Capitulo 2

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El lujoso auto estaba inmerso en un silencio sepulcral. Miraba a la hermosa Olga Luis, quién terminó siendo nada menos que la secretaria del Alemán más capitalista de Europa; y por si fuera poco, iba camino al Hotel Latín Hell a cenar con él. Para muchos, un sueño, para mi... Una pesadilla.

Sin embargo, veo el lado positivo de la situación, podría decirle lo que pienso y es una gran oportunidad para tratar de hacerlo entrar en razón... Sí, ya sé que es casi imposible, pero me gusta pensar de manera positiva... Quién sabe, tal vez una simple periodista con un año de graduada, pueda convencer a un magnate, genio de los negocios; soñar es gratis... por ahora.

Veía a la joven mujer, y ella no hacia más que observarme con un rostro neutro. Su aspecto era serio y profesional, pero a la vez, era amable, sereno, tranquilo. No denotaba incomodidad, opuesto a lo mio; estaba intranquila y nerviosa; tanto silencio me estaba matando. Traté de desviar la mirada hacia la ventana y distraerme con el paseo, y no fue posible. Mi pié completamente inquieto, denotaba mi estado de ansiedad. Finalmente hablé:

- ¿Y para qué me solicita "El señor" -.

- Pronto lo sabrá -responde instantáneamente-.

- Creo que tengo derecho a saber... inmediatamente -arqueo una ceja-.

- Perfecto señorita -dice sonriente- Lo sabrá inmediatamente, pues ya hemos llegado-.

"Touché" pensé.

Poco a poco avanzamos al estacionamiento del lugar. Se encontraban aparcados diferentes autos lujosos que era impensable sus costos. Diferentes colores y diseños, incluso, pude identificar uno de ellos, y aunque no sé su nombre, sé que solo existían ocho de ellos en el mundo. Me preguntaba ¿qué sentido tenía tal lujo? Un maravilloso auto, bien sea clásico o innovador, era un derroche. Algunos por sus velocidades, otros por sus diseños, otros por simplemente lucir "su colección". Me conformaba con un auto sencillo y seguro. Con la suficiente fuerza para durar sus años. No necesitaba cinco o diez, ya era algo absurdo.

- Señorita -habla una grave voz al abrirse la puerta del "auto". Se inclina un poco en forma de reverencia, y salgo. Lo miro de reojo, tal acción no era necesario- Levanta la cabeza, que no soy Dios para ser merecedora de dicho gesto -le digo, comentario que ignoró-.

- Que se divierta -soltó atrás la rubia francesa-.

Suspiré, miré mis fachas y solo solté "al diablo". Me dirigí por el magnífico diseño de los pasillos del hotel. El portero al verme, pude notar su mirada de duda, pero extrañamente, no dudó en abrir las puertas del restaurante.

Las personas del lugar estaban completamente de gala, o esa era mi impresión. Muchos susurraban al verme en la entrada principal. Divisé varios famosos en el lugar, chicas que deterioraron sus rostros hasta parecer una muñeca inflable... sólo plástico.

- Mi dama, el caballero la espera. Venga por acá -dijo uno de los mesoneros-.

Callada le seguí el camino hasta una habitación alejada de la multitud. Seguimos un largo pasillo con elegantes adornos en dorado y paredes vinotinto. Veía cuadros interesantes, elaborados de manera clásica, y nada abstracto, trabajos perfectos pude notar. Finalmente llegamos hasta una puerta que quedaba al final de dicha trayectoria. La puerta abre, y el hombre me sede el paso de manera educada, y al pasar, el elegante mesero cierra dejándome allí sola. Me adelanto, y veo una hermosa vista de la ciudad. Había una mesa en el centro del salón y sobre ella, un candelabro gigante y elegante. Había un balcón, con ventanales que formaban la pared hacia afuera. Y allí, miro a aquél joven de intensa mirada, que hizo latir mi corazón a mil por hora ¿Miedo? ¿Intimidación? Debía admitir que sí, eso transmitía su presencia.

- Bienvenida Señorita Lorusso, la estaba esperando -sonrió y se levantó de su silla- Por favor tome asiento, sin miedo -.

Caminé dudosa y me siento en donde dijo.

- ¿Me vas a violar? -solté repentinamente-.

- No -sonrió-.

- ¿Saldrá una pantalla con una película porno? -.

- Por supuesto que no -.

-¿Me mostrarás un contrato que requiera tratarme como pera de boxeo? -.

- Señorita Lorusso, entiendo su necesidad de tener sexo, pero no se imagine una escena de sus adorados libros eróticos para solteronas -respondió con un rostro sereno, y labios ocultados por sus dedos-.

- ¿Y cómo sabe que son escenas de libros eróticos? ¿Los ha leído? -mi sonrisa de satisfacción de tal respuesta era dibujada-.

- No, pero créame, mis secretarias son bastante escandalosas. No pretendo hacerle nada, solo vengo hablar de negocios. Además, no me atraen las mujeres de mentalidad poco ambiciosa, o como usted le llama "socialista"-.

- ¿Poco ambiciosa? No, Reus, te equivocas. La ambición que tú pregonas destruye al mundo, explota a los trabajadores solo para llenar de ceros tus cuentas bancarias -hablé furiosa por su comentario-.

- Te recuerdo que esos "pobres trabajadores" también llenan sus cuentas gracias al empleo que les permito tener -cruza sus brazos y esta vez tiene su ceño fruncido-.

- Te recuerdo que... -.

- No vine a debatir tus ideologías absurdas -me interrumpe. Y aunque no fue de mi agrado, llevó el control hasta tener mi atención- Estás aquí porque quiero que aceptes mi propuesta -finalmente soltó-.

"¡Madre mía! espero que no tenga que ver con látigos y esposas" pensé.

Las manos opuestasWhere stories live. Discover now