Fue entonces el turno de Sétian y de Ulina.

Una particularidad de estos dos era que eran también duchos los sistemas de la Noche Eterna. Y bueno, si yo apenas podía entender cómo funcionaban los sistemas de cómputo en mi mundo, mucho menos comprendía qué rayos estaban haciéndole a la puerta.

Solo vi que al activar (y no supe cómo lo hicieron) la placa gris de la puerta, esta brilló en una luz blanquecina azulada y de pronto se proyectó una imagen tridimensional. Como un holograma de esos de Star Wars. Solo que esta parecía una especie de mándala geométrica giratoria. Ulina empezó a toquetear aquella imagen, la cual reaccionaba a sus punzadas táctiles, y lo que sí entendí fue que el holograma se tornaba súbitamente en rojo brillante para denegarnos la entrada en cada intento. Y Sétian estaba haciendo algunos cálculos con su propia tableta al costado de ella, para murmurarle alguna nueva combinación.

Mientras eso sucedía, Leo estaba tieso como una estatua, dándonos la espalda en una vigilancia estática.

—Hay un creador en el piso de arriba —murmuró Aluz con quietud, quien también estaba vigilando a su manera—. Acaba de crear algo.

—Apresúrense —ordenó Leo con suavidad.

—Esta puerta no se deja. Pero ya cae —repuso Sétian.

Me hubiera gustado hacerles porras a él y a Ulina porque yo era la única que no hacía nada. Pero de pronto, la luz del holograma se tornó azul y la puerta se abrió como una puerta normal, girando en sus goznes. Yo estaba esperando que se deslizara como en las películas futuristas.

En el instante siguiente, ya estábamos penetrando en la misma fila india aquel umbral, el cual nos llevó escaleras abajo y oscuro hacia un recinto cerrado. Aquel lugar no tenía ventanas y al encender nuestras linternas, encontramos un pasillo largo que contenía tanto en la pared derecha como en la izquierda, puertas sin picaporte sino con esa placa gris que Ulina y Sétian acababan de manipular. No obstante, nuestro objetivo no estaba en ninguna de ellas.

Seguimos de largo y encontramos al fondo de ese pasadizo una enorme puerta que tenía una serie de símbolos incomprensibles... De sisem, asumía yo. Y además, tenía la particularidad de tener dos aberturas cuadradas a cada costado. Si hubiéramos estado en medio de una cueva de tesoros, cualquiera hubiera llegado a la conclusión de que detrás de esa puerta se encontraba el más importante de todos.

Ulina y Sétian repitieron la misma faena con este portón. Tantearon por unos minutos con la proyección holográfica y por fin, esta dio luz azul. Pero la puerta no se abrió. Fue entonces que Leo se volvió ligeramente y me hizo un ademán con la cabeza, a lo que yo automáticamente obedecí. Habíamos ensayado eso también, hasta ahora, todo estaba aconteciendo tal y cómo lo habíamos establecido.

Aquella puerta tenía más seguridad que las anteriores porque guardaba objetos más importantes. Y era ciertamente peculiar porque solo podía ser abierta por dos personas al mismo tiempo. Dos creadores.

Nos colocamos cada uno en frente de las aberturas cuadradas. Y cuando él me hizo una seña afirmativa, los dos creamos al mismo tiempo un cuadrado perfecto que se amoldara y encajara en la abertura. Entonces el sistema se activó y a la altura de mi visión en la puerta, resplandeció una diminuta imagen con una forma arabesca y cuadrada. Era una seña de que debía replicar esa forma y encajarla de nuevo en el agujero, y eso hice. Entonces, apareció otra figura más en la pared, y otra, y otra, y otra más.

No podía distraerme porque esto para mí, que era una novata, requería toda mi atención. Sin embargo, Leo me había asediado con ejercicios más difíciles esos días. Intuí que a mi costado él estaba realizando la misma actividad que yo, pero con figuras diferentes y específicas. Teníamos que hacerlo al mismo tiempo y no debíamos equivocarnos porque si no el cerrojo no cedería.

Plenilunio (versión revisada)Where stories live. Discover now