Capítulo 43

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Mikhail


Aprieto con cuidado las muñecas de Adán, reteniendo sus brazos por encima de su cabeza. Me inclino sobre él, rozando sus labios con los míos, tentándole, haciéndole suspirar por lo que no le doy.

—Dime, ¿serás sólo mío? —gruño impaciente.

Siento su dura entrepierna bajo mi trasero al estar sobre ella, y después de que haya dicho que quiere metérmela, necesito la respuesta para cumplir su deseo.

Gime cuando me muevo y rozo su erección.

—S-sí... —susurra casi implorando lo que viene.

No necesito más. Le beso con intensidad y suelto sus brazos, así que lleva las manos a mi culo, el cual acaricia tras colar las extremidades bajo el pantalón; al ir sin calzoncillos, porque en casa estoy más cómodo así, le es fácil llegar a mi ano y mimarlo con un par de dedos.

Me separo el tiempo suficiente de quitarme la ropa; no quiero nada que le impida manosearme todo el cuerpo, y aprovecho para coger el lubricante.

Nuestras lenguas juegan al mismo son que él me humedece entre caricias, hasta que lo siento invadiéndome, entonces me separo para controlar mi voz, que escapa en un suspiro de placer.

—¿Te gusta? —pregunta, no sé si por ir con más cuidado o por jugar.

—Sí, sigue..., sigue...

Escondo el rostro en su hombro, dejando que mis gemidos mueran en su piel. No puedo evitar mecerme con el vaivén de sus dedos. Mi paciencia se está agotando, y no puedo dejar de pensar en que me la meta, en que me dé placer; hacía mucho que el sexo había dejado de ser delectación para ser sólo trabajo, así que mi cuerpo, al volver a sentirse tan lleno de calor, está ansioso.

Al alzar mi cuerpo para que Adán llegue bien a mi intimidad, puedo colar la mano para yo alcanzar la suya; agarro con firmeza su erecto y cálido pene, pensando que lo quiero dentro y, a la vez, lo devoraría sin compasión, tragándome hasta la última gota de su orgasmo; pensamiento que me enciende aún más.

Me muevo, retiro la mano de Adán de mi ano y bajo mi trasero, manteniendo su pene vertical, notándolo rozar esa zona ya sensible tras ser estimulada.

—Mm... —gruño, apretando los labios al notar como el glande se está colando lentamente dentro.

El sonido del teléfono nos descoloca. Adán me aparta.

—Cógelo, no vaya a ser importante.

—Vaya mierda —mascullo, haciendo que él ría sutil. Respondo al maldito aparato con tono irritado—: ¿Sí?

—«Siento molestar» —dice una mujer con firmeza, como si no le importara mi enfado—. «Fran me ha pasado este número para contactar con Adán. Soy Lola, su jefa. ¿Podría hablar con él?».

—Sí, claro. —Enciendo la lámpara de la mesilla, cegándonos a ambos—. Es para ti. —Le paso el teléfono.

—¿Mm? —Lo acepta y responde—: Oh, Lola, buenos días... Ajá... Claro, ahora me pongo... No te preocupes, igualmente pensaba trabajar un rato... Ya, ya sé que me diste el día libre, pero no puedo estar sin hacer nada... ¿Eh? —Veo como sus mejillas se sonrojan y su gesto se vuelve tímido—. S-sí, e-estoy en bu-buena co-compañía... —Se oye una risa divertida al otro lado—. Va-vale. En un rato te mando eso... Chao. —Me mira implorando perdón—. Lo siento, tengo que...

Me acerco y le beso despacio. Al separarme, le sonrío.

—¿Te apetece café?

—Sí, gracias.

La tentación de AdánWhere stories live. Discover now