Capítulo 1

39.3K 1.5K 186
                                    

Y para estar total, completa, absolutamente enamorado, hay que tener plena conciencia de que uno también es querido, que uno también inspira amor.

Mario Benedetti 





Dedicatoria

Para mi madre, por darme la vida y una sonrisa cada día.

Te quiero.










Capítulo 1

Por los auriculares de mi móvil sonaba Payphone de Marron 5, a la vez que guardaba mi bolso en la taquilla del gimnasio y cogía los guantes de boxeo. Ana tuvo la brillante idea de que toda la ira que contenía se disiparía golpeando un saco. Lo que se olvidó de informarme fue que el entrenador se había escapado de una de las portadas de GQ.

William.

Al pensar en su nombre suspiré soñadora, y es que no era para menos. Aquel hombre era una visión divina. De todos aquellos a los que me gustaba observar, él era mi favorito. El rostro de rasgos marcados podía ser la envidia de cualquier famoso, con aquellas cejas grandes y masculinas, enarcadas sobre unos preciosos e intensos ojos grises. Su nariz era fina, ligeramente torcida por ser la receptora de un puñetazo años atrás. La boca era de labios delgados, al mirarlos daba la sensación de que serían placenteramente suaves bajo el tacto, y sin duda esa era su mayor arma. Cuando sonreía, que resultaba ser siempre, la imagen era casi orgásmica. Estaba segura de que mi Yaya le pondría dos rombos rojos a aquella sonrisa entre arrogante e infantil.

Uno de los puntos débiles de Will era su pelo rubio ceniza, siempre peinado en punta. Con el paso del tiempo había descubierto cuanto le molestaba que lo despeinara, lo cual, hacía a menudo por el simple hecho de fastidiarle.

¿Y su cuerpo? Solo imaginarlo me causaba estremecimientos. Era un templo de piel bronceada y dos metros de altura. Su espalda era dos veces la mía y apostaba que le sería fácil arrastrar un coche con la única ayuda de sus brazos. Su torso estaba cincelado por perfectos abdominales, donde se podría lavar la ropa. Tenía los hombros anchos y las caderas estrechas, creando el perfecto triangulo a la inversa.

William era un Dios.

La primera vez que lo vi, con aquellos pantalones de boxeo rojos y la camisa de tirantes, sudado y con la sonrisa lobuna, pensé que se trataba de un sueño. Uno húmedo y excitante. Y por alguna estúpida razón creí que con el paso del tiempo me inmunizaría, como un Actimel. En cambio, en el caso de Will no había remedio. Me ponía, y no solo nerviosa. Lo había asumido tras tres meses de entrenamiento. William Evans causaba estragos en mí, a los cuales no estaba acostumbrada. Ningún hombre me había puesto cardiaca con tan solo imaginarlo.

Me acerqué a la cristalera que dejaba ver el inmenso salón de entrenamiento y me quedé observando como mi fantasía húmeda se despedía de una rubia despampanante. Dos besos en la mejillas, unos toquecitos, unas risas... Era obvio que la chica de enorme pechos, quien me recordaba a una de las actrices de aquellas películas porno, estaba coqueteando con mi entrenador. En sus labios, demasiado exagerados, se formó una sonrisa inocente a la vez que reseguía con sus plásticas uñas el pecho de William.

Un golpe al amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora