—¿Dónde está Lisa? —pregunté extrañándome que la pequeña no estuviera por allí.

—Duerme en su habitación, estamos a solas tú y yo. —Hizo hincapié en eso como si pudiera asustarme o darme pavor.

Nada más lejos. No era la primera vez que nos quedábamos a solas, aunque era cierto que lo de esa cena me tenía realmente intrigada. ¿Tal vez me daría alguna noticia que no me agradaría?, ¿Quizá me habría buscado otro hogar?

No tardaría en descubrirlo, tal vez eso sería lo mejor para todos teniendo en cuenta que comenzaba a cogerle demasiado cariño a esa pequeña criatura que residía en aquella casa y también, el candor que me transpiraba sin pretenderlo aquel hombre.

—¿Debo esperar en mi habitación? —pregunté al sentirme extraña esperando mientras veía como él parecía estar de un lado a otro.

—Puedes sentarte en la mesa, enseguida voy.

Me extrañó que no requiriera mi ayuda, pero caminé forzosamente hacia aquella mesa con las luces de las velas prendidas y me senté en la silla que se encontraba frente a él, de esa forma podría verle en todo momento por si algo no me agradaba.

En cuanto lo hice, se acercó con una botella oscura y frente a mi comenzó a utilizar un mecanismo extraño para abrirla.

—Esto es un poco arcaico, pero me gusta saber que no se pierden tradiciones. Hoy día la mayoría del vino se comercializa hidrolizado, como casi toda la comida que podemos encontrar, soy uno de los pocos que aún busca estas joyas como reliquias y que sabe donde encontrarlas —comentó sin que preguntara nada al respecto.

Observé como vertía el líquido en dos copas de cristal y cogía la opuesta a la mía mientras me indicaba con un gesto que hiciera lo mismo.

—Eres la primera mujer con la que ceno a solas en cinco años.

—¿Quién fue? —pregunté por curiosidad.

Si no podía preguntar aquel tipo de cosas, él no pareció inmutarse.

—La madre de Lisa —contestó rápidamente vaciando su copa y alejándose tras dejarla en la mesa.

Pude percibir un leve tono de tristeza en sus palabras. Sabía por Margaret el destino cruel que había sufrido aquella mujer, prefería no recordarle ese horror a él, era evidente que fuera cual fuera el tipo de relación que mantenía con la madre de Lisa, parecía dolerle su recuerdo.

Unos minutos más tarde regresó con un plato lleno de multitud de colores. Parecía de lo más apetecible solo por el olor, mis ojos destellaban viendo aquel juego de tonalidades.

—Salmón fresco. Recién pescado esta misma mañana y acompañado de finas hierbas, salsa y verduras.

Parecía que a ese hombre le gustaba la comida fresca y no envasada como era el 90 por ciento de lo que encontrábamos en los supermercados y que llegaba al refugio. Bien era cierto que era más fácil de transportar, pero con la comida real se podían plantar vegetales que sirvieran para alimentarnos, sin embargo cada vez era más difícil encontrar las semillas para lograrlo, eso sin mencionar que podíamos cambiar de lugar y perderlo todo.

Solo una vez en mi vida pude comer pescado fresco. Recordaba esa vez en la que mi padre había logrado pescar varios atunes.

Por alguna razón que desconocí, Declan apagó las luces y repentinamente nos sumimos en la más absoluta oscuridad.

—Nunca he probado el salmón —dije siendo un hecho.

—Pues espero que te guste. ¿No has probado el vino? —preguntó sirviéndose más en su copa y vertiendo un poco más sobre la mía.

—Aún no —admití mientras me la llevaba a los labios y el sabor fuerte quemó mi garganta conforme comenzaba a toser.

—Al principio puede inundar tus sentidos, después te acostumbrarás al sabor nuevo y comenzaras a degustar la embriaguez de matices; madera, afrutado, acidez, dulzor...

¿De verdad se podía apreciar todo eso en aquel líquido? Yo solo había notado un sabor demasiado fuerte y no muy agradable.

—¿Tiene que gustarme? —pregunté.

Casi prefería seguir bebiendo agua que beber aquello de nuevo.

—Pruébalo otra vez. Ésta vez huele primero la copa, cierra los ojos y dime que percibes en el aroma.

Lo hice, pero yo solo notaba una mezcla de olores sin identificar.

—Huelo a... ¿Flores? —pregunté apreciando un dulzor extraño entre aquel olor fuerte.

—Muy bien, ese es el más fácil de reconocer, ahora pruébalo, pero no lo tragues enseguida, déjalo en tu boca un momento, deja que el líquido juegue con tu lengua, que recorra cada recóndito lugar de tu boca y después trágalo lentamente como si no quisieras hacerlo.

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C O H I B I D AWhere stories live. Discover now