12. TRAZOS

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Ya hacía unos meses que la joven de mirada celeste había ingresado a la Universidad. Al inicio le había costado adaptarse, debido a las grandes diferencias existentes entre el bachillerato y el instituto, pero con su briosa y brava personalidad, estaba decidida a apañárselas poco a poco.

Con los horarios de clases, las actividades extraescolares, trabajos, ensayos, informes... Y con el chico de los dibujos.

No sabía su nombre, y ni siquiera había hablado con él. Lo único que sabía; que era dibujante. Ya fuera en clase, en los patios del instituto, en la biblioteca, en el parque... Lo único que hacía era tomar sus lápices de colores y hacer trazos en su bloc.

Mentiría si dijera que no se sentía atraída hacia aquel misterioso pelirrojo. Su naturaleza serena, apacible y templada, era algo increíblemente admirable. Estarse tan callado y concentrado, pasando casi desapercibido, sólo sumergido en sus trazos, era la actitud y marca de un hábil artista. Y sus ojos, su profunda y brillante mirada turquesa que deslumbraba a cualquiera.

Incluyéndola.

Mencionando también, que desde hace un tiempo, empezó a encontrar retratos muy detallados de ella. Prácticamente, se le había hecho costumbre encontrar esos dibujos en un sobre manila dentro de su casillero. Ya fuera leyendo, escribiendo, tomando un jugo en la cafetería, o simplemente sentada en el patio del instituto. Cualquier cosa que hiciera, se convertía en un retrato de la joven de hebras doradas. Muy lindos, a decir verdad.

Eran de él, eso era obvio. Tenía su sello por todas partes.

A Chloe le intrigaba la idea de que ese se tomara el tiempo para retratarla con fino y minucioso detalle. Y a medida que recibía más dibujos, su curiosidad aumentaba, y también su deseo de conocer al artista. De verdad, quería saber, aunque fuera el nombre, de su apuesto y misterioso pintor.

Pero nunca había podido acercársele.

Miles y miles de veces lo veía, dibujando, y cualquiera pensaría que es el momento perfecto para iniciar una conversación, y sobre todo, para preguntarle porque estaba tan enfrascado en dejarle sus dibujos en su casillero, en vez de dejárselos en persona.

Pero no en este caso. Porque, aunque compartían cómplices y furtivas miradas, que parecían flecharlos, la rubia, apenas y daba un paso hacia él, y en un abrir y cerrar de ojos, él desaparecía. En una fracción de segundo. Como si fuera un fantasma. ¿Cómo lo hacía? No sabía. Pero le impedía el cruzar palabras con él.

Y eso frustraba a Chloe.

« ¡Ridículo! ¡Absolutamente ridículo! ¿Por qué nunca puedo verlo?»

Eso era lo que pensaba vez tras vez. ¿Es tan malo querer acerarse a alguien que ha captado tu atención? ¿Por qué esa persona te huye, sin siquiera conocerte? ¿Acaso se la daba de acosador, vigilándola desde las sombras para retratarla? Ni la más remota idea.

Pero algo si estaba claro. Chloe se estaba cansando de observarlo desde lejos, disfrutando de su cercanía solo por unos escasos y efímeros segundos. No quedándole más remedio que aceptar que nunca tendría la dicha de hablar con aquel misterioso muchacho.

O quizás, no todo estaba perdido.

Mientras abría y revisaba su casillero para tomar los apuntes y libros que necesitaría, otro llamativo sobre manila captó su atención.

« ¿Será otro de sus dibujos para mí...?»

La joven sonrió ilusionada, para luego mirar a todos lados, como si fuera un secreto el que aquel sobre estuviera allí. Lo tomó con una expresión de completa intriga, dejándose llevar por su curiosidad. Lo abrió, sacado de su interior las respuestas a sus interrogantes.

Tenía entre sus manos un hermoso retrato de ella misma, en la biblioteca, pintada a cierta distancia, mientras estudiaba un libro de filosofía. El trabajo de los trazos a plumón era fino y limpio, muy detallado. Poniendo especial atención al rostro, muy bien delineado, como si se hubiese esmerado en cada minúsculo detalle y facción concordara con la realidad. Resaltando en especial sus grandes y cristalinos ojos azules, que lucían tan brillantes y reales en ese dibujo.

En verdad, un trabajo digno de un artista.

Cada dibujo que le enviaba, superaba al anterior, y era como si a través de esos trazos, intentara darle un nuevo mensaje que sólo él entendía.

Pero lo que más llamó la atención de la blonda fue un escrito detrás hecho con una pulcra y bella caligrafía. Nunca enviaba notas en sus dibujos, cunado mucho, un "espero que te guste" o un "me esforcé mucho" o solamente, un pequeño y adorable corazón en la esquina de la hoja. Pero esto, era diferente.

El poema citaba lo siguiente:

"No te amo como si fueras rosa de sal, topacio o flecha de claveles que propagan el fuego, te amo como se aman ciertas cosas oscuras, secretamente, entre la sombra y el alma.

Te amo como la planta que no florece y lleva dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores, y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo el apretado aroma que ascendió de la tierra.

Te amo sin saber cómo, ni cuando, ni de dónde, te amo directamente sin problema ni orgullo: así te amo porque no sé amar de otra manera, sino así de este modo en que no soy ni eres, tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía, tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño"

Atte: El chico de los dibujos, Nathaniel"

La Bourgeois pestañeó fuera de sí. Releyendo varias veces el nombre del artista, en donde por fin había quedado revelada su misteriosa identidad.

«Nathaniel, se llama Nathaniel...»

Aquel poema era una particular declaración de amor. La joven de gemas marinas se sonrojó de inmediato, apretando con fuerza e ilusión el dibujo contra su pecho, soltando risitas de alegría.

Y claro, llamando la atención de todo el que pasara.

— ¡Y ustedes que miran, incompetentes! —Exclamó, barriendo con la mirada a todos los que la veían con gracia— ¡Esto no les incumbe, metiches! —Poniendo el dibujo tras de sí, evitando que los demás lo vieran.

Cuando quedó sola, la blonda reía ilusionada, dando brinquitos de emoción ante aquellos rebuscados versos que la enamoraban cada vez sola. Entendiendo que, aunque fuera desde lejos, él se interesaba en ella de una manera especial. Y al menos, eso le bastaba por los momentos.

Cuando desprendió la vista del dibujo, se encontró con la intensa y deslumbrante mirada del dueño de su corazón, haciendo conjunto con una tímida pero hermosa sonrisa. El pelirrojo estaba a unos cuantos metros de distancia, guardando unas cosas en su casillero, y ojeando de arriba abajo a la fémina.

Chloe le dedico una tierna sonrisa y expresándole un entusiasta "gracias" que, que le sacó una risita al varón. El joven asintió, terminando de guardar sus implementos de dibujo, mientras la ojizarca guardaba el dibujo en el sobre manila y metiéndolo dentro de su propio casillero.

El ojizarco le dedicó una mirada más a la joven, susurrando algo, guiñándole el ojo y perdiéndose del campo de visión de Chloe entre los otros estudiantes.

Aunque aquel susurro fue inaudible para los demás, la fémina entendió con claridad lo que le había dicho, tras leer sus labios. Sonrojándose aún más al entenderlo.

«Le encanto... Ha dicho que le encanto...» Pensó, suspirando con una mirada fantasiosa.

JULIO MULTISHIPP [Drabbles y oneshots]Where stories live. Discover now