Prólogo

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Estaba acorralado, no tenía ni la más mínima idea de lo que podía hacer ante tal escena para nada conveniente.

¡Qué atroz!

Su rostro reflejo un espanto puro ante esas manos que se deslizaban por su cintura hasta su trasero —y obviamente unas ajenas, y claro, las de un hombre—. Tanto esas palmas como una pierna que apoyaba contra su entrepierna, no lo dejaban sin una posibilidad de escape.

— Su-suficiente... —susurró en un tartamudeo acalorado— pa-par... ¡Mgh!

Mordió su labio inferior evitando gemir, pero eso le fue imposible ya que de sus labios bien apretados salía uno que otro gemido ahogado.

Bueno, ¿Quién no lo haría por semejante muestra intimidante en este aire acotado de seducción?

— A-aquí n-no...

Sabía que en cualquier momento alguien entraría por la puerta a meros metros; aquella que indica que el lugar donde están es un baño público.

Por ende, cualquiera puede descubrirlos...

Que gracia. De todos los lugares posibles e incluso en uno de esos pequeños cuartos de inodoro son mejores que estar ahí, ahí contra los lavamanos y el espejo que reflejaba toda la fechoría que se podía llegar a cometer.

Por cada pequeña suplica e intento de apartar a ese hombre, este no hacía caso alguno, es más, continuaba y de la peor forma posible.

— ¿No te gusta? Si no te gusta no continuamos. Eso lo sabes ¿no?

¡Mentiroso!

Un susurro como en hilo seductor se escucho a pocos milímetros de oído, uno que le dedicaba cada vez que cometían esa fechoría. Y no solo eso. El impotente olor a menta impregnado en el aliento junto con esa tonalidad malisiosa escondida le provoco un maldito cosquilleo y escalofrío en todo su cuerpo.

— Pero como te gusta, vamos a continuar.

Desgraciado, sabe donde atacar.

El chico fruncio un poco su ceño y con eso nuevamente cruzo miradas con esos profundos ojos que llegaban a cautivarlo con mayor fuerza.

— Sabes que sí... P-pero... este no es el momento, ni el lugar indicado. P-por favor, sé serio.

De un momento para otro, cerro ambos ojos y apoyo su cabeza en uno de los hombros ajenos que impedían su huida, y no solo eso, con rapidez volvió a sellar sus labios sin evitar morderse uno por culpa de esa acción opuesta.

Ese desgraciado, ese vil hombre ¡Le apretó una nalga!

Volvió a verle con su entrecejo más pronunciado y con un rubor por culpa del presente calor.

— ¿¡Q-qué sucedería si alguien nos ve!? —se exaltó por sus propias palabras ante un naciente nerviosismo como también se sumergió en una sumisión a los segundos para continuar en voz baja— ¿No querrás que esa persona le cuente a los demás lo obsceno que eres, Señor white?

El individuo de mayor edad correspondió la sonrisa ante las palabras del chico: — ¿Y eso qué importa?

Es escuchar la respuesta del mayor, tembló por como esa maldita lengua lamió el contorno de su oreja y luego como esa palma en su trasero se deslizo hacia la parte delantera y comenzó a desabrochar su cierre.

Genial, aquí vamos otra vez..

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Actualizado 25/11/23

Sugar DaddyWhere stories live. Discover now