Capítulo VI

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Anna me hizo chocar contra la pared de su habitación en un golpe seco sin dejar de tapar mi boca temblorosa. Sus ojos brillantes ya no eran dulces, sino afilados, clavándose en mis entrañas como una daga. Maggie observó que nadie estuviera escuchando, y seguido, cerró la puerta con llave.

- Oh, pequeña Alice...¿Por qué nos has traicionado? - dijo, tratando de camuflar su ira en una entonación calmada - Creía que teníamos un trato.

Soltó mi boca y caí al suelo desplomada. Cuando por fin sentí el aire entrar por mis pulmones, me incorporé torpemente y la observé fingiendo una seguridad ausente.

- Robar es un delito - escupí - No podía con tal culpabilidad, él...no es mal chico.

Noté mi faz teñirse de rojo, y al instante, Anna puso una pícara sonrisa que me hizo estremecer.

- ¿Te gusta? - soltó, como si se tratase de una simple oración.

Eché un quejido. No podía decir más. Si lo hacía, podía empeorar la situación. Sentí las lágrimas acariciar mis mejillas.

- Estás loca - escupió, Maggie - Él es un raro, y ahora, tú también. Espero que vosotros dos, tortolitos, tengáis una vida feliz. Necesitaréis suerte.

Traté de respirar, pero las dos chicas cada vez estaban más pegadas a mí, afilando sus miradas con cada intento de detener mis lágrimas.

- ... Mucha suerte

No podía más. Corrí a toda velocidad para escapar de aquella terrible situación, pero para mi sorpresa, no intentaron perseguirme. Aún así, sus palabras se habían clavado en mi corazón y dejarían una cicatriz eterna.

En el mismo instante en el que llegué a mi habitación y sentí las sábanas acariciar mi rostro, rompí en llantos. Debía ir a clase, pero no podía, no tenía valor para presentarme allí y fingir que nada había pasado. Saqué el cuaderno de la mochila y lo golpeé contra mi pecho tratando de calmar mi tormento, pero lo único que logré era que la culpa me acuchillara. 

Todo era culpa de él, todo era culpa de Dakku. Si no fuera por sus versos, por sus narraciones, por su misteriosa mirada y su pálida boca no estaría en dicha situación. Sollocé el nombre de mi madre asustada. 

La tarde llegó pero las fuerzas no regresaron. Sentía un nudo en el estómago y la mirada cansada. Había tenido demasiadas emociones por un día. Justo a las siete en punto, Nina abrió la puerta de una patada y comencé a sentir su mirada clavada en mi nuca. 

- ¡Alice! ¿Porque no te he visto durante todo el día? - preguntó, con el mismo tono dulce que utilizaba cuando lloraba.

- Dakku... - me limité a decir.

- ¿Qué has hecho ahora, Alice? - me dijo, colocando su mano sobre mi espalda - Cuéntamelo, sabes que yo no se lo diré a nadie. 

Y se lo conté. Se lo conté todo. 

Cuando terminé, cuando ya no quedaban palabras, cuando las lágrimas estaban secas...Fue entonces cuando caí en cuenta de quien era la única persona de todo aquel prestigioso recinto en la que podía confiar...Nina, la joven que, cada vez que destrozaba mi vida y no dejaba más que escombros de lo que era antes, me sonreía y me hacía renacer de mis cenizas, como un ave fénix. 

- Él te gusta mucho, ¿verdad? - susurró, con cautela de que no pudieran escucharla los estudiantes de los pasillos - Puedo ver como te sonrojas cada vez que digo su nombre. 

Quise negarlo, pero sabía que era un esfuerzo inútil. Me limité a asentir y esperar a otra pregunta. Sentirse incómoda en una situación que yo había provocado era perder el tiempo. 

El Cuaderno de DakkuWhere stories live. Discover now