Capítulo 75

32 7 0
                                    

Mikhail


Después de dejar a Adán, vuelvo a mi piso. Saludo a los pequeñajos peludos, pensando en lo mucho que me ha fastidiado negarme a subir con él.

—Algún día viviremos todos juntos, ¿verdad? —pregunto sin esperar respuesta, claro; si uno de los gatos contesta salgo por patas.

Me dedico a limpiar un poco, porque no puedo estarme quieto cuando le doy a la cabeza. Pese a que todo ha ido bien en casa de mi madre, el hecho de haberle dado un disgusto con lo de Masha me ha dejado tocado. No puedo dejar de pensar en que soy culpable de hacerle daño.

Queda un rato para entrar a trabajar, y viendo que limpiar no me funciona, decido enfrentarme a mis demonios. Cojo el coche para ir al hospital. Pregunto por la habitación de Masha en recepción y subo a planta. Llamo a la puerta y entro.

—Hola —digo al verla.

Me gira la cara. Está enfadada, y no me extraña. Tiene la cara hinchada, un par de moratones y a saber qué más bajo la ropa.

Decido acercarme y sentarme en la silla que hay junto a la cama.

—Aunque sé que no lo quieres oír, te diré que lo siento. —Dibuja mala cara y sigo—. Pero, pese a eso, también he de decirte que te lo has buscado. Me has metido en un follón de la hostia.

—Sí, vale, ya lo sé —exclama enfadada—, pero si ya tenías el dinero...

—No te atrevas a decirme lo que debía o no hacer —gruño de malas—. Me he prostituido durante veinte años por pagar tus putas deudas, a cada cual más alta y más jodida.

—Yo no te lo pedí.

Me levanto y la agarro de la nuca con fuerza. Pese a que sé que es la adicción la que habla, a veces, saca lo peor de mí.

—Ni jodida falta que hacía. Amenazaron a mamá, a Sergey y a los niños. O pagaba o pagaba, no había más opciones.

La suelto y me aparto, yendo hacia la ventana para calmarme.

—¿Es por eso por lo que me vendiste a Julio?

—¡No me he vengando, joder! —La miro con rabia—. Esto no era por ti, y es muy cruel que insinúes eso. Me he ganado el derecho de vivir mi vida, de tener una pareja, un futuro y una maldita esperanza.

—¿Y ha tenido que ser a mi costa?

—¿A tu costa? ¡Tú has vivido a mi costa veinte años! Sí, le dije a Julio tu dirección, ¿sabes la razón?

—No.

—Mi novio compró mi libertad. Puso todo lo que tenía para pagar la deuda y para que Julio no vuelva a nuestras vidas. Julio aceptó el pago, que para él no era mucho, pero me pidió tu dirección para cerrar el trato.

—¿Y no podías haber esperado a reunir más?

—Dios... —suspiro, intentando ser paciente—. Es imposible hablar contigo. Mira, me da igual si lo entiendes o no, pero esto se acaba aquí.

—Ya, me sé esa canción.

—No, esta vez te lo digo en serio. —Mi mirada la llega a asustar—. Drógate, mátate, métete en los problemas que te dé la gana..., pero, como involucres a alguien de la familia, reza todo lo que sepas, porque iré a por ti.

Masha traga con fuerza. Me conoce muy bien, así que sabe de lo que soy capaz.

—Soy tu hermana...

—Ahora mismo no, ahora eres una adicta, un problema y un peligro. Te hemos dado todo lo que teníamos y todas las oportunidades que podíamos. Ya no nos queda nada: ni paciencia, ni dinero, ni fuerzas... No apeles a que eres una de la familia, porque no has actuado como tal.

No dice nada. Se traga las lágrimas y me gira la cara.

Viendo que la conversación ya no da más de sí, me dirijo a la puerta.

—¿Vale más la pena ese hombre que tú propia hermana?

—No, vale más la pena vivir mi vida que salvar la tuya cuando tú no pones de tu parte. No voy a volver a verte, y no quiero saber nada más de ti. Pero recuerda bien lo que te he dicho antes. No era un farol.

—Lo sé.

—Pues más te vale desaparecer de nuestras vidas hasta que soluciones tus problemas.

Me voy. Ya he dicho todo lo que tenía que decir, y sigo creyendo que no ha servido de mucho, porque ella no controla su adicción, lo que me da un miedo tremendo, porque si mi amenaza no surte efecto, temo que, una vez más, nos meta en problemas a todos.

No queda mucho para empezar el turno de trabajo, así que me voy a La vie en Rose.

Nada más verme, Rose cambia la cara.

—¿Qué ocurre, querido?

—He ido a ver a Masha.

—Mm...

—Sí, ha sido una conversación muy desagradable. Le he dicho que si vuelve a ponernos en peligro...

—Tranquilo, mi niño —musita mientras me acaricia el brazo—. Anteponer tu vida y la de tu familia a la suya es lo correcto.

—Bueno, a mí me ha dejado con un mal cuerpo impresionante.

—Que sea lo correcto no quiere decir que sea fácil ni agradable.

—Ya... Me siento agotado.

—¿Quieres irte a casa?

—No, estoy bien.

—Cariño, no lo estás, así que no tienes que...

—Quiero trabajar. Llevo mucho tiempo deseando esta vida, así que no quiero que, por una maldita conversación con mi hermana, dejar de lado lo que me hace feliz.

—Está bien; pero descansa todo lo que necesites durante el turno, ¿de acuerdo?

—Te lo prometo.

—Ve a prepararte, va.

El trabajo me distrae. Cada vez me siento más cómodo, sobre todo cuando llega Adán. Hablamos cuando tengo un rato, y me hace sonreír cada vez que lo miro. Durante mi descanso, me meto con él en mi... Creo que ya podría decir: en nuestro rinconcito privado. Nos sentamos en el sofá. Me acurruco con él, acabando con la cabeza sobre sus piernas.

—¿Va todo bien, amor?

—Sí. Bueno... He ido a ver a Masha y ha sido... duro.

Acaricia mis cabellos con dulzura.

—Si necesitas hablar...

—Lo sé. Gracias, amor, pero ahora no me apetece.

—Está bien. Ya sabes que cuando quieras, aquí me tienes.

—¿Soy mala persona por darle la espalda?

—No le das la espalda, simplemente ya has dado todo lo que podías. Nadie puede pedirte más.

—No sé qué sería de mí sin ti —digo cansado, cerrando los ojos por lo a gusto que estoy.

—Eres un hombre increíble, no me necesitas para nada.

—Te equivocas... Tú eres mi esperanza...

—No sé si llego a tanto, pero sí que sé que soy el hombre que te ama con toda su alma.

—Mm...

—Descansa,amor.

La tentación de AdánOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz