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No fue tu perdida. Estoy casi seguro que no fue eso. Pero desde que no estás algo me molesta. Es esa desagradable sensación de que sientes que te falta algo que es tuyo, o que has perdido algo importante. Pero no puede ser eso porque tú siempre me dijiste que nadie era de nadie. Y yo te creía y por eso pensé que no importaba, porque nunca me habías pertenecido. Porque como dijiste, nadie es de nadie, ni tú eras algo mío, ni yo fui algo tuyo.

Y en la claridad del día Laura me preguntó si yo me sentía triste. No supe qué responder, no porque yo no supiera lo que sentía. Y sí, creo que me sentía triste.

- ¿Puedes estar triste, lo sabes? - dijo.

- Lo sé

- ¿Lo estás, verdad?

No quería mentirle. Quería decirle que me sentía triste, pero... ¿Y qué? No quería dejar de sentirme así. Cuando estaba triste siempre estabas en mis pensamientos. Y yo no quería dejar de pensar en ti en esos momentos.

Ella guardó silencio. Laura a veces se callaba, porque creía que si guardaba el suficiente silencio algo sucedería.

- ¿Tú estás triste, Laura?

Te pregunté porque realmente quería que me dijeras que sí. Que en tus pensamientos Ella también estaba. Que querías recordarla tanto como yo.

- Intento no estarlo.- esa fue tu respuesta.

Sé que no debía, pero aquella replica me molestó. Quería pedirle perdón por lo que sentía, porque me mortificaba saber que yo deseaba la tristeza de Laura.

Y volvió a guardar silencio. Un momento, mientras el sol se escondía tras unas nubes. Yo las miré y pensé que el cielo no parecía un mal lugar. Parecía placentero.

-¿Estás bien?

-Sí.

- ¿Seguro?

No dejé de mirar las nubes hasta que salió de nuevo el sol tras ellas. Me sentí terriblemente triste. Y pensé en ella. La tristeza siempre me la regresaba. De una u otra forma estar triste no era lo peor de todo esto.

- Noah...

Dijo mi nombre. Bajito, como un susurro. Y yo la miré, a su vestido de flores, a su cabello negro y largo y a las pecas que bailaban en su cara. Miré a sus ojos azules maquillados.

Pero no, yo no veía a Laura.

- Ella murió.- sentenció mi acompañante.

Quise llorar. Quise llorar tanto parar poder parar esa sensación de haber perdido algo que siempre fue mío. De verdad sentí que me ahogaba.

Como tú, cuando decidiste irte.

***

No está. Ella no está. Si Ella estuviera aquí seguramente sonaría en el coche alguna canción más alegre. Tengo un pésimo gusto musical. En mi repertorio solo hay música que te dan ganas de llorar, pero a mí no me hacen llorar, más bien, me distraen de la tristeza. Ella siempre me daba un manotazo en el hombro por lo triste que decía que era subirse a mi coche.

Ella no estáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora