—¿Por qué no? —emitió de forma despreocupada y luego compuso un gesto exigente—. Escucha, no estás siendo muy cooperativa, y así no son las cosas. O haces lo que te digo o te vas a tu casa.

Era oficial; en ese momento él no podía distinguir una buena idea de una mala, aunque las tuviera escritas en frente. Me sorprendía el universo de cosas que podía pasar por la mente de una persona reservada como él y también me estaba disgustando lo insufriblemente mandón que podía ser; en realidad, él era autoritario de por sí, pero nunca con cosas ridículas.

—Está bien —asentí con un suspiro frustrado, apretando los dientes—. Voy a prepararte el almuerzo, pero... —vacilé un poco, noté que su postura se volvía más amigable.

Hubiera querido agregar «pero responderás a mis preguntas», sin embargo, no estaba segura si es que era conveniente exponérselo de una forma tan directa.

—Pero me quedo hasta que Aluz venga.

—Quiero eso que trajiste el otro día, que tenía una salsa amarilla. Olía bastante bien —propuso al instante.

Luego de un par de minutos, acordamos que el supermercado no era lo más conveniente y que sería mejor si tomaba lo que necesitaba de la despensa de mi casa. Cuando estuve de regreso en mi cuarto con una bolsa repleta de pertrechos alimenticios y el portal de regreso tardó en aparecer, por un momento pensé que todo había sido un engaño para hacerme volver a mi casa. Sería una jugada de su estilo después de todo y me sentí algo tonta por caer de forma tan estúpida, pero finalmente el portal apareció.

El hecho de que él tuviera una cocina fue una sorpresa, pero menos sorpresivo fue el darme cuenta de que parecía que nadie la había usado jamás. A decir verdad, mis dotes culinarias eran bastante aceptables, pero no tenía tiempo para hacer algo gourmet; apresuré el paso para ganarle a la llegada de Aluz.

La situación era ridícula, debía de admitirlo, pero si estaba siguiendo el juego era para tener una oportunidad de saber algo más. No era seguro que una ocasión como esa se repitiera y ya había ganado bastante terreno al disuadirlo disimuladamente de la idea de hacerme regresar.

—Delicioso —opinó Leo cuando terminó, liberando también un suspiro de complacencia. Su plato quedó limpio como si lo hubiera lavado.

Por alguna razón, me asombró comprobar que él tenía unos modales impecables en la mesa, podría decirse que hasta elegantes. Me había quedado esos minutos en silencio sólo viéndolo disfrutar de su comida con movimientos muy naturales y educados. Pero una vez cumplido el capricho del almuerzo, pareció apaciguarse. De verdad, como un niño al que le dan un helado.

—Deberíamos hacer esto más seguido, ¿tú qué opinas?

Aquella propuesta me tomó desprevenida. Estuve a punto de responderle pero me percaté que había sido una pregunta retórica. Porque no esperó mi respuesta, sino que se relajó en su silla y comenzó a crear formas geométricas intrincadas en el aire, que se amotinaban entre sí para luego formar modelos a escala muy realistas de varias maravillas arquitectónicas, como la Torre Eiffel o el Taj Mahal.

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Plenilunio (versión revisada)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ