Entonces mi mano vuela hacia su rostro sin yo poder controlarlo, aunque su mano es lo suficientemente rápida y ágil como para frenar mi futuro acto.

― Si me golpeas, te lo devolveré. ― advierte, bajando mi muñeca mientras la sujetaba con su mano. ― Y no creo que quieras eso. ― arranco mi mano de la suya con rabia.

― ¡Te odio! ¡Te detesto! ¡Este es el peor castigo que la vida podía darme! ― no dejo de gritar ni un segundo, pero no le importa. ― ¡Preferiría estar entre cartones antes que aquí contigo!

― No estoy dispuesto a convertirme en santa claus esta noche, por lo que no puedo hacer realidad ese deseo. ― chasquea la lengua con parsimonia. ― Ahora dúchate y acuéstate a dormir, mañana tienes clase.

― Que te jodan.

Lo siguiente que hace es tomar mis dos muñecas, arrastrándome a la fuerza. Le grito y trato de frenarme, pero es imposible. Todas mis ideas de que era un debilucho por ser tan delgado se ven opacadas ante mis intentos de liberarme de él, quien logra arrastrarme por las escaleras y el pasillo que lleva a mi habitación, hacia cuyo interior me empuja.

Golpeo con mis palmas sus manos con la intención de alejarle, pero al final consigue hacerme chocar contra la pared, haciéndome pequeña ante su altura y figura. Con una de sus manos sostiene mi cara por las mejillas, apretando y causándome cierta molestia.

― Si no te duchas, allá tú. Mañana tienes clase y una imagen que dar. ― de nuevo, acaricia mi labio inferior con uno de sus dedos. ― Ahora voy a encerrarte aquí, buenas noches cariño.

Se aleja de mi sin ningún tacto, cruzando la puerta, de cuya nueva cerradura no me habia percatado. Corro hasta ella cuando escucho algo girar, tratando de abrirla sin sentido.
Grito y pido que la abra, pero no surte efecto, por lo que ceso pronto en mis intentos en por sacar más a Russo de sus casillas si cabía posibilidad.

(...)

El uniforme que él había ordenado tener en esta casa ya estaba sobre mi cuerpo, perfectamente acomodado junto a la mochila en mis espaldas.
Dejo correr el tiempo hasta que quedan aproximadamente siete minutos para salir de casa, dejando mi habitación para dirigirme al piso inferior.

— Tienes el desayuno en la bolsa de papel, lo tomarás en el coche. — aparece en mi campo de visión, señalando la cocina. — Apúrate que vamos tarde.

— Hay tiempo aún...

— Tengo que ir a un lugar, ahora apúrate, mierda. — continúa su camino hacia uno de los pasillos inferiores con bastante nerviosismo, por lo que no interfiero.

Mi plan de no desayunar se ve opacado por un reciente apetito, por lo que me hago con la bolsa que el dijo y comienzo a comerme la dona que había dentro.
La acabo para cuando me grita, levando únicamente conmigo un brick de zumo. No digo una sola palabra mientras que estamos en el ascensor ni tampoco cuando ya estamos subidos en su coche, viajando yo en la parte trasera pues de copiloto llevaba un maletín extraño.

Bebo el zumo en silencio y admiro el trafico a mi alrededor, fingiendo prestar atención al exterior cuando él atiende una llamada en manos libres. Entrecierro los ojos no entendiendo de lo que habla hasta que no menciona un nombre de un tal Christian, momento en el que le miro.

Él corta la llamada y me observa a través del espejo retrovisor. Aparto la mirada y sigo bebiendo, obviando su bufido.

— Eres una cotilla.

— Ya sabía yo que eras narco... — murmuro, causándole gracia. De mientras, yo internamente solo podía pensar en que no se le ocurriese venderme ni nada de eso. — El Estado sabe que eres mi tutor, ¿verdad? O sea, si desaparezco me buscarían y serias el primer sospechoso ¿a qué sí?

INSTRUCTOR | Timothée Chalamet |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora