–Sí. No nos seguías –repitió Wes sin dejar de dar estocadas con la espada–. ¿Por qué no estás entrenando?

–¿Estás enfadado?

–No.

–Sí, lo estás.

–No lo estoy –Wes puso en blanco los ojos– pero no puedo concentrarme si continúas con esto, Lara. ¿Qué sucede realmente?

–Estoy preocupada.

–¿Por qué? –Wes bajó la espada y la miró–. ¿Estás bien?

–Es... –Laraine lo miró fijamente, instándolo sin palabras a que se acercara. Wes no lo hizo–. Es Candra –dijo, desviando la mirada.

–¿Qué sucede con Candra? ¿Ha sucedido algo con tu hermana?

–Creo que está enamorada.

–¿Y ese es un problema? –Wes ladeó la cabeza–. ¿Está comprometida?

–No, ella no. Pero el hombre del que sospecho se ha enamorado sí lo está.

–Ah.

–No quiero que le hagan daño.

–No lo harán.

–¿Cómo puedes saberlo? –Laraine no había planeado compartir estos pensamientos con Wes, pero habían surgido y un verdadero temor se transparentaba en su voz. Él se acercó, sonrió levemente y con la mano apartó un mechón de su cabello. Ella cerró los ojos automáticamente.

–Porque lo sé. Garrett cuidará de ella si llega el momento –Wes acercó su boca a la oreja de Laraine y susurró–: tengo otro secreto que revelar. Creo que servirá para tranquilizar tu corazón –se separó y procedió a relatar todo lo acontecido aquel día del fatídico accidente.


***


–¿Y cuántos años tienes tú, de todas formas?

–¿Laraine? –Wes se giró, confuso. Había estado a punto de montar para regresar al Castillo después de una tarde en el pueblo. Hacía días que Laraine se había negado a acompañarlo. Creía que iba en la mañana, siempre procurando que no coincidieran. No la entendía, lo intentaba, pero no lo lograba. Lo desconcertaba, como en ese preciso momento–. ¿Estabas en el pueblo?

–¿Por qué no contestas mi pregunta? –insistió, como si fuera algo sumamente importante.

Wes pensó ver algo más en ella, así que hizo una seña para que Garrett y Manfred se adelantaran, llevándose su montura con ellos.

–Lara... –alargó la mano y la posó en su brazo. Ella no se retiró–. ¿Estás...?

–¡Contesta la pregunta!

–Veintiséis –dijo Wes esbozando una media sonrisa ante su exabrupto–. Tengo veintiséis años, Lara.

–Eres menor que yo.

–Sí. ¿Es importante?

–No es que no lo imaginara. Solo... –Lara lo miró atentamente–. ¿No te importa?

–¿Qué? –le parecía tan irreal estar teniendo esta conversación surgida de la nada, en mitad del camino.

–Que sea mayor que tú.

–¿A ti te importa?

–No lo sé.

–A mí no. Es solo un número, Lara. Lo importante es la persona.

–¿Qué quieres decir?

–Eres tú con quien me casé. Laraine Valens. No con la regente de Nox, o con alguien mayor a mí, o tan siquiera con alguien de Nox. Me case contigo, la persona. Tú, Lara.

–No fue así, Weston –señaló con dureza–. Tú ni siquiera sabías quién era ni tenías opción.

–En un inicio, lo admito. Pero ahora, Lara, para mí tú eres tú y nada más. La única pregunta, en verdad, es ¿qué soy yo para ti? ¿Aún soy lord Weston Drummond? ¿Un desconocido de Savoir? ¿Alguien más joven que tú? ¿Poco más que un fantasma...? ¿O soy yo, Wes? –arqueó una ceja, esperando una respuesta. Laraine lo miraba con firmeza, pero no abrió la boca–. Ya veo –y lo hacía. Él cada día tenía más claro lo que Laraine había empezado a significar en su vida; en cambio ella, cada vez estaba más confundida y se ocupaba en construir barreras para mantenerlo alejado.

Weston le ofreció el brazo para caminar de vuelta al Castillo. Laraine vaciló, aunque tras un tiempo tomó aire y lo aceptó. El atardecer estaba cerca de terminar.

Cuatro Momentos (Drummond #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora