Capítulo 2

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Sans salió del sótano mientras daba un suspiro de alivio. A él le encantaba ver a sus víctimas sufrir: amaba el tocar cada parte de sus cuerpos y luego hacerlos llorar de dolor, Lo usaba como medio para aliviar el estrés. Su hermano Papyrus, lo atormentaba todos los días con sus gritos e insultos, pues para él, Sans no hacía nada bien. El menor se la pasaba humillándolo cómo si no valiera nada: «¡Maldito flojo!» «¡No sirves para una mierda, largo!» «¡Eres más útil estando muerto!». Eran algunas de las palabras que Sans tenía que aguantar a diario. Papyrus piensa que su hermano usa el sótano para llorar, pues siempre está muy ocupado para preguntarse si en realidad hace algo más; eso y que la verdad no le interesa.

—Vaya, eso fue genial. —Sans se echó en el sofá— Ya quiero probar mis juguetes en él.

—¡Ya llegué, pedazo de mierda! —Papyrus abrió la puerta de golpe.

—¡Je-Jefe! —el contrario dio un salto del susto— Pe-Pensé que llegaría más tarde.

—¡Me importa un bledo lo que pienses, imbécil! —Papyrus golpeo a Sans con un periódico— ¡Ahora ve y tráeme agua, tengo sed!

—¡Si jefe, ahí voy! —Sans fue a la cocina mientras sobaba su cráneo.

Mientras servía el agua, Sans maldecía a su hermano menor en voz baja. Aunque fuesen familia, él lo odiaba. Quería lastimarlo, luego humillarlo y al final matarlo. A veces se preguntaba porqué era tan cruel. Papyrus no era así antes, es más, ni groserías se atrevía a decir: todo cambió cuando Undyne comenzó a entrenarlo.

«Ella corrompió a Papyrus» «Ella tiene la culpa de todo». Murmuraba Sans una y otra vez en su cabeza.

—Aquí tiene, jefe. —Sans le entregó el agua a su hermano.

—¡Al fin! ¡¿Acaso fuiste a buscarla al rio o qué?! —le dio un sorbo y luego la escupió en el rostro del antes mencionado— ¡Esta mierda está helada!

—Pe-Pero, usted dijo que tenía mucha sed.

—¡Mis dientes son jodidamente sensibles al agua fría! —partió el vaso de vidrio en la cabeza de Sans— ¡No puedes hacer nada malditamente bien!

—Lo siento jefe, le traeré otro. —Sans aguantó las lágrimas.

—¡No traigas nada! ¡eres un maldito imbécil! —Papyrus se levantó y fue a la cocina a buscar otro vaso con agua.

—¿Hay algo más en que pueda servir, jefe?

—¡Vete a tu maldito cuarto y no jodas!

El más bajo obedeció y se fue a su cuarto sin decir ni una sola palabra. Se acostó en su cama y continuó pensando en los insultos de su hermano. Mientras más pensaba en lo que había sucedido, más inútil se sentía. De sus cuencas comenzaron a salir lágrimas de impotencia, ni siquiera se molestaba en secarlas.

—Mi mascota pagará esto mañana. —se levantó y buscó debajo de su cama—Mierda, aparece de una maldita vez.

El esqueleto encontró aquello que buscaba: Setrataba de una caja de cigarrillos. Tomó uno, lo encendió y comenzó a fumar. Élhabía desarrollado una gran adicción hacía ellos desde hace algunas semanas, Erauna de las pocas cosas que le ayudaban a relajarse. Papyrus lo sabía, odiaba elolor que emitía aquel vicio pero, no le decía nada, prefería que lo matara unasobredosis. Sans era consciente de ello, por lo que trataba de fumar poco pero,su estado de ánimo hacía que lo hiciera más seguido; Es por eso comenzó adesarrollar otro «habito»: Consistíasecuestrar gente para volverlos sus esclavos. Le gustaba hacerle sentir a losdemás lo que Papyrus le hacía sentir a él pero, de una manera más sexual yplacentera. De allí venía sus extraños fetiches relacionados con la tortura. Unavez acabado su cigarrillo, se acostó a dormir.

Editado √√

Eres mio y punto (Fell!SansxTú)Where stories live. Discover now