Capítulo 3 - Entre las cenizas puede quedar algo de fuego

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Un gran temblor asustó a Seth, el cual estaba sentado en la mesa de su escritorio mientras comía dulces robados del comedor. Todos los muebles de la estancia empezaron a temblar notoriamente al ritmo de pasos, avanzando gradualmente hasta el cuerpo asustado de éste. El pelinegro, al darse cuenta de lo que estaba pasando, dejó lo que estaba mordiendo a un lado, atragantándose lo poco que había conseguido tragar, y se echó al suelo con el fin de refugiarse debajo de la mesa.

Su respiración se aceleró rápidamente, nunca habían sufrido un terremoto, aunque sí habían hecho varios simulacros en el colegio para explicar qué se debía hacer en caso de que hubiera uno. Al ver que no paraba se agobió, todos los muebles se estaban acercando a él en cada vibración y parecía que aquello no iba a tener jamás fin.

Tras una espera interminable deseando que todo acabara, sin saber cómo, se le echaron todos los muebles encima y despertó de su pesadilla.

Al abrir los ojos su cuerpo se tensó y se puso alerta. Miró por todo su alrededor, pero los muebles seguían en su sitio. Había sido un sueño, un maldito sueño. Seth no solía tener pesadillas, pero cuando le poseían, eran muy intensas. Su cuerpo estaba empapado en sudor y aún se agitaba al ritmo de aquellas pisadas.

Pocos segundos más tarde hubo una perturbación en su cama, asustándose de nuevo. Giró rápidamente su cuerpo hacia donde provenía preparado para atacar. En cuando lo hizo, recibió un manotazo de Vicent, el cual se estaba moviendo espasmódicamente a pocos centímetros de él. ¿Qué era lo que le estaba pasando? Al menos el aspecto de gato gigante humanoide ya se le había ido por completo. El pelinegro relajó el cuerpo al ver que no era una amenaza.

–¡VICENT! –gritó lo más alto que pudo, aunque no era mucho pues tenía la garganta seca.

Agarró las sabanas y las echó hacia sus pies para poder ver mejor qué le estaba pasando al castaño y ahí pudo observar con claridad que donde había dormido también estaba empapada en sudor, al igual que su compañero de sueños. Le agarró por los hombros intentando reducir sus movimientos y evitar otro golpe. Luego le zarandeó para que despertara.

–¿Qué te pasa Vicent? Despierta hombre–dijo con más intensidad en la voz, lo que le provocó un punzante dolor en uno de sus costados.

Ya no se acordaba que el día anterior le había producido unas heridas importantes por todo su pecho y espalda. No quería pegarle, ya se sentía muy mal después de la bofetada que le pegó hacía pocas horas. Vicent empezó a llorar exageradamente mientras seguía intentando moverse con todo su fuerza. El contrario, para evitar que se escapara de su agarre, se sentó encima de las piernas del contrario y dijo en voz alta–Bueno, por un pellizco no me vas a matar– y eso hizo, en uno de los mofletes.

Vicent reaccionó al segundo abriendo los ojos como platos, asustado y confuso. Ver como Seth estaba sentado encima suya de manera un tanto, como decirlo, provocativa no ayudaba a su estado de conmoción. El castaño desvió su mirada a sus partes íntimas, las cuales rozaban con el cuerpo de Seth de tal forma que estaban haciendo que su erección se hiciera aún más patente. Volvió a observar al contrario y gritó a todo pulmón pues se estaba pensando lo peor. Esto hizo que Seth, del respingo que dio, cayera hacia uno de los lados nervioso y se llevó una buena patada en sus partes.

¿Qué era lo que le pasaba a ese chico? pensó Seth llevándose las manos hacia donde pronto le iba a matar de dolor. Como si no tuviera suficientes magulladuras, ahora iba a estar todo el día con un dolor de huevos considerable. Lo que le faltaba ya, parecía un viejo con todo el cuerpo lleno de dolores. Se levantó y echó el puño al aire, dirección al contrario, cansado de que le hiciera daño cada dos por tres.

Mariposas de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora