Capítulo I

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El despertador interrumpió mi sueño de golpe. Deslicé la mano sobre la mesita de noche, pero no conseguía localizar aquel molesto reloj, así que no tuve más remedio que incorporarme.

Bostezé y estriré los brazos con fuerza. Mi vista ganó nitidez, y finalmente me dí cuenta que yo no había traido ningún despertador, se trataba del ruidoso reloj de mi compañera de cuarto.

- Lo siento, no era mi intención despertarte a tí también - dijo ella, con un agradable tono humorístico - Soy Nina, ¡Un placer!

Alcé la vista. Nina era una chica de mi edad, ligeramente regordeta, con el pelo recogido en una coleta morena. Tenía unos ojos marrón avellana y una preciosa sonrisa trazada en su faz.

- ¿Cómo te llamas? - me preguntó con calidez

- Alice - dije, con una clara disfonia en mi voz - Soy nueva, vengo a pasar un curso aquí...

Me detuve. Nina abrió la ventana de par en par y las cortinas comenzaron a ondear con el viento, a su vez, sentí como el aire acariciaba mis mejillas.

- Hace frío ahí fuera - comentó Nina, con la mirada fija en el exterior - Será mejor que nos pongamos el uniforme de invierno.

Esas palabras se clavaron en mí como cuchillos: Me había dejado el uniforme en casa. Nina dirigió la mirada hacia mí, debía estar tan pálida como la mismísima nieve.

- ¿No tienes uniforme? - me dijo, con calidez, mientras se le dibujaba una sonrisa - No te preocupes, tengo de sobra

Su uniforme me venía grande, sin embargo, agradecí el gesto y me lo puse ajustando algunas zonas con nudos, tal como habría hecho mi madre. Sonreí. Ella se sentiría orgullosa.

El timbre del instituto me despertó de mis pensamientos. Miré la hora con el corazón en la garganta, las 7:55. Ambas salimos de la habtación a toda velocidad.

Había estudiado los mapas con tanta exactitud que podía reconocer incluso los nombres de los pasillos, así que no tuve ningún problema con la orientación a pesar de sentir como la respiración me fallaba. 

Finalmente, llegué a mi aula. Una sonrisa se dibujo en mi rostro. Había llegado a tiempo.

- ¿Alice Roberts? - preguntó la profesora, un instante antes de que abriese la puerta.

- ¡Presente! - dije con euforia - He llegado a tiempo ¿Verdad?

- Si... - comentó la profesora, arrugando la nariz - Siéntate, por favor

Estaba tan entusiasmada de que todo hubiese salido a la perfección que ignoré la sensación de las miradas clavándose en mi nuca, sin embargo, esa emoción se desvaneció cuando observé junto a quien debía sentarme: rostro pálido, cabello y ojos oscuros...y un cuaderno negro entre los brazos. No podía creerlo, era el chico de ayer. Fingí una sonrisa, pero lo único que logré fue trazar una mueca deforme en la cara.

- Hola - dije, sin poder disimular a penas mi decepción.

Pero, de nuevo, no hubo respuesta, solo una mirada fría penetrando en mis ojos, como un cuchillo atravesando mi piel. Cuando al fin entornó los ojos sobre su cuaderno suspiré aliviada.

Durante el resto de la clase, el chico misterioso estuvo escribiendo en su cuaderno sin a penas atender a la lección. Me pregunté ¿Qué escribiría en ese cuaderno que tanto protegía?Traté de no pensar en ello y centrarme en la clase.

Cuando finalmente el timbre me liberó de aquel infierno, salí del aula rápidamente para evitar el más mínimo contacto con el chico. Las mejillas me ardían, su mirada era digna de aparecer en una película de terror.

Guardé mi mochila en la taquilla y me dirigí hacia el comedor. Cuando entré por sus puertas, mi respiración se detuvo. Las mesas eran amplias y pintadas delicadamente de color roble, las paredes eran resistentes, apoyadas en pilares totalmente bañados en oro, las sillas no dejaban mucho que desear, eran de terciopelo puro. Costaba creer que se tratase de un simple comedor, pero era de esperar de un instituto como Dragflyers.

Sin embargo, esa expectación no duró lo suficiente, pues no tardé mucho en darme cuenta que no tenía junto a quien sentarme.

Traté de localizar a Nina, pero no pude encontrarla, así que me limité a sentarme en una mesa y escuchar el crujir de la bolsa del almuerzo al abrirse. Alcé la vista y dos chicas de un labial rojo y brillante se sentaron frente a mi. No me costó mucho distinguir a Anna, que me sonreía como si tuviésemos años de amistad. La otra chica era una completa desconocida, aunque me miraba de la misma forma con unos ojos azules enormes y curiosos. Hice una mueca tratando de disimular mi incomodidad.

- Hola, ¿Alice, verdad? - me dijo Anna, alegremente - ¿Te importa que comamos contigo?

Quedé pensativa un instante, aunque finalmente, encogí los hombros y asentí con la cabeza. Inmediatamente, dejaron caer sus bandejas de un llamativo dorado sobre la mesa y rieron dulcemente.

- Quería agradecerte la ayuda con el director - me dijo, mientras jugueteaba con su pelo - Maggie y yo estamos súper agradecidas.

La chica de la mirada azulada asintió y trazó una bella sonrisa, tanto, que me pareció exagerada. Alcé los hombros como única respuesta.

- Nos han hablado muy bien de ti... - continuó Anna, clavando sus pupilas sobre mí - ¿Te gustaría ser nuestra amiguísima ?

Traté de decir algo, pero se me escaparon tartamudeos entrecortados por la boca. El ambiente se volvía cada vez más denso con cada instante de silencio. Tragué saliva e hice una mueca.

- ¡...Si! - me limité a decir, mientras agarraba la mesa con tanta fuerza, que mis nudillos se tiñeron de blanco

- Bueno, antes de eso, deberás mostrarnos lo fiel que eres a nuestras órdenes - dijo Maggie, con tanta calidez en sus palabras que parecían camuflar la amenaza - Créeme. Llévate bien con nosotras, te conviene.

Asentí tímidamente. Comencé a sentir escalofríos, así que pegué un mordisco a mi almuerzo para no soltar monosílabos sin sentido.

- ¿Ves a ese chico de ahí?

Giré mi cabeza entorno al dedo índice de Alice. Mi corazón se detuvo, era el chico pálido de la mirada fría.

- Si - dije, con rigidez en mis palabras - Se sienta a mi lado en biología

Ellas soltaron una risa pícara, mientras se miraban con pillería. Mastiqué más despacio, tratando de relajarme.

- Ese gótico es Dakku, es el único hijo de Madison, la conserje - comentó Maggie, poniendo énfasis en su nombre - No habla con nadie, se pasa todo el día escribiendo en ese cuaderno...realmente, nos gustaría saber que escribe.

No dijeron nada más, pero no necesitaba que recitaran su pedido. Tragué el trozo de bocadillo y miré a Maggie tratando de mostrar mi seguridad ausente.

- Queréis que le robe el cuaderno y os diga lo que escribe - dije, como si se tratase de una frase aprendida de memoria

- Eres una chica lista - me dijo Anna, de la manera más dulce que sus palabras podían sonar - Si mañana nos dices lo que hay en ese misterioso cuaderno, te habrás ganado nuestra protección.

- No hace falta que te digamos lo que pasará si no lo haces ¿verdad? - resaltó Maggie, mirándose sus uñas carmesí - Nos vemos mañana, Alice

Se levantaron y se retiraron sin dirigirse  ni una palabra. Me había quedado sola de nuevo. El miedo se filtró en mis venas ¿Sería capaz de robar al demonio que corrompía mis sueños?


El Cuaderno de Dakkuحيث تعيش القصص. اكتشف الآن