Manos entrelazadas

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La mayoría de los guardias los dejó inconscientes y amarrados, así que se dedicó a buscar en cada rincón de la casa, atento a cualquier ataque mientras estaba al pendiente de buscar algún sótano o algo en donde pudieran encerrar a una persona.

Había llegado al final del último pasillo con la decepción de no encontrar ningún rastro de Itadori cuando sintió la madera crujir bajo sus pies y hundirse un poco, había un espacio hueco.

Fushiguro se arrodilló, tanteando en esa zona hasta que logró alzarla como si fuera una especie de puerta pequeña y observó el interior.
Estaba oscuro pero se podían apreciar varios escalones que empezó a bajar con la ayuda de la linterna de su celular para no caerse.

Después de bajar cada escalón, sintió bajo sus pies el tacto firme del suelo y caminó derecho.
El espacio era estrecho, como un pasaje a una habitación secreta que, rogaba a todos los santos, estuviera Itadori confinado ahí.
Continuó alerta, invocando a su perro demonio para que le guié el camino, y cuando finalmente el pasaje termino palpó con sus dedos sintiendo la madera de una puerta que destruyo con ayuda de sus shikigamis.

Lo que vio en el interior parecía una habitación para un tipo de sesión espiritista o invocación de un demonio. La pared, el techo e incluso el piso estaban llenos de talismanes de protección.
El papel amarillento iluminado por las linternas tradicionales japonesas, no tenían kanjis escritos a pincelazos rápidos eran un montón de símbolos extraños e inentendibles, la silla posicionada en el medio de todo, y el chico que estaba ahí con las manos apresadas detrás del espaldar de la silla sujestas con cuerdas trenzadas fijadas al suelo era todo lo que se podía ver en esa habitación.
Y el corazón de Fushiguro golpeó.

- ¡Itadori! - no se dio tiempo a mirarlo a detalle, corrió hasta las cuerdas sacando una arma impregnada en energía maldita y comenzar a cortar, notando como la cuerda era protegida por un ritual para evitar un posible escape. - ¡vamos tenemos que salir rápido de aquí!

- ¿Fushiguro? - escuchar la voz rasposa y decaída de Itadori le descompuso un poco pero continuó golpeando con toda sus fuerzas la cuerda. Se escuchaba cansado, deprimido, sin vida - ¿Que haces aquí? -

- a pues nada solo quería saludarte - comentó con sarcasmo escuchando una pequeña risa por parte del pelirosa. - ¡obviamente vine a salvarte el trasero, idiota! -

La suave risa se detuvo y lo único que podía escuchar era el sonido de la cuchilla cortando el aire impactando en la cuerda que más parecía un bloque de concreto.
Por un momento, su vista se desvió a Itadori observando su espalda y su cabeza gacha.
Él no movía ni un dedo para liberarse.

- te importaría ayudar, no tengo la fuerza animal que tienes tú - el otro no se movía. - oye, tenemos que irnos, van a matarte si nos quedamos más tiempo.

- Estoy bien con eso -

Los movimientos desesperados del pelinegro cesaron abrupta mente ante esa pequeña oración que le dejó atónito.
Sus manos temblaron ligeramente.

- ¿de que estás hablando?

- si me ejecutan será lo mejor - dijo el otro alzando un poco su tono de voz, dejando ver lo decidido que estaba.
- la gente muere por mi sola existencia, no puedo.... no p- puedo dejar que mueran más personas por culpa de Sukuna... y mía.

Un sollozo se escapo de los labios de Itadori, y Megumi sabía que algo como eso pasaría algún día.
Su amigo tiene un corazón lo suficientemente blando, una alma pura y amable que al final había terminado siendo cruelmente aplastada, corrompida, asesinada.
Todo lo que vivió en ese incidente fue un infierno para él, las cifras de vidas que se perdieron eran rídiculas y ahora su corazón aplastado soportaba el peso de una culpa que no debería llevar.

- no fue tu culpa...

- ¡lo fue! ¡se supone que tengo que controlar a Sukuna pero él mató a tanta gente porque yo no pude hacer una cosa bien!
Gritó con lágrimas en los ojos, arrepentido por lo que no había podido evitar.
-  las vidas que se perdieron por mi culpa son más que las que pude salvar.

- solo déjame aquí, si muero será lo mejor yo...

- ¡DEJA DE DECIR IDIOTECES! - gritó sin medirse, haciendo que el de orbes castaños diera un pequeño salto en su lugar pero sin girarse a verle a la cara.

- ¿te crees un superhéroe o algo así? Nunca podrás salvar a todos, siempre habrá gente que morirá a manos de las maldiciones y eso no se puede evitar - tomó una bocanada de aire, sintiendo un enorme nudo en la garganta.
- No podemos evitar que la gente muera, nos toca tomar decisiones difíciles arriesgando nuestra vida, perdemos compañeros, familia, amigos, porque no somos héroes somos hechiceros. Verás a muchos morir frente a tus ojos pero solamente debemos aceptarlo e intentar superar porque nos necesitan Yuuji.

El mencionado lo volteó a mirar cuando su voz se quebró al pronunciar su nombre y las lágrimas bajaban por su rostro, gruesas y brillantes, cargadas del dolor y la desesperación que había sentido en las últimas semanas y no pudo liberar hasta ahora.
Porque dolía que él quiera morir. Dolía demasiado que él quiera dejarlo solo.

- somos los únicos que podemos luchar contra ellos, por eso nos necesitan, no podemos fallar, podemos llorar, sufrir, herirnos, caernos, pero debemos ponernos de pie porque aun si el número se gente muerta supera al número de gente que salvaste, lograste ayudar a alguien y siempre habrá gente que lo necesite. Eres especial, Yuuji - su garganta dolía, su pecho ardía, el cuerpo le molestaba a horrores y a pesar de su voz temblorosa necesitaba seguir, que sus palabras alcanzarán a Itadori, que él entienda que bajo ningún concepto el debe morir. No era bueno para expresarse, decir lo que siente y dejar fluir sus emociones libremente, pero estaba haciendo un intento por alcanzar el corazón de su amigo y que entre en razón.

- Eres especial Yuuji - repitió - por eso  debes vivir, por la gente que necesita tu ayuda, por Gojou- sensei, por cada persona de la academia, por...

Vive, vive por mí.

No espero a que le responda algo, dejo salir el nuevo flujo de su energía maldita y empuño el arma, dando un golpe que corto con éxito lo que mantenía preso a su amigo,  y no espero más, cuando Yuuji se deshizo de los pedazos de cuerda en sus extremidades, lo tomó de la mano, corriendo por el pasaje oscuro y subiendo la escalera como podían.

Al llegar a la superficie, la luz solar les golpeó en la cara, obligando a Megumi, que se había acostumbrado a la oscuridad de ese cuarto, llevar su mano hacia su rostro y entrecerrar sus orbes de mar incapaz de aguantar la brillantez de la mañana.
Sintió la mano de Itadori envolver la suya y tirar de él, comenzando a correr, tomados de la mano, por los rincones de aquella casa para encontrar la salida.

- Fushiguro - le llamó, y Megumi elevó su mirada, fijando su vista en la espalda de itadori, en sus cabellos que se alborotaban con el viento, en sus manos juntas. - viviré, te prometo que tendré una larga vida.

Y su corazón se sintió completo de nuevo, a pesar de que ahora marchaban a un camino incierto siendo traidores. Posiblemente esto que había hecho solo aumente puntos para matarlo, pero no pudo quedarse sin hacer nada por él, no pudo hacer la vista gorda y dejar que muera.

Y se sentía feliz ahora, ya no sentía la soledad asfixiándole, disfrutando de la calidez de Itadori contra su palma, su corazón.

En sus manos fuertemente entrelazadas.







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