|Capítulo 16: La reliquia viviente|

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Estaba en la habitación de Mikaela, la reconoció por el olor a tierra húmeda que impregnaba cada rincón.

—¿Qué estabas haciendo? —rugió.

El recolector se revolvió al sentir el rose de sus garras contra la garganta, y tiró la cabeza hacia atrás para evitar cortarse, la sangre bajaba por su cara como un río.

—Mierda, me rompiste la nariz. —Su voz sonó rasposa y estrangulada.

Génesis produjo un gruñido gutural.

—No me hagas repetirlo.

El suspiro entrecortado que salió de los labios de Mikaela agitó su pecho y la sangre llegó a mancharle el principio de las vendas bajo la camisa entreabierta, movió el brazo que tenía contra su cabeza. Génesis notó que él reía, se crispó aún más.

—Solamente quería tomarte la fiebre. —Él alzó un poco la cabeza y le enseñó el pequeño termómetro de mercurio para probarlo. Sentada sobre su pecho, ella no retrajo las garras, aún con el riesgo de romperle la piel por su imprudencia.

—¿Para qué? —quiso saber, desconfiaba, la cabeza le pesaba sobre los hombros.

Mikaela dejó de reírse de golpe y la observó con los ojos entornados como si la respuesta fuera obvia.

—¿No te das cuenta? Estás muy caliente, tu piel está hirviendo.

El cazador intentó acercar una mano a su frente sudorosa, pero la muchacha se alejó con un gruñido, también le arrebató la pequeña varita de vidrio. Él la imitó, pero en vez de pararse se sentó y apoyó la cabeza contra el mueble a sus espaldas. La luz de las lámparas alumbraban el cuerpo de él, gruesas vendas envolvían su garganta, ahora manchadas de la sangre que le bajaba por la barbilla. Como si se tratara de un espejo, el cuerpo de Génesis lo imitaba, su cabeza también se sentía extraña.

—Tenés fiebre —musitó Mikaela, su voz había perdido el tono burlón y un susurro ronco se quedaba en su lugar. La muchacha fruncía el ceño, tiró con violencia de la venda que sobresalía a un costado de su cuello y comenzó a desenvolverse, el cazador se sobresaltó—. ¡Pará! ¿Qué hacés? ¡No te la arranques, la herida va a...!

Génesis lo ignoró, los ojos le ardían por los recuerdos vividos de su padre y el suelo bajo sus pies comenzó a inclinarse sin que ella hiciera nada para detenerlo. El Recolector se levantó con una urgencia que jamás había visto antes al verla dirigirse a la puerta, pero la misma ya se encontraba abierta y alguien ocupaba el umbral.

—Mikaela. ¿Quién es esta chica?

Un hombre rubio le devolvió la mirada altiva. Uno de sus ojos no tenía pupila e imitaba un trozo de hielo seco vaciado de emociones, mientras que el otro conservaba el rasgo animal que caracterizaba a su raza.

Una quimera.

Génesis lo observó de pies a cabeza con los labios crispados y sin voltearse le habló al hombre que parecía haberse convertido en piedra en esa misma habitación. El gruñido sordo de ella reverberó en el espacio entre ambos.

—Cazador, quita a esta bestia de mi vista.

El rubio hizo un gesto indignado y abrió la boca para responder a su insulto, sin notar la amenaza muda en el cuerpo de la muchacha. El filo de sus uñas reemplazaba a su mano desnuda. El Recolector sangrante que ambos parecían tener en común se interpuso en el medio justo a tiempo. La voz de la quimera la aturdió.

—¡Por el dios creador! ¿Qué fue lo que esta loca te hizo? —No parecía tenerle miedo a la muerte.

Mikaela le dio la espalda a una irritada Génesis para colocar la mano en el hombro del rubio, con la otra acunó su rostro cargado de ternura religiosa.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu