|Capítulo 12: Los milagros no mienten|

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Le respondió con un sonido grave de su garganta y tomó de la taza de café humeante que encontró en la mesada mientras lo seguía con la mirada, como quien intenta calcular una potencial amenaza.

Mikaela llevaba la cabellera suelta a la altura de los muslos, vestía tan solo un pantalón formal de color azul oscuro y el resto de su ropa era un intrincado arnés sobre su torso desnudo que bajaba por su cintura, el que utilizaba para llevar su arma siempre encima, pero ni siquiera tanto cuero y cabello lograban ocultar las cicatrices enormes que cruzaban su estómago. Eran comparables a una cantidad absurda de puñaladas y cortes superficiales, a ella le causaban malestar solo verlos.

El cazador detuvo su búsqueda para enfrentar el escrutinio de Génesis.

—¿Qué tanto mirás? ¿Te gusta lo que ves? —preguntó, alzó ambas cejas con una mano en su cadera.

—Pareces un pollo andrajoso —dijo, ella tenía la expresión vaciada.

Mikaela la miró indignado y la señaló con el peine que se acababa de quitar del bolsillo trasero de los pantalones.

—Demasiada sinceridad, roñosa. A veces es bueno mentir por una buena causa ¿sabés?

Génesis captó la amenaza y frunció el ceño.

—No dije que me disgustara —se corrigió, sin romper el contacto visual. El silencio se prolongó lo suficiente como para descolocar al cazador—. Lo odio —añadió ella, junto al ruido que hizo la taza vacía contra la mesada.

Mikaela no pensó ni un instante antes de responder con una sonrisa sombría.

—Yo también me odio.

Génesis todavía no había podido deshacerse de los fragmentos del sueño anterior, no solo sus palabras, el rostro de su padre la invadía. En la imagen los ojos verdes de Caos brillaban en contraste con la vergonzosa cicatriz que le cruzaba el párpado izquierdo, la piel irregular estaba repleta de grietas oscuras y lo dejaban ciego de un ojo. Ella reconocía la familiaridad que le producía ver las cicatrices de Mikaela, le molestaba encontrar que el muerto las exhibía sin más cuando su padre había encontrado en las mismas el foco de su inevitable degradación.

«Búscalos, mi niña, y quítales lo más valioso que tienen, así como ellos lo hicieron conmigo.»

Aquel pareció ser el fin de su conversación, Génesis se había perdido otra vez en el interior de su cabeza, pero se interrumpió al atrapar sin pensar la bolsa que le lanzó Mikaela y supo del error al percibir la burla en el tono de él.

—El lado bueno es que tenés tiempo de sobra para acostumbrarte a mí —declaró animado, mientras se abrochaba la camisa.

Ella desenvolvió la prenda que había adentro y lo observó con el ceño fruncido, la sonrisa de Mikaela se hizo más grande.

—Vestite, vamos a ir a cazar.

✴✴✴

—¿Era necesario? —El chillido del cazador la aturdió.

Tras ser depositados en la realidad  de ese oscuro callejón por el abismo de Génesis, Mikaela se inclinó sobre sus rodillas, todo el cuerpo le temblaba como una hoja mientras se cubría la boca con la mano en su intento burdo de no arruinar su impecable traje con el contenido de su estómago.

La muchacha parpadeó frente a la niebla oscura de su propia mirada y se alejó del cazador antes de que le vomitara encima. Su abismo todavía se aferraba a su costado, era vigía ciego que espera su descuido para clavarle una daga en las costillas. El frío ardiente se colaba a través de la tela de su incómodo vestido, alargó el brazo para indicarle que debía deshacerse y el espiral de humo se envolvió alrededor de su brazo para luego incrustarse en su piel con la fuerza de miles de agujas diferentes.

Génesis [La voluntad de Caos] [COMPLETA]Where stories live. Discover now