—No, de hecho no esperaba una disculpa. Esperaba una explicación, una mejor excusa que mi edad.

Tony cerró los ojos y se pasó las manos por la cara, ¿otra vez? 

—¿Qué quieres que te explique, Peter? Tú y yo sabemos que tu edad es suficiente impedimento. ¡Mierda, tenía diecinueve años cuando tú naciste! 

Peter lo encaró, y Tony vio más madurez en sus rasgos, más hombría atravesaba su rostro y ya no era un niño asustadizo como antes.

—No me importa. ¿Por qué es un impedimento? ¿Cree que voy a tomarlo como un padre en la relación? Soy un hombre, no un niño. Lo sé, es gracias a usted, pero ahora quiero que sea usted el hombre de mi vida, quiero no solo dormir usted sino que me folle como lo hizo la otra noche. Ya no soy un jodido niño, no va a violarme, sé cuando quiero algo y soy lo suficientemente inteligente como para saber que no va a abusar de mí y mi inexistente inocencia; mierda, lo deseo desde que tenía dieciséis. 

Tony bebió rápidamente otro trago para que le raspara la garganta y no sentirse de ese modo tan insensato. La distancia no había hecho efecto en ninguno de los dos.

—Yo… yo también quisiera estar contigo. —susurró—. Pero es imposible, entiendelo. Te amo, y no como un niño. Pero lo nuestro no puede ser, no quiero sentirme culpable por el resto de mi vida.

Peter atravesó una serie de sentimientos extraños que los azotaron como convulsiones internas.
¿En serio lo amaba? Era obvio que si, pero oírlo por primera vez fue increíble. Se sintió más animado y con más esperanzas.

—No va a sentirlo, porque no es culpable de nada, Tony yo lo amo…

La mano temblorosa de Peter tomó la gran mano de Tony y la apretó para verlo a los ojos.

—Usted me ama, ¿en serio va a dejar que algo tan estupido como nuestras edades nos separen? Quiero estar con usted, déjeme estar con usted y amarlo, por favor.

Las súplicas de Peter estaban dándole de golpes al corazón de Tony, ablandandolo en el proceso. 
Podía hacerlo, amaba a Peter pero eso no sería bueno, Peter fue como su hijo.
No podía hacer eso, no podía engañarse, no podría.

Recordó todo lo que habían vivido, las risas, las cosquillas, las sesiones de masaje, la yoga juntos, las mascarillas, las guerras de confeti, la vida juntos era lo mejor siendo un solo niño.
Pero ahora sería muy diferente, estaría durmiendo con un chico diecinueve años menor que él. 
Mierda, era una cantidad muy grande, casi veinte años, veinte malditos años, seis mil novecientos días.

Era un maldito degenerado, no quería eso en su subconsciente. Podría morir con el corazón roto pero no con la cabeza llena de odio a sí mismo.
Era una batalla de no acabar.

—Vamos a casa esta noche; si después no quiere estar conmigo yo voy a dejar de insistir. Por favor, solo quiero estar con usted una última vez, dormir con usted… —Peter pudo haber cambiado, pero los ojos llorosos y su carita de suplica no cambiaban, Tony sabía que como cuando niño iba a terminar cediendo. Y no solo por Peter, él también quería una última noche. Un último segundo.

Tony cabeceó, dubitativo, con su subconsciente gritándole que era una mala idea, con su corazón latiendo muy rápido.

Sin tardar más, salieron de allí y Tony manejó a toda prisa a la casa de Peter.
No había nada de que perderse esa noche, por ello mientras manejaban se tomaban de las manos y se tocaban con esmero.

Tony estaba tan ansioso por besar cada rincón de Peter, que optó por la opción de hacerlo en el auto, de hacerle el amor como deseaba en los asientos traseros.
Pero no, quería hacerlo bien; quería complacer a Peter porque sería la última vez, no habría nada después de eso. 
Como cuando despides a un ser querido y sabes que jamás volverás a verlo. Así se sentían.

Un Último Segundo. (Starker)Where stories live. Discover now