Lax enarcó sus cejas, como si me invitara a analizar lo que acababa de decir, y eso hice. Arrugué mi entrecejo de manera involuntaria.

Qué tonta, claro que no había sido una casualidad. Debí haberlo sospechado desde antes.

—Has estado conversando con Ovack también —dije, un tanto sorprendida de mi propia afirmación. Lax asintió con una sonrisa—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—Estos planes son secretos. Y no puedo faltar a mi palabra.

—Pero me lo estás diciendo ahora —repuse.

—Ahora ya no son secretos —repuso él con simpleza.

—Ustedes... ¿acaso buscaban frustrar la misión? —inquirí—. Pero cumplimos con ella.

—Esa era la idea. A idzen Ovack le conviene que sus misiones tengan éxito. Pero no podíamos permitir que esa compañía lograra su cometido. Así que ustedes completaron lo que les habían mandado, pero nosotros por nuestra parte, nos infiltramos entre los guardias y los alertamos para que desmantelaran esos aparatos a tiempo.

Parpadeé un par de veces. Nosotros. ¿Cuánta gente había metida en esto? Nunca supe quién había sido quien lo acompañaba. ¿Cuántos más estaban ayudando a Ovack en su cometido? Y por otro lado...

—¿Qué era eso? Esos paquetes que nos encargó Orbe.

La empresa nunca nos dio explicaciones, solo órdenes. Y no podíamos objetar nada. Lax calló por un momento. Pensé que no respondería esa pregunta, no obstante, me percaté que lo detenía la falta de una palabra adecuada.

—No sé cómo lo llaman ustedes... O si tienen algo similar —dijo llevándose la mano a la barbilla—. Se trata de un dispositivo que emite ondas que pulverizan materia... Es como una destrucción contagiosa. Todo lo que está cerca y que es inorgánico se deshace. Buscaban destruir nuestro templo hasta los cimientos.

—¿Una especie de bomba? —musité con cierta aprehensión.

—Creo que algo parecido a eso. Sí. —convino Lax sin darle mucha importancia a mi conmoción.

Una cosa eran las explosiones calculadas que habían utilizado Ulina, Sétian y Aluz, pero otra era la destrucción de un edificio icónico... ¿En serio Orbe nos mandó a colocar eso en el templo principal de Dafez? ¿Qué cosa imaginaba que era? La verdad, me había abstenido de hacer conjeturas, pero ¡esto era vandalismo! No, ni siquiera eso. Un escalofrío recorrió mi espina y no pude agregar nada.

—Fue neutralizada, así que no hubo daños —reiteró Lax—. Pero el mensaje ha sido enviado.

—¿Mensaje? ¡Un mensaje terrorista! —espeté, desencajonada—. ¡Yo... no tenía idea!

Lax me dedicó una expresión algo divertida, lo cual me pareció inadecuado para el tema que estábamos tratando.

—El desconocimiento es más peligroso que las peores intenciones ¿no te lo dije?

Lo observé con más detenimiento, y me percaté entonces que su sonrisa era en realidad irónica y contemplativa, sin ninguna pizca de gracia. Claro, él estaba en verdad preocupado por el giro que estaba tomando la situación. Pero tanto él como Ovack estaban enterados de todo lo que iba a suceder. Y sin embargo, Ovack no me había dicho nada.

Me mortificaba cómo era que esto subrayaba más los secretos que él se guardaba. Aunque, la verdad, no sabía por qué me decepcionaba. Él no tenía por qué compartir nada conmigo.

—Lax... ¿le has dicho a Ovack que mantenemos estas charlas?

Fue una pregunta inevitable. Y lo tomó desprevenido, su sonrisa parpadeó y de repente pareció incómodo, como si se tratara de un tema sensible.

Plenilunio (versión revisada)Where stories live. Discover now