Luego se fijó en Adam, quien se había ofrecido a acompañarme y ahora se situaba detrás de mí.

Le dio una apreciativa mirada desde los pies a la cabeza.

—Déjame adivinar —dijo ella—, ¿tu novio?

—Como adivina te mueres de hambre, mamá —murmuré entre dientes.

Ella rió y luego se acercó a Adam para darle un fuerte abrazo seguido de un beso.

Cuando se apartó de él, la impresión de su boca con labial color naranja quedó marcada en la mejilla de Adam.

—Muy guapo —ronroneó hacia él—. Cuéntame, Anna, ¿qué te trae por aquí a visitar a tu vieja y olvidada madre?

Rodé los ojos.

Mamá era tan teatral y dramática.

—Solo hace un par de semanas que no te veo; y vine porque vi el anuncio. ¿Ahora prometes amor eterno?

—¡Pero claro que sí! ¿No me digas que por eso trajiste a este suculento bombón afrodisiaco? Porque yo podría hacer que ambos tuvieran...

—¡Mamá! Él es el... —¿novio, amigo con derecho, amante, el otro de Marie?

—Solo amigo de su hija —terminó Adam por mí, salvándome de mi dilema.

Mamá abrió enormemente la boca, luego la cerró de golpe.

—Aún así yo podría...

Ni siquiera la dejé terminar esa frase.

Me abrí paso en el interior de la casa y me detuve al ver la nueva decoración que le hizo al sitio: paredes rojas y afelpadas, cortinas hechas con collares dorados que colgaban desde los marcos de todas las puertas, espejos redondos ubicados a cada dos metros, y en donde antes solía estar el sofá de la sala ahora había una cantidad innecesaria de cojines rojos y blancos dispuestos en el suelo.

Escuché jadear a Adam a mis espaldas.

—¿Te gusta la nueva decoración? La hice yo misma —habló mamá, vi su figura llamativa dirigirse hacia la cocina y regresar con una bandeja de té helado—. A tu padre no le gusta... Eso me hace amar con locura este lugar.

Asentí con la cabeza, ajustando la visión gracias al molesto color de las paredes.

Hace cuatro años ella y papá se divorciaron. Desde que tenía catorce, supe lo que era dividir tu tiempo entre dos personas que jamás se lograron poner de acuerdo ni para qué tipo de cerámica se pondría en el baño.

Era hija única así que fue fácil para ellos separase y rehacer sus vidas.

Lo aceptaba, en serio. Pero desde el año pasado que mamá declaró querer ser psíquica, y papá manejar un lote de autos chatarra, tuve que poner un alto e independizarme a como diera lugar.

—Todo es bastante original —dijo Adam. No sabía si se estaba burlando o lo decía con sinceridad.

—Gracias por el cumplido, bizcochito —lo halagó mi madre.

Adam le dedicó una de sus sonrisas ladeadas que tanto hacían que mi estómago se apretara.

—Entonces, Anna... ¿qué tal andas de amores? —preguntó ella.

¿Por qué mamá quería insistir en ese tema?

Mi situación amorosa era inexistente. Cero. Nada de nada.

Ni siquiera tenía a un extranjero perdido que de casualidad fuera a dar a mi puerta; y si eso sucediera... probablemente se tiraría a los brazos de Marie al verla.

Prohibido Enamorarse de Adam Walker ***PRÓXIMAMENTE EN LIBRERÍAS***Where stories live. Discover now