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Nunca en su vida se había divertido tanto como aquél día. 

Ya sabía que no lo conocía, que no había hecho absolutamente nada para ganarse su confianza, que no tenía porqué contestarle los mensajes, ni porqué solaparle en sus locas ideas... pero... sentía que había algo más dentro de esas preciosas obsidianas que el otro tenía. 

Probablemente lo único malo que tenía el chico era que se la pasaba burlándose de su estatura y echándole en cara que no podía alcanzar la alacena de su casa. Maldito sea el momento en el que se le salió la anécdota donde terminó con toda la sal encima por no haberla tapado bien.

Al salir del pequeño restaurante, decidieron caminar a un pequeño parque cerca de ahí, hablaron de varias cosas (en mayor volumen, Zaphiri, ya que Krest quería que supiera lo menos posible de su vida personal) aspiraciones, sueños, deseos y un montonal de cosas que el galo no consideraba importantes pero si divertidas y algunas muy interesantes.

Jamás en su vida le habían invitado a bailar y mucho menos la música que tocaban en la calle, a pesar de que renegó, se molestó e incluso, pataleó, el moreno había insistido en sacarlo a bailar; le metió un par de puñetazos en la cabeza y se murió de la vergüenza mientras estaban en esa acera. 

Pero  sabía que se había divertido mucho. 

Como compensación, le había comprado un café y un par de pastelillos con tal de que se callara y dejara de golpearlo. 

—Este café solamente vale por la vez que me lo tiraste encima, así que aún me debes otro café.

—AHHH! Eso no es justo. 

Como niño pequeño, Zaphiri resongó; y así Krest pasó gran parte del día con el que se supone debería de ser su cliente y mantener una relación puramente profesional. 

Y estaba de acuerdo, que podría ser muy testarudo, tímido, cerrado, torpe, tonto y otras mil cosas más, aún sí, ya estaba empezando a caerle bien cosa que le sorprendió, ya que dicha descripción nunca había sido su tipo de persona favorita y mucho menos con la que le gustara relacionarse. Krest siempre había sido muy reservado, tanto que un día olvidó como se supone que se debían expresar los sentimientos a través de palabras así que simplemente decidió ya no hacerlo, motivo por el cual lo consideraban una persona bastante fría y calculadora, cuando realmente se moría de ganas por decir todo lo que su corazón se guardaba. 

Por momentos, aunque por muy fugaces fueran, sintió que podía ser de esta manera, sencillo, expresivo y natural. 

Aunque todo se fue al diablo cuando escuchó a un par de señoras cuchichear en la mesa de enfrente del café. 

—¿Ya viste a esos dos? 

—Uy ni me digas, que ahorita mismo vomito mis bocadillos. 

—Ay no, de verdad que cada día estamos peor, ve nada más. 

—Mira, yo no soy nadie para juzgar, solamente Dios sabe y él será el que dicte su sentencia en el infierno ser tan asquerosos. 

—Tendrás razón. 

En el momento en el que las mujeres dejaron de hablar, Krest se petrificó y aunque luchó para reprimir la ola de recuerdos tormentosos no pudo contra la carga de todas las cosas de las que estaba escapando desde que tenía memoria, las miradas, los comentarios, todo aquello que tanto le aterraba y le regresaba a las épocas más oscuras de su existencia.

Krest no pudo más, se levantó de la silla y le dejó una nota a Zaphiri con un simple: me voy. 

Y se sintió terriblemente mal por haber involucrado a un tercero que nada tenía que ver con su vida de mierda porque indistintamente de haber conocido a Zaphiri, estaba comenzando a sentirse... bien, sentirse seguro, sentir que no lo usarían como juguete y lo desecharían como un estorbo como siempre lo habían hecho. Y es que además, la sonrisa del bicho era tan cálida y tan brillante que le transmitía una sensación tan pura y suave que se sentía capaz de sonreír. 

Stage (Zaphiri x Krest)Where stories live. Discover now