–No –Laraine negó, aunque no sabía a cuál de aquellas preguntas estaba respondiendo–. Estoy bien, quizá un poco cansada. Ayer no pude dormir bien... –se mordió la lengua. Que comentario tan estúpido–. No quise decir...

–Lara, está bien si quieres dormir en tu habitación.

–¿Qué?

–Probablemente sea lo mejor, necesitas descansar.

–Wes...

–Buenas noches, Lara –él pareció indeciso, ¿quizá sin saber si acercarse o no? Laraine esperó con la mirada baja, ansiosa, hasta que escuchó como la puerta se abrió y se cerró sin hacer ruido. Soltó el aire contenido, decepcionada, aunque no sabía si con Wes, con ella misma o con la situación.

–Bien hecho, Laraine –murmuró antes de girar y dar un par de estocadas, dejando que un poco de la frustración saliera de sí.


***


–¿Por qué tu prometida no vino contigo? –inquirió Candra entre las sombras. Esperaba que él respondiera, aunque a veces no lo hiciera. Con Garrett no se sabía, ni aún podía adivinar el humor en el que estaba, pues el joven capitán siempre lucía serio. Mortalmente serio y lejano. Suspiró–. ¿Por qué no hablas nunca de ella? ¿Le escribes siquiera? ¿No le preocupa que estés lejos, en un lugar desconocido?

–Basta.

–Si yo fuera...

–Candra, suficiente –advirtió, bajando la espada. Se encaminó hacia ella.

–Pero, Garrett... de acuerdo. Es que me cuesta contener mi curiosidad cuando eres así.

–¿Así? ¿Cómo?

–El hombre más interesante que he conocido. O bueno, que he intentado conocer. No lo haces fácil.

–¿Por qué quieres conocerme?

–Esa es la pregunta.

–Tienes muchas preguntas.

–Sí.

–¿Cuál es la mayor de ellas?

–¿La amas?

–¿Esa es tu mayor pregunta?

–Sí. No interesa si ella lo hace o no, si lo de ustedes fue un arreglo de conveniencia o si... –Candra lo miró acercar su rostro– dímelo.

–Sí.

–¿Es tu respuesta o me lo dirás?

–Las dos.

–Ah.

–Pero tienes el tiempo incorrecto.

–¿Qué quieres decir?

–La amé.

–En pasado.

–Sí.

–¿Qué sucedió? ¿Tú ya no...?

–Su nombre era Ada. Lady Ada Drummond –Garrett examinó lentamente su rostro con la intensidad de sus ojos dorados en ella, antes de añadir–: Y... está muerta.

–Lo siento –balbució, incómoda.

–Yo también. Era preciosa.

–La amabas mucho.

–Sí.

–¿La extrañas?

–No lo sé.

–¿Qué...?

–Fue hace mucho tiempo, éramos apenas unos niños. Fue un compromiso arreglado, pero yo la encontré encantadora apenas posé mis ojos en ella. Ni siquiera entendía lo que pasaba, aunque sabía una cosa. Debía protegerla. Y fracasé.

–Garrett... –Candra elevó su mano y acarició la mejilla del joven soldado, sintiendo como suyo el dolor que emanaba de él–. Te sientes culpable.

–Sí.

–¿Qué fue lo que sucedió?

Y él, quien no había hablado con nadie sobre lo sucedido con Ada, se lo contó todo. Desde el accidente, hasta cuando los encontraron, ella agonizando y Weston muriendo. Como Ada había sostenido su mano y le había hecho prometer que no abandonaría a Wes, sabía que él sobreviviría, aunque ella no. No quería que se sintiera culpable. Nadie lo era, había asegurado, pero Garrett sintió que no era así. ¿Cómo había sido tan estúpido como para dejarlos fuera de su vista?

Normalmente se divertía con la intrepidez de los hermanos, pero siempre se mantenía cerca por si algo sucedía. Esta vez... y había odiado a Wes por sobrevivir. Un poco, no por mucho tiempo. Pero la promesa lo había impulsado a quedarse, aun si dolía, y a acercarse a Wes cuando él no logró ser el muchacho lleno de vitalidad de antes.

Jordane había venido un tiempo después a vivir en Savoir con él, cuando su anciana abuela había muerto. Ahora solo se tenían los dos en el mundo... y Wes. Así es como había sido, durante años, los tres.

–Ahora es mi mejor amigo, lord Drummond. Y mi hermana es... –Garrett suspiró– mi única familia cercana. Quisiera que se casara, pero no sé cómo convencerla. No quiero que se quede sola, si algo llega a sucederme.

–¿Por qué temes eso?

–Soy un soldado, Candra. Muchas cosas pueden pasar y antes no me preocupaba tanto, no solo porque el riesgo que corría en Savoir junto a Wes era mínimo, sino porque sabía que en caso de una guerra y ser llamado al frente, Jordane tendría a Weston a su lado... ahora no. Y no, no lo malinterpretes, nunca fue diferente para Wes. Jordane era una hermana para él... casi como Ada.

–¿Y tú? Ya me has contado de Jordane. De lord Drummond. ¿Y tus planes?

–Permanecer junto a Wes.

–¿Durante cuánto tiempo?

–El que sea necesario.

–Garrett... –Candra echó sus brazos alrededor de él y lo estrechó–. Gracias por confiar en mí. Sé que no fue fácil.

–No –murmuró, quedándose tenso en su abrazo–. No lo fue.

–Gracias –repitió Candra, se puso de puntillas y rozó brevemente su mejilla con los labios, antes de soltarlo y perderse entre las sombras y pasillos del Castillo de Ealaín.

Cuatro Momentos (Drummond #3)Kde žijí příběhy. Začni objevovat