26. Tardes de instrucción

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Había una corta lista de cosas que un creador jamás podría lograr. Una de ellas era conseguir crear alimentos que tuvieran buen sabor y además que fueran propiamente comestibles. Si uno creaba alimentos, estos podían tener una apariencia impecable pero sabían a diversas cosas, menos a comida. Y además, podías terminar envenenado por ingerir tu propia creación. Y aquella no era la única limitación de esta habilidad.

—Pero eso es ridículo, yo creé insectos ¿recuerdas? —le contrapuse un día, durante un almuerzo, en que él me señaló que era imposible crear vida.

—No estaban vivos, ¿qué insectos has visto que tuvieran esa sustancia viscosa y verde en el interior? —desestimó él con cierta condescendencia—. Los creaste por inercia y los hiciste moverse, pero no estaban vivos.

Lo pensé un poco. Sí... tenía razón, pero...

—¿Qué tal si lo que falta para crear algo con vida es convicción? ¿No que la convicción es importante?

Ovack levantó una ceja.

—Debes saber que existe una gran controversia sobre este tema en las universidades de la Noche Eterna —dijo a modo de anécdota—. Pero hasta ahora nadie ha podido crear vida funcional e independiente. A menos no una que sea orgánica.

—¿O sea que sí hay creaciones con vida inorgánica?

Ovack me miró brevemente, y por la lucecita enigmática que brilló en sus ojos grises, supe que había algo que quería mostrarme. Entonces, dejó los cubiertos a un lado, pues ya habíamos terminado de almorzar y me hizo una seña para que lo siguiera.

Nunca antes me había adentrado en su apartamento. Es decir, sólo conocía su sala y su cocina, el resto permanecía detrás de una puerta que siempre estaba cerrada. No había tenido curiosidad por esa zona hasta ese momento en que él me condujo al interior. Atravesamos un corto pasillo oscuro, el cual exhibía un único umbral, el que supuse, debía tratarse de su habitación. Porque ¿qué otra cosa sería?

Sin embargo, al abrir la puerta me golpeó una inundación de luz. Y luego de reponerme, me percaté que aquello no era una alcoba. Aquel recinto era más amplio que la sala y era evidente que se trataba de un taller... Un taller bastante peculiar.

Las paredes estaban tapizadas de anaqueles rebosantes de oscuras creaciones inidentificables. Había también una hilera de mesas largas, y en cada una estaban expuestas lo que a primera vista parecía ser chatarra, pero luego entendí que eran partes de un todo más grande, como si fueran construcciones a medio hacer. Eran todas creaciones negras, algunas eran metálicas, otras eran vidriosas, otras eran de materiales que no reconocía. Y mi atención aterrizó en la parte posterior del taller, pues detecté cierto movimiento. Como si hubiese allí un conjunto de animales negruzcos y relucientes.

Aquellas... cosas se contornearon al ver aparecer a Ovack, como un perro que se alegra al ver a su dueño, y se aproximaron a nosotros. Y a medida que se acercaban pude reconocer algunas de aquellas figuras... Unos colibríes, serpientes, cuervos y unos otros que correspondían a las formas de varios animales fusionados, como pequeñas quimeras.

—Descuida, no están programados para hacer daño —me dijo él cuando respingué al ver cómo aquella serpiente, que había atravesado toda la sala a una rapidez asombrosa, trepó por su pierna, rodeó su cintura y luego se enroló en su brazo.

Él parecía tan acostumbrado a eso que no dibujó el más mínimo atisbo de incomodidad. Los demás animales oscuros revolotearon entorno a nosotros, un rumor en sus movimientos se percibía ligeramente metálico. Y la serpiente negra observó brevemente a su creador y luego su atención se dirigió a mí.

Plenilunio (versión revisada)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ