Capitulo 2 - La investigación

38 3 2
                                    

Cuando el teléfono sonó rompiendo la serenidad de su sueño, la resaca le golpeo duro, haciéndolo una tortura. Para John Constantine había cosas peores que un terrible dolor de cabeza tras una larga noche de embriaguez. No alcanzó el teléfono, en último momento perdiendo la llamada y soltándole una maldición mientras revisaba las llamadas perdidas. Robert Wright.

¿Qué quería ahora ese ególatra?

Decidió dejarlo en la ilusión que seguía no disponible. Él ya no podía disponer de su tiempo a su antojo, aunque fuera por estar recuperándose de una borrachera. Necesitaba un café y un buen baño, pensó, aun si había mejores métodos para él para quitarse la resaca, ese día necesitaba recuperar la sobriedad.

El aroma del café de la máquina comenzaba a despertar sus sentidos y abrió sus ojos. Su departamento parecía a primera vista un desorden por tantas cosas que había, y la falta de decoración, pero tratándose de él mismo, era mejor, sólo así sabía él donde tenía cada cosa. El maltrecho espacio no era más que el resultado de sus constantes investigaciones y consecuentes salidas a campo, como le gustaba llamarles a sus incontables ladrillos que habían construido hasta ese día su carrera, hasta llegar a ser el no tan afamado Dr. John Constantine.

Resintió, al acariciar su aun adormilado cuello, que un descanso era algo que su cuerpo comenzaba a demandarle, por ello el millonario tendría que esperar.

Hacía poco que su carrera había tomado un giro que le llevó a un tremendo esfuerzo. Después de todo había pasado de ser un historiador y afamado matemático a ser quien abriera en la universidad de California la escuela de investigación de lo sobrenatural. Le habían llamado un loco o que había perdido la cabeza. Un genio que tiene una mala pasada, o un hombre brillante pero poco serio. Oh, John, no bromees con eso por favor, le dijo su exmujer, antes de que lo fuera, cuando le mencionó la idea.

Un golpe duro que había intentado olvidar a tragos de whisky y de ron. El amargor y el cómo ardía la bebida en su garganta no se comparaba a la tremenda desilusión que un joven Constantine enfrentó al darse cuenta que no todos compartían su visión. Tantas veces se miró al espejo, como ahora lo hacía antes de darse un baño, aunque su semblante era diferente: aquel cristal había visto el rostro ebrio y lleno de dolor, uno horrendo que pretendía fingir que pertenecía al de sus más profundas pesadillas en un intento de dejarlo en el oblivion. En otras, se veía molesto consigo mismo, o sin luz en sus ojos tras el divorcio. ¿Que si aún se preguntaba si había valido la pena?

Sí, lo había hecho. ¿Por qué cuestionárselo aún?

Debía ser la resaca...

Tras su primera tesis de maestría sobre demonología, donde con ayuda de un clérigo llamado Ian Welschestire, presentó no solo su tesis, sino que la demostró, sobre la conducta de un daemon y sus invocaciones. Aquello ahora le parecía un divertido recuerdo de cuando era un niño, a comparación de ahora tras los años. Thomas, uno de sus ayudantes de la tesis, había grabado el suceso para evitar cualquier objeción sobre lo acontecido, que no fue necesario ya que los miembros del coité no tuvieron más que tragarse sus palabras aun sin admitirlo.

Habían pasado cerca de diez años, y ahora era decano de su propia escuela dentro de la universidad. Poco había cambiado. Demonología, criptozoología y estudio de los fenómenos meteorológicos sin explicación, hacían falta detalles como la construcción de un plan de estudios para las formaciones en maestría y luego doctorado. Todo aquello se vino en los años, reduciendo su alcoholismo sin eliminarlo, pero si al vago recuerdo de quienes lo abandonaron, aun si aquel término no le gustaba del todo.

Volvió a sonar el teléfono. Suspiró, deteniendo sus manos de secar sus cabellos rubios y salió de la vaporera que era su cuarto de baño para tomar el teléfono. Robert Wright una vez más...

No podía seguir fingiendo inexistencia con ese hombre.

•≫────≪•◦❈◦•≫────≪•

—Bien Robert, ¿Cómo es que cada vez que tu llamas o visitas termino en una situación así? —se preguntó el decano. Estaban en Irlanda, y el desvelo con el jet-lag no eran la mejor combinación, menos aun con su humor.

— ¿Cómo es que un alcohólico rehabilitado aún tiene resacas? —Espetó el millonario—. Compórtate John, esta es una buena oportunidad para tu departamento y para ambas universidades.

—Ya lo sé, —se quejó—. Pero es algo hostil de tu parte hacerme volar tan pronto, ¡Ni siquiera tenía equipaje!

—Como si eso fuera un problema —dijo esto mirando su teléfono y al parecer, contestando un mensaje. Constantine pasó sus manos sobre sus piernas intentando recabar algo de paciencia. En este tipo de situaciones, por más que fuera su jefe, mecenas, y quizás su mejor porrista en su carrera, las maneras de Robert retaban su buen juicio.

—Y bien señor Grey ¿Que sigue entonces? —bromeo, tratando de reír para sí mismo— ¿Quiere que me ponga cómodo?

Levantó la mirada por un momento sin darle importancia a ese comentario. —Hace poco surgió un problema en el área, uno cuyos investigadores necesitan de tu departamento...—finalmente bloqueó el móvil, dejándolo a un lado y juntando sus manos, entrecruzando sus dedos—. Por la discreción del caso, la visita a Trinity será de negocios, donde mi compañía donará una suma importante a determinados departamentos. Tu vienes conmigo como mi colega.

—En el tarot hay una carta que se llama el diablo. Así te veo, con cadenas en mí y podría liberarme si así quisiera.

—Ya, calma tus aires solo aguanta un pequeño paseo en Dublín y ya.

—Está bien, está bien... —se inclinó a tomar un vaso de agua—. Solo apreciaría que me dijeras las cosas con mayor anticipación... Me siento tu mujer obligada, estando en pleno 2018...

—Siendo tú un hombre de ciencia ¿Realmente te molestan tanto los cambios?

•≫────≪•◦❈◦•≫────≪•

— ¿Con qué alimentan a estas gaviotas? —Pregunto Constantine al caminar a la entrada de la escuela. No obtuvo respuesta.

El cielo grisáceo no le parecía deprimente, estaba muy iluminado por el sol; las gaviotas chillaban y en su mente, estas eran las verdaderas piratas de las aves por lo poco que había visto. No quería prestarles tanta atención, a pesar de su colosal tamaño, y continuó su camino.

Dentro del campus sintió que más bien estaba dentro de una feria. El dinero realmente movía todo en este mundo. Guiados por uno de los decanos, aguantó sus ganas de bostezar por un largo periodo hasta que llegaron al área de arte. Reparó en que Robert igualmente lo hizo, pero supuso que por la modelo. En realidad, Constantine miraba el cuadro de un estudiante y la marca en la espalda de la chica...

Esa marca...

¿Dónde la había visto antes?

Pronto Robert le dio una señal para continuar, así que simuló su interés como en quien aprecia una obra solamente y continúo su paso.

En ese momento, el presentimiento de que algo grande se avecinaba estaba asomando en el corazón del detective. ¿Robert se quedaba en serio corto con decir actividad paranormal, o estaba siendo realmente discreto? ¿Que había ocurrido en realidad?

El graznido de un cuervo lo sacó de sus pensamientos. Posado sobre una lampara de gas, mirando fijamente al investigador.

El Cuervo y el MagoWhere stories live. Discover now