22. Algo insultante

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—Pequeña Dala —me saludó cordialmente Aluz con un leve movimiento de la cabeza.

Él estaba sentado en el sillón de la sala y me descompaginó tanto verlo allí que por un momento olvidé devolverle el saludo. Ya no lo envolvía ese halo de desconfianza que había manifestado el día anterior, sino que se mostraba como siempre lo había hecho ante mí, amigable y apacible.

Cuando él me hizo el ademán de que me sentara en frente de él, lancé un recorrido visual por toda la sala y el vestíbulo sin pensarlo.

—Leo no está en este momento —me informó adivinando que lo buscaba—. Vendrá en unos minutos.

—Oh, ya veo —atiné a decir—. Y... ¿ya se ha... recuperado?

Hubiera preferido llenar ese silencio con más silencio porque de repente esa pregunta se me antojó ridícula. Sin embargo, Aluz asintió con normalidad, como si todos los días tuviéramos una conversación sobre personas drogadas.

—Leo ha insistido en traer... algo y quería aprovechar ese tiempo en tener una conversación contigo —dijo y no pude evitar percibir su postura como la que adoptaría un hermano mayor.

Aluz no pasaría de los veinticinco años, pero en ocasiones su semblante de una calmada seriedad le hacía ver mucho mayor y al mismo tiempo, inspiraba cierta confianza. Sin embargo, en ese momento, esas palabras mi hicieron dar un leve respingo. ¿Qué conversación quería tener conmigo? Ciertamente, no me gustaban mucho estos «Tenemos que hablar» de alguien mayor.

Asentí de manera cauta y él me contempló con cierta afabilidad antes de continuar.

—Voy a hablarte directamente, Dala —inició y su postura de pronto se volvió formal—. Lo que sabes de nosotros es peligroso, te sugiero que lo olvides y que no indagues en eso. —Estuve a punto de replicar pero él continuó. —Ya debes haber deducido que los dos no pertenecemos a este mundo y que buscamos algo en Orbe. Pues sí, así es. Llevamos mucho tiempo en esto, llevamos años, Leo más que yo, pero todo nuestro esfuerzo podría venirse abajo...

—Yo no diré nada —interrumpí, sentí que debía dejarlo en claro—. En serio, lo prometo. No diré nada.

Tenía que reconocer que las palabras de Aluz eran calculadas, no estaba revelando nada más allá de lo que yo podría saber. Pero me estaba hablando con la verdad, y tenía que devolverle la consideración.

—La verdad es que no tengo idea de qué es lo que buscan, pero estoy segura de que es para los mejores intereses de su mundo. No tengo ninguna intención de perjudicarlos —pronuncié casi atropelladamente.

—Y lo sabemos, pequeña Dala —cotejó Aluz con serenidad—. Lo que trato de decirte es que ya no te involucres más de lo que ya estás. Sigue colaborando en la división, sigue reforzando tus habilidades de creadora. Sólo sigue la corriente y pronto podrás terminar tu contrato con Orbe. Te ayudaremos, por supuesto, nosotros también nos estamos beneficiando con tu participación. Pero olvida todo lo que sabes, no indagues más. No preguntes nada. Lo digo también por tu propio bien.

Guardé silencio y volví mi vista a mi regazo. Era un consejo bastante sensato, pero era precisamente lo opuesto de lo que yo quería hacer. No sabía con exactitud porqué pero lo único de lo que estaba segura era que quería saber más.

—¿Incluso cuando tal vez... pueda ayudarlos? —me atreví a preguntar, ante lo cual Aluz arrugó involuntariamente su entrecejo en una leve expresión de consternación, pero se recompuso de inmediato.

—No, eso no —sentenció, acompañando esas palabras con un suave ademán—. Leo y yo coincidimos en que no te queremos involucrada en esto.

Los ojos claros de Aluz reflejaron firmeza y ni siquiera terminó de decir las últimas palabras para que supiera que lo que pedía me sería imposible de hacer. Tal vez era una tontería o una ridícula corazonada. Pero las palabras de Lax y lo estaba descubriendo... Tal vez todo era el resultado de una horrible casualidad, mi llegada aquí había sido orquestada por una desastrosa alineación de planetas. Pero ¿y qué tal si no lo era? ¿Qué tal si... había una razón?

Plenilunio (versión revisada)Where stories live. Discover now