Capítulo 4: Huesos

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—Llamar a las autoridades —dice Asier con calma—. Vamos a entrar, aseguramos que los huesos estén allí. Y mañana Nahir ira con las autoridades y le dirá que su investigación la ha llevado a la hacienda de la familia Echeverría y exigirá una orden para que revisen el lugar.

—¿Realmente crees que me presten atención?

Me recojo el cabello en una coleta. Asier me observa pensativo.

—No, pero estoy seguro de algo se te ocurrirá.

—Eso, igual nos meterá en problemas —replica Otto.

—Da igual si puedo dormir la próxima noche —dice Asier iniciando una caminata que podría resolver una muerte o meternos en un gran problema.

Voy tras él. La entrada a la hacienda está a oscuras y vamos a tener que forzar el candado para poder ingresar. No es algo que no haya hecho antes, pero esta vez no es un cementerio a donde estamos intentando entrar. El candando fuera, Asier empuja una de las rejas, el chirriante sonido de las bisagras perturba el silencio.

Me parece increíble la quietud de la noche. Además de Kelly no hay ningún otro fantasma cerca, y es un poco extraño porque los lugares tan boscosos... Los pueblos suelen tener visitantes nocturnos. Se cuentan muchas historias en los pueblos chicos y esperaba, no sé, un poco más de ruido. Desplazo la mirada y solo encuentro árboles, nada que pueda ser inquietante.

Otto lidera la excursión directa hacia donde suponemos se encuentran los restos de Kelly. La pala sobre su hombro. Por cierto, la niña ha desaparecido. La busco por los alrededores con la mirada y no la encuentro, la pequeña, fantasma se ha esfumado. Eso es más extraño aun.

—¿A dónde fue? —inquiere Asier.

Se detiene impidiéndome el paso.

—No tengo idea.

Otto se ha adelantado bastante.

—No me gusta este lugar —musita alerta.

—Fue tu idea venir, amor —le recuerdo. Le doy un beso en los labios. Que bien se siente.

—Hagamos esto rápido. De verdad no me gusta este sitio. No sientes que es como muy silencioso.

Sí, eso me ha inquietado desde el primer momento en que cruzamos la entrada. La actividad espiritual de noche es más vivida e inquietante, pero hoy, no lo sé.

—Lo sé. Vamos.

Agarro su brazo y lo hago continuar. Otto ya se encuentra removiendo un poco la tierra con la pala. Nos toma unos buenos minutos alcanzar los restos envueltos en una bolsa negra. Está confirmado, alguien fue sepultado aquí. Entre Otto y Asier tuvieron que remover hasta la planta de cacao. Difícilmente vamos a poder evadir la responsabilidad de haber estado aquí antes que las autoridades. Tomo un par de fotos con mi celular, en estos momentos Lorenzo hace mucha falta. Su cámara siempre captura todo lo esencial, yo, por el contrario, soy pésima para tomar una foto... decente.

Una brisa helada me descalabra los huesos, ha salido de la nada y dejo caer el celular. Las copas de los árboles se agitan. No es miedo lo que siento, es más una inquietud sin sentido porque seguimos estando completamente solos en la oscuridad.

—¿Pasa algo? —pregunta Otto agachado con una rama en manos moviendo la abertura que le hizo a la bolsa negra.

—Yo creo que es momento de irnos.

Asier recoge mi teléfono y lo coloca en el bolsillo de su pantalón.

—¿A qué hora vienen los obreros a trabajar?

—Creo que nadie viene por aquí muy seguido —comenta Otto poniéndose de pie—. ¿Qué hacemos? ¿Lo dejamos así?

—No. Claro que no —dice Asier —. Acomodemos un poco, que no sea tan evidente por si alguien aparece a primera hora antes que la policía.

Médium. Beso a la muerte (libro 2)Where stories live. Discover now