Su rostro cubierto por esa máscara era incapaz de revelar su estado de ánimo, pero la manera en la que frotaba las mangas de su traje y agitaba ligeramente las antenas sobre su cabeza revelaban su preocupación.

Sin contradecir a Ains, entoma se precipitó a la salida, cerrando la puerta tras de ella y dejando a su señor con una niña capaz de rivalizar con varias de las pleyades.

-muy bien...ahora...usted mencionó que provenía de un mundo diferente al de su residencia actitud, cierto?-

-si, eso es correcto, solía vivir en un mundo con mayor tecnología que el imperio, pero me vi obligada a reencarnar en ese mundo tras ser asesinada-

Ains escuchaba en silencio a la niña, pareciese que dentro de su cráneo, analizaba cada palabra en busca de incongruencias, aunque lo que en verdad sucedía era que su intriga por saber si ella pertenecía a Japón también lo mantenía expectante.

El muerto cuerpo de Ains reprimía la mayoría de emociones fuertes, pero no hacía nada por suprimir una sensación que en sí misma no podía considerarse una emoción...curiosidad. La curiosidad se había vuelto algo adictivo para Ains, pues la sensación de resolver y averiguar información sobre temas que le intrigaban era placentera y agradable sin llegar a ser felicidad en si...uno de las pocas sensaciones fuertes y agradables que su cuerpo podía permitirle

-ya veo...podrías decirme el nombre de este mundo tuyo?-

El momento de la verdad, Ains había decidido que esa niña era demasiado peligrosa como para permitirle vivir, si daba una respuesta que a Ains no le complaciera, la usaría para reducir al imperio a un nuevo vasallo, luego la eliminaría, pero si su mundo de origen era el que Ains deseaba, podría inclusive permitirle unirse a Nazarick como una miembro oficial, dependiendo de las futuras circunstancias, un todo o nada que dejaba en claro que Ains, pese a no ser la persona más perspicaz, comprendía la magnitud del problema entre sus manos y Tanya, podía sentir el aura peligrosa impregnada en las palabras de ese poderoso ser, por lo que, sin más que poder hacer, soltó el nombre de su antigua nación...la nación del sol naciente

-yo...provengo de un país llamado Japón...-

Las luces en los ojos de Ains se iluminaron con intensidad mientras que de él brotaba una poderosa y sonora risa, si, había encontrado lo que buscaba, un indicio, una prueba de que el camino que había tomado era el correcto para volver a su viejo mundo...aquella niña pasó de ser un peligro potencial a una camarada caída en desgracia, una compatriota perdida en los remolinos de las circunstancias y el tiempo.

Ains se levantó con velocidad para esquivar su escritorio y acercarse a Tanya, quien vio todo con gotas de sudor frío recorriendo si frente.

El silencio y la tensión se cortaron de golpe cuando Ains puso su esquelética mano en el hombro de la niña, diciendo casi con una sonrisa en su rostro.

-yo también soy japonés!-

-...eh?...EEEEEEHHHH!?-

La impresión de la niña provocó otra gran y sonora risa en Ains, la cual fue interrumpida por la supresión de emociones, que terminó por acabar con aquella gran y espontánea alegría, pero sin desvanecer los vestigios de tenue felicidad que prevalecían en el corazón del supremo

-jajaja, ahora veo porque eres así de fuerte!-

-espere, espere, espere...usted también viene de Japón?-

-por supuesto!-

Tanya aún dudaba de si debía confiar en un ser que múltiples veces había ordenado que la apalearan, pero su reacción parecía tan natural que la niña optó por seguir sus instintos y confiar en su esquelético compañero

Overlord: La niña y el nigromanteWhere stories live. Discover now