La sangre de los Farkas (capitulos 1 y 2)

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Apenas podía ver, pero intuía lo suficiente para darme cuenta de que avanzaba por un estrecho y  húmedo pasillo. Notaba el chapoteo sordo de mis pies en aquel suelo fangoso. Tan sólo habría un metro de ancho entre las paredes y tenía que ir apoyándome en ellas debido a mi estado. Aquellos muros estaban recubiertos de un moho que resultaba helado al tacto, sensación que, acentuada por la oscuridad, era muy desagradable. Aparte de mi honda respiración, únicamente podía escuchar un lejano goteo que anunciaba que a aquel angosto corredor todavía le quedaba un trecho. 

Tras avanzar costosamente durante unos minutos, terminé por chocar de frente con aquel obstáculo liso y frío. Palpé aquello con la palma de mis manos y deduje que se trataba de una puerta de metal. Había una especie de aldaba sobresaliendo en su lado derecho. Tenía la forma de una gran argolla redonda. La así con fuerza, con la intención de estirar y abrir el portón. Sin embargo, la solté inmediatamente y decidí sentarme un instante, dejando que mi espalda resbalara poco a poco por aquella fría puerta. Necesitaba un momento de respiro. El dolor del pie me estaba matando. Extendí la pierna buscando algo de alivio, aunque solamente logré una ligera mejoría. Fue entonces cuando me di cuenta de que estaba llorando. Nunca debí haber llegado hasta allí. Nunca. Teníamos que haber huido antes de que todo esto sucediera. Pero ya no era momento de abandonar. Tenía que entrar. Tenía que atravesar aquella puerta.

                 CAPITULO II. EL VIAJE

Aquella noche, la última que íbamos a pasar en la ciudad, la luna llena se vistió de rojo carmesí. Parecía una gran yema colgada en el universo, el gran ojo sanguinolento del cosmos observando a la humanidad desde su atalaya. Este fenómeno astronómico, que no deja de ser una especie de eclipse que se produce cuando la tierra se interpone en una determinada posición entre el sol y la luna, ha aterrorizado al ser humano desde el principio de los siglos. A pesar de su evidente causalidad científica, durante muchas eras fue interpretado como un síntoma de muerte inminente, como la antesala de la visita de la sangre, como un mensajero de malos augurios venideros. No obstante, su frecuencia es tan escasa que pueden pasar varias décadas hasta que vuelva a suceder de nuevo. Aquellos afortunados que pueden observar la luna con su velo encarnado, no la olvidan jamás. Porque hay cosas que no se olvidan jamás. Se quedan grabadas en la retina.

Ahogué la leve tos que me sobrevino tapando la boca con mi mano. Posteriormente, apagué en los posos del café el último cigarro que iba a fumar en mi vida. Apoyado en el quicio de la ventana, vi diluirse el humo de la última calada ante la presencia de la bola roja. Aquella neblina grisácea, que apenas duró un breve suspiro expandiéndose frente a mis ojos, le imbuía al fenómeno una aureola todavía más misteriosa. Desde allí podía vislumbrar bastante movimiento en las casas colindantes. Padres e hijos asomaban sus cabezas por aquellas ventanas iluminadas, rompiendo la tranquilidad que habitualmente reinaba en la calle a aquellas horas. Sus murmullos de asombro y sus risotadas alegres rebotaban entre las fachadas e iban a morir a mi habitación. No pude evitar cierta sensación de envidia ante aquel jolgorio. Kate llevaba ya acostada un buen rato. Hoy, como sucedía últimamente, apenas habíamos cruzado dos palabras. Quizás no fueron dos y sólo fue una. Ni siquiera soy capaz de acordarme. Volví a mirar por última vez hacia el cielo y comprobé que, sin haber sido invitado a la fiesta, un tupido batallón de nubarrones negros se había presentado de repente. Cubrió con la opacidad de su negrura el fulgor rojizo de aquella extravagante luna que, en clara retirada, sólo era ya una tenue mancha encarnada. Cerré la ventana y volví a la cama. Estaba realmente cansado y al día siguiente nos esperaba un día muy largo. Allí tumbado, acordándome de ella una vez más, el peso de mis párpados resultó enseguida insoportable. Estaba profundamente dormido cuando aquel trueno casi metálico estalló en mitad de una noche ya sin luna.

La sangre de los Farkas (capitulos 1 y 2)Where stories live. Discover now