Prólogo

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Ya habían pasado seis días desde que se había desatado la tormenta. La lluvia aún no cesaba y la gente, se refugiaba en sus hogares, apenas saliendo de sus casas cuando era estrictamente necesario. Las nubes en el cielo eran pesadas y espesas, y el sol ya había perdido la batalla por brillar, por lo que siempre parecía estar de noche. El mar era bravío y los pescadores se lamentaban por no poder salir a trabajar dadas las inclemencias meteorológicas que se había subestimado.

Pero en el fondo marino, todo era completamente diferente. En una de las cuencas más profundas e inexploradas por el hombre, una intensa luz azulada brillaba. Las medusas irukandji, se desplegaban como un verdadero muro, manteniendo afuera de su perímetro a los curiosos que miraban flotando lo que ocurría dentro.

En el interior del círculo, la ceremonia que había empezado hace unas horas, se llevaba a cabo como los protocolos lo indicaban. Tras unos imponentes mesones de coral, los ancianos miraban a quien era juzgado. Frente a ellos, el culpable yacía de pie.

- ...ya todos los antecedentes han sido expuestos a los miembros de este sagrado consejo – dijo quien presidía la ceremonia – Ahora, tal como lo dicta nuestra tradición, permitiremos que el acusado, diga unas últimas palabras

Tomando una profunda respiración, quien estaba siendo juzgado alzó el mentón, mostrando su mirada culpable y triste.

- Mis señores, si amar es un pecado, entonces estoy listo para recibir mi castigo – dijo con seguridad - ...solo quiero pedirles, humildemente, su misericordia, pues los cargos de los que me imputan, jamás han sido cometidos con el fin de dañar a nadie

- Has expuesto a nuestro pueblo, te has unido en carne a un terrano, esos son pecados que no se pueden perdonar y que dictaminan un castigo proporcional a vuestra ofensa...

- Mi señor, solo he seguido a mi corazón – añadió tocándose el pecho - ¿Cómo puede eso ser un pecado tan grave?

- ¡Basta! – exclamó el presidente del tribunal – No oiremos nada más... Señores – habló mirando a sus compañeros del juzgado - ¿Alguien desea decir algo antes de ir a deliberar?

Varios señores negaron con su cabeza pero, inesperadamente, uno asintió.

- Somos un pueblo con arraigadas tradiciones y, honrándolas, es que les pido a ustedes mis señores, y a quienes están del otro lado mirando este juicio... - dijo viendo a través del muro de seguridad de medusas venenosas, desde donde el pueblo les observaba - ...es que les otorgo la oportunidad, de intervenir a favor del acusado a quien desee hacerlo

Por eternos segundos, nadie dio atisbos de querer intervenir. Los señores del juzgado esperaron, nadie del pueblo hizo algún movimiento que augurase que fuese a hablar y, entonces, por una parte del muro, las medusas se movieron, dando paso a una figura que flotó por el agua, hasta internarse dentro del círculo ceremonial. Que las medusas permitiesen el paso, solo era indicio de que quien ingresaba, era alguien que tenía una notoria importancia.

Inmediatamente, todos los señores del juzgado se incorporaron, con su líder haciéndolo de forma más tardía y algo molesta.

- Señor... bienvenido – dijo el primer señor - ¿A qué debemos vuestra presencia aquí?

- He venido a intervenir a favor del acusado...

Desde el exterior, el murmullo sorprendido que venía del pueblo, se oyó fuerte.

- ¡Silencio todos! – demandó el líder – Mi Señor, sabes que vuestra presencia aquí, no tiene peso en la decisión que podamos tomar como juzgado...

[ El Corazón de un Tritón ]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon