Sacó sus dedos mientras terminaba de retirarse las últimas prendas y se colocaba entre las piernas del bailarín, con cuidado y paciencia fue introduciendo su virilidad mientras besaba a su Cisne para distraerlo, las lágrimas salieron de sus ojos avellana y se aferró a su cuello con fuerza.
El mayor se sintió de puta madre una vez que estuvo dentro de esa estrecha cavidad y soltó un gruñido a causa de tal sensación. Era la gloria.
Se quedó quieto mientras limpiaba las lágrimas del bailarín y cuando este le indicó que todo estaba bien empezó con pequeños movimientos.
El cuerpo de Koushi se iba acostumbrando poco a poco, la temperatura empezaba a subir y tener a Oikawa tan atento lo había encandilado de otra forma casi codiciosa.
Tooru lo acariciaba, lo besaba, lo mimaba, se le estaba entregando por completo, ahora podría decir que era propiedad de Sugawara Koushi porque así era. Sus cuerpos se amoldaban tan bien como si estuvieran hecho el uno para el otro, con tanta sincronía que el fuego ardiente de su pasión los consumía al mismo tiempo.
El ritmo de las embestidas empezó a subir de velocidad y los gemidos tímidos de Sugawara ahora eran bastante sonoros provocando al mayor a caer en el más perfecto pecado. Oikawa había encontrado ese dulce punto y lo tocaba con tanta firmeza que el peligris se sentía desfallecer, se aferró a su espalda dejando marcas visibles de su lujuria y con sus piernas enredo sus caderas pidiendo en el proceso más de esa fogosidad.
Tooru siguió embistiendo mientras sus manos se dedicaban a repartir atentas caricias y sus labios se encargaban de dejar marcas en su cuerpo de su paso en él, ahora el mundo sabría que el Cisne tenía dueño y que en su blanco plumaje había algunas plumas negras escondidas.
Esa noche ambos se habían entregado de tal forma, se había amado de la forma más pecaminosa y con la delicadeza de alguien quien le tiene devoción a donde le dicta su sentir, se devoraron entre sí y habían grabado sus nombres en la piel del otro dando fe y clara prueba de que ellos eran sus dueños y que estaban a la voluntad de lo que el Cisne quisiera porque Oikawa Tooru le había vendido su alma, porque le tenía su devoción y totalmente el control sobre su persona.
Porque el Cisne Blanco había encantado al príncipe destrozado
KAMU SEDANG MEMBACA
Cisne
Fiksi Penggemar¿Te han contado la historia del Lago de los cisnes? Un cuento ruso que se atreve a tomar vida en un bailarín de ballet. Sugawara es perfecto para el papel del cisne blanco y Oikawa, el director de la producción lo sabe con total seguridad. El probl...
