Capitulo 3

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Las finas tiras bajaban desde el nudo en mi cuello y por los hombros, hasta un palmo debajo de la clavícula, donde empezaba la parte superior. Una fina gasa blanca bajaba por mi pecho y se ajusta apenas en mi cintura, volviendo a ensancharse hasta un palmo sobre mis rodillas.

Me mire en el espejo.

Debo decir que no era muy adecuado para salir por los bosques, pero simplemente amaba este vestido y no podía irme sin el.

No empacaría nada.

Mis libros eran imposibles de transportar, y ya me los sabia de memoria.

Ropa no necesitaría, en la cabaña había unas prendas mías.

Comida, eso es fácil de conseguir ¿Para que llevar unos cuantos embutidos si tengo toda la naturaleza por delante?

Me asome por la ventana.

Desde mi habitación se podían ver las copas de los arboles, como estas ondeaban al viento.

Pero algo extraño paso.

Sentí como toda la vida de la tierra, la tierra sobre la cual esta cabaña estaba construida, cobraba vida.

Como si alguien se hubiese convertido en ella, incorporado a ella.

También sentí como algún intruso, alguien que no pertenecía al elemento, se transportaba por la tierra.

Por unos momentos me desoriente, pero luego los escuche respirar, jadear, y lo supe.

Impuros.

Habían venido.

No necesite aguzar demasiado el oído para oírlos.

Voltee al escuchar a Raiden partirse en una carcajada.

- ¿Pensabas que iba a besarte? - pregunto un chico entre carcajadas.

Algo debería hacer, no creo que estén aquí por error

- Era mas probable eso que ser succionada por la tierra. - respondió una chica amargada, de pelo algo rojizo.

El chico siguió riendo, pude ver su cabello color terracota y sus ojos ocultos por unas espesas pestañas, de color verde.

- ¿Yo? ¿Besarte? - siguió el riéndose.

-Te recuerdo, pequeño Casanova, que ya había sucedido antes y no por mi propia voluntad. - Dijo la chica con un aire de orgullosa prepotente.

El chico tierra, podía olerlo desde aquí, dejo de reírse, pero esa sonrisa engreída continuaba en su rostro.

En verdad, no olía mal, pero su esencia a tierra la detectaba desde mi habitación. Un brujo del elemento tierra.

En cambio, la chica, era indescifrable.

- Ya quisieras que se repitiera. - dijo el chico tierra.

- Sigue soñando Romeo. - Retruco la rara, dando una vuelta y dirigiéndose a la puerta de mi casa.

- Oh mi Julieta, os ruego vuestro perdón, hermosa doncella. - comenzó a decir el chico mientras yo me metía por el ropero.

Hace unos años mi madre habia construido una puerta-trampa, que me conducía al exterior en caso de que la puerta delantera estuviera bloqueada.

- No eres digno de una palabra mía. - respondió la chica mientras yo cerraba la puertezuela.

- Me acabas de dar siete palabras - dijo el chico, dejando a un lado el papel de Romeo.

- Cielos Raiden, centrate y vamos por la niña. - dijo la chica.

Raiden. Así se llamaba.

¿Niña? Si me quedaba alguna duda, se esfumo.

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