—Él es el príncipe —aclaró como si me estuviera haciendo recordar mi propio nombre—. Tal vez... —balbuceó, incómodo de pronto— ...puedas conversar con idzen... y...

—¿Y por qué no conversas tú con él?

—Creo que tú tendrías más posibilidades. Le caes más en gracia que yo.

—¿Es que acaso le caes mal? —se me ocurrió preguntarle, y ante esto él arrugó su entrecejo—. ¿Es por lo de la vez pasada?

—Pensé que me golpearía —se quejó con una evidente reprobación—. Sabía que tal vez no lo iba a tomar bien, pero tampoco era para tanto. Sobre todo si todo el tiempo estuve en lo correcto.

Tal vez él no estaba exagerando al tomar tantas distancias. De alguna manera, podía imaginarme a Ovack descargando toda su cólera contra Lax. Pero aun así.

—Pues yo no pienso convencerlo de nada. ¡Al diablo con el idzen! —Lax pareció escandalizarse un poco por lo último. —No creo que necesite su permiso. De hecho, lo que no sabe no le hará daño.

Él no respondió de inmediato, sino que lució algo perplejo ante lo que acababa de sugerir

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Él no respondió de inmediato, sino que lució algo perplejo ante lo que acababa de sugerir. Como si fuera una salida que jamás se le habría ocurrido, pero cuando estuvo por decir algo, el remoto arrullo del reloj lo distrajo repentinamente. Un aparato circular, sin manecillas que contenía una circunferencia con una luna ensartada, que realizaba una revolución sobre su eje, estableciendo la diferencia entre las horas diurnas y nocturnas. Pero también representando una cifra de la hora actual en números desconocidos para mí.

—Ah... —balbuceó—. Debo irme ahora. ¿Sabes regresar a tu habitación?

Yo asentí, un tanto perpleja por su repentina premura.

—¿Van a tener... otra reunión secreta? —le pregunté, sin poder guardarme la curiosidad.

Él se detuvo y pareció escoger sus palabras, como si decidiera sincerarse. De verdad, había extrañado mucho su apertura.

—Dala, estos días van a ser vitales. Orbe no se quedará tranquilo con lo que ha sucedido. Esperamos represalias, así que hay que estar cautelosos.

—¿Represalias?

—No es la primera vez que Orbe pierde a un miembro de su facción central. La vez anterior hubo represalias, y ahora es un hecho de que también las habrá. Por eso tenemos que tomar... ciertas medidas.

Aquello sonaba algo críptico. A pesar de su apoyo, era evidente que las órdenes de Ovack aún limitaban las palabras de Lax. Él se marchó y yo permanecí en la biblioteca, de nuevo un poco mosqueada de ser dejada de lado tan abiertamente. La verdad, quedarme al margen de todo era justo lo contrario a lo que yo quería hacer.

Salí tras Lax unos momentos después. Le di un tiempo de ventaja, pues no quería poner a prueba esta susodicha conexión que nos unía. Pero, al girar en un recodo, ya no pude divisarlo. Su residencia era como una hacienda. Tenía plantas separadas, jardines que parecían parques, patios, caminos de gravilla que te llevaban a diferentes sitios. Recordaba lejanamente cuando había revisado los planos de su hogar para irrumpir en él y robarle, sin embargo, solo había memorizado la parte que nos concernía.

Plenilunio (versión revisada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora