Capitulo I.

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Deambulaban los ojos de aquel hombre, era difícil conciliar el sueño, sin embargo y con gran esfuerzo, lo lograba, su cuerpo tenía espasmos involuntarios al dormir ¿Eran sus sueños que lo alcanzaban?, mas bien, sus pesadillas eran quienes rozaban su piel, besaban sus labios y se llevaban su vida, o bueno, lo poco que le quedaba de ella.

Abro mis ojos y ante mí se presenta un nuevo día, una nueva oportunidad, soy policía, el policía que enorgullece a Sofi. Me levanto con el peso del cansancio aún sobre mis hombros, tal parece que este día mis penas no decidieron ir a jugar, prefirieron quedarse conmigo acostadas en mi espalda. Parpadeo lentamente mientras observo aquella pequeña mariposa de alas rojas pasearse por la casa, es tan delicada, tan frágil, indefensa a más no poder parece que fuera a quebrarse en segundos, mis ojos pesados enmarcados por el violeta siguen su rumbo hasta la cocina, esto me hace percatarme del deleitoso aroma que golpea mi nariz, café, si, debe ser café, ella es tan pequeña y sin importar eso prepara el desayuno para mí como si el pequeño consentido del hogar fuese yo. Me dirijo al baño, nada mejor que hacer del cuerpo cuando este lo exige, seguido a esto lavo mi rostro y afeito mi disforme barba, me doy una ducha, amo el jabón con olor a frutos rojos que deja la piel suave e impoluta.

Luego de lo que sería una mañana normal salgo rumbo a mi trabajo, estoy a cargo del caso nombrado "Cazador de mariposas" aunque a mí me gusta más dar el nombre a este caso como "fragmentador del cristal", es increíble la delicadeza que ambos comparten. En fin, llego a mi oficina, una vez más re-leo los archivos del caso, busco indicios, pistas para así poder saber quién o quiénes son los grotescos sujetos tras todo el caos que se ha formado en los últimos meses, repaso cada testimonio, hasta el más pequeño de los detalles es importante para mí, paso hoja tras hoja, el grosor de lo que no he revisado indica que faltan aproximadamente 300 hojas por leer, así que decido darme un descanso. Estiro mi espalda y mis manos, topándome sin querer con la hora, las 3 de la tarde, cabeceo lentamente, veo hacia la ventana, el sol brilla, tal vez ya es momento de almorzar luego de una mañana tan atareada.

Camino hasta el ascensor, oprimo el botón recordando la vez que Sofi vino aquí, se entusiasmó mucho al ver que el botón brillaba como un arcoiris, una breve sonrisa escapa de mis labios, ella era mi único motor desde la partida de su madre. Bajo a la cafetería de enfrente, a su lado hay un parque rebosante de mariposas jugueteando en el viento, entro al café y me dispongo a pedir, suelo almorzar ligero, un emparedado de pavo acompañado con la gaseosa que me encanta. Disfruto de mi comida y en ese momento un colega del caso se sienta en mi mesa.

 —Hey tu, ¿Qué haces aquí?, ¿tomando un descanso? –pronuncia con un tono amigable–

—Si Will, ya sabes, el caso es pesado pero siento que con una pieza faltante podremos predecir cual será su próximo movimiento y allí capturarlo –Contesto tapando mi boca llena de comida–

—Suenas bastante optimista pero es cierto, falta solo un pequeño detalle.

La platica gira entorno al caso, es lo usual con los compañeros, cuando finalmente veo la hora que me indica las tres horas y treinta minutos, mi descanso ha acabado debo volver al escritorio para así continuar con el mar de hojas. Paso la calle con cuidado pues suele ser muy transitada y una vez más subo, me conecto nuevamente a la labor, testimonios, más hojas, palabras, relatos, un sin fin de pistas inscritas en el papel, tal vez algunas yacen sumergidas entre líneas. Anoto en mi libreta todo aquello que es significativo para el caso en mi percepción, intento sea lo más legible se que mi letra no es la más atractiva, Sofi me lo dice a menudo. Entrego mis apuntes al jefe de caso  y salgo a recoger a mi pequeña.

Llego temprano, bueno no tanto, quince minutos antes, me siento en la acera frente al colegio para así esperarla, de repente empieza a sonar una melodía es el hombre de los helados, un sujeto extraño que asusta a los niños, siempre cambiante como un camaleón, aun así a mi niña le encantan los helados, de inmediato me pongo en pie y compro uno para ella que ya no debe tardar. Suena la campana y veo como todas las mariposas aletean libres, hay tantos colores, son tan brillantes, cada una frágil y sutil a su forma, sé que cada una va hacía un destino diferente, algunas intrépidas toman su rumbo solas, otras hacen maniobras ágiles en el aire, aprecio su pureza la misma pureza de un diamante y siento temor de pensar en la posibilidad de que ese horrendo cazador las capture de no cumplir con mi labor a tiempo. Divago en mi mente para que al fin la más bella, con las alas más brillantes se pose frente a mí.

La fragilidad de las mariposas.Where stories live. Discover now