Pero ambos le habían enseñado algo importante. Ambos le enseñaron a amar, de maneras distintas, los amaba a los dos con todo su corazón, con cara parte de su ser. Pero sabía que estaba en una posición complicada, el mismo Yuuji y Sukuna estaban en una situación sumamente complicada, demasiado como para permitirse los tres en disfrutar de una vida normal, gozar de lo que sentían sin esconderse, no podía amar a Yuuji y a Sukuna, no podía quedarse con los dos, sabía que en algún momento le tocaría elegir. Y su respuesta era más que obvia.

Pero igual se había enamorado de una maldición. La peor de todas para variar.

Su mente era un lío, un enredo que no quería molestarse en desenredar, así que tomo uno de los tantos pergaminos que tenía apilados en la pequeña mesa junto con otros textos antiguos para ponerse a leer, no se sentía deseoso de mantenerse en la penumbra de la habitación así que caminó hasta la puerta, deslizando el Shoji con suavidad recibiendo los rayos del sol en el rostro, cerró los ojos por un momento hasta acostumbrarse a la luz de la mañana.

Se sentó tranquilamente en el paso de madera que estaba al frente de las habitaciones y conectaba al exterior dando la perfecta vista del cielo azul cubierto de esponjosas nubes y el árbol que dejaba escapar sus hojas que caían con gracia en el estanque koi dando vida a ondas que se expandían en las cristalinas aguas en las que nadaban peces de distintos tamaños de colores blancos y naranjas brillantes.

sus piernas envueltas en medias blancas colgaron de la madera, moviéndose de adelante hacia atrás como si fuera un niñito mientras abría el pergamino lleno de kanjis que se dispuso a leer con tranquilidad, cayendo en cuenta que no había visto a Naobito durante meses y por una extraña razón notaba a los hechiceros que lo cuidaban demasiado inquietos haciendole preocupar pero ninguno le daba información relevante, se sentía muy perdido referente a lo que sucedía fuera de esa casa.

Se perdió un momento en pensamientos por el actuar tan extraño de ellos, pero al final volvió a meterse en la lectura, pasando los dedos sobre el papel manchado en tinta negra, leyendo con cuidado cada palabra dicha en el texto sorprendiéndose por la cantidad de hechizos y rituales distintos que albergaba el clan, no solo la técnica de las diez sombras.

Estaba tranquilo leyendo mientras movía balanceaba las piernas sintiendo la frescura de la mañana cuando un estruendoso sonido de explosión y algo chocando tan cerca suyo hizo que Megumi se encoja en su lugar colocando sus manos en posición pero a la vez protegiendo su rostro de los impactos de piedra y madera destrozada que volaron por todos lados.

El pelinegro salió corriendo donde era el impacto, descalzo con solo un par de medias de un blanco que se iba manchando de tierra y suciedad mientras intentaba ver como podía por aquella nube de tierra que se había levantado y le dificultaba la visión. En cuanto llegó al lugar, divisó en medio de los escombros el cuerpo severamente lastimado de uno de los hechiceros que se encargaban de protegerlo, y Megumi preocupado por lo que ocurría fue hasta él, tirándose a un lado del hombre y tomó su cabeza con su mano acercandolo a él, dando pequeñas palmadas en su rostro con intención de que reaccione.

- ¿qué esta ocurriendo? - preguntó con insistencia al ver al hombre entreabrir los ojos con dificultad, mirando a los lados cuando escucho más gritos y explosiones, poniendo sus vellos de punta. - ¿qué diablos esta ocurriendo, dime todo lo que sabes?

- Na..Naoya-sama... él.. lo encontro señor... -  Megumi abrió los ojos sorprendido, apretando sus labios con preocupación ante lo dicho por el hechicero. - debe huir.. señor.. vino con mucha gente...

- ¿Naobito permitió esto? - preguntó
- ¿él sabe lo que esta ocurriendo?

El hechicero respiró con fuerza, colocando su mano en la zona de su abdomen, la sangre bajaba de su cabeza, pero no parecía estar de acuerdo en soltarle palabra.

¿Qué te interesa de mí?Where stories live. Discover now