2. Un castillo, un mercado, tres niños y zapatos nuevos.

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El ruido de las personas hablando, riendo y gritando, llevaron a Eliot hasta las enormes puertas de madera de la entrada del reino, estas estaban abiertas de par en par dejándolo pasar hacia el interior de aquella enorme muralla.

Era lo mejor que había visto, una pequeña plaza con un mercado ambulante donde alcanzaba a ver que en un puesto vendían fruta, en otro vendían leche y huevos y en un par vendían ropa y algunos artículos de hierro.

Mas al fondo, podía ver como tres calles de lo más delgaditas que había visto, conducían al castillo, se alzaban por todo lo alto de la colina pasando por entre las casas campesinas las cuales estaban hechas de piedra algunas de color gris, otras color marrón y solo algunas color rojo, las ventanas de madera abiertas dejando entrar el viento y los rayos del sol, sus techos también de madera eran inclinados y las paredes estaban cubiertas por musgo verde, y en lo alto, el grandioso castillo, mejor del que pintaban en sus libros de calabozos y dragones, las puntas de los techos de sus torres tan finas como una espada apuntaban hacia el cielo, detrás de los balcones se podían ver los grandes ventanales de numerosos colores, los cuales formaban figuras de ángeles.

También pudo notar que había otra puerta para entrar al castillo, pero esta parecía cerrada.

Paso cerca de algunos puestos del mercado y enseguida pudo notar que todos lo miraban, tal vez porque iba descalzo, o por la ropa que llevaba puesta o por el corte de cabello, o talvez por todo lo anterior.

Ignorando a todos, fue directo a uno de los puestos que vendía ropa.

-Buen día buena señora. Me pregunto si tiene algo con lo que pueda cubrir mis pies.- Le dijo Eliot a la vieja vendedora de aquel puesto, tenía la cara arrugada, el cabello negro y despeinado y unos pequeños lentes cubrían sus verdes ojos.

No niño solo vendo ropa- le dijo la vieja vendedora - hay un puesto de zapatos, pero está lejos, primero tienes que caminar seis calles hacia arriba después gira a la izquierda y caminas hasta el final, ahí encontraras lo que estás buscando.

Eliot comenzó a subir cuesta arriba por una de las calles delgadita y empedrada, hizo lo que la vieja señora le dijo, paso tres calles y se encontró con un grupo de tres niños que jugaban con un caballo de madera, el cual tenía cabeza de caballo y un palo de madera donde simulaba montarse uno de los niños, los otros dos llevaban espadas y escudos de madera, todos aparentaban tener once años al igual que Eliot.

Pensó que era un juego muy extraño ya que él estaba acostumbrado a jugar con el Xbox y con la nueva Tableta electrónica que le habían regalado sus papas en Navidad.

Eliot se quedó algunos minutos pensando en los nuevos juegos que había descargado en su tableta tanto que no se dio cuenta que los tres niños lo veían.

-No eres de por aquí verdad?- Le pregunto el niño de cabello corto y rojizo con pecas debajo de los ojos y sobre la nariz.

-Que ropas tan extrañas y diferentes llevas puestas.- Exclamo el niño de cabello largo y negro, tenía una nariz muy chistosa.

-Mama dice que no debemos hacer comentarios malos a las personas recuerdan?- El tercer niño que montaba sobre el caballo de madera en realidad era una niña, sin embargo, tenía el cabello rubio y corto, pero el pantalón y la larga camisa que llevaba de seda la hacían parecer niño.

-Soy Eliot, no soy de por aquí, pero estoy buscando la tienda del zapatero, como verán no tengo zapatos.-

-Mi nombre es Dimitri Dragoslav, ella es mi hermana Elena y el mi mejor amigo Nikola Noll.- contesto el niño de pecas y cabello rojizo.- Si gustas podemos acompañarte con el zapatero.

-Si me gustaría, gracias, este pueblo es muy grande y hay muchas personas, no me gustaría perderme.- Le contesto Eliot a Dimitri.

Los cuatro niños comenzaron a subir la calle, debían ir dos al frente y dos atrás, ya que la calle era muy delgada.

-¿Y de dónde eres Eliot?- pregunto Elena.

-Mmm bueno... - Eliot dudo un poco en contarles la verdad y sobre su experiencia con el dragón Maximus, pero decidió que debía tener amigos que le ayudaran a regresar a casa.- Nací y crecí en San Francisco, ahí vivo con mis hermanos y mis padres.-

-Nunca había escuchado de un reino llamado San Francisco. - contesto Nikola.

-Bueno es que no es un reino, es más bien un pueblo con casas, edificios y un gran puente, pero no tenemos un rey o un castillo en San Francisco.- dijo Eliot.

-Nuestro reino es llamado York, pero al igual que el tuyo no tenemos rey.- comento Dimitri.

-Pero ese castillo ¿por quien está habitado sino hay rey? - pregunto Eliot. Levantando su mirada para ver el gran castillo que se elevaba frente a sus ojos.

-Si teníamos hace poco, pero desapareció, al igual que otros reyes de pueblos cercanos como el del reino del mar del Norte y el rey del reino Mannset. Las personas dicen que los dragones se los han llevado. - conto Elena en un tono muy despacio y casi sin voz, como si estuviera contando un secreto.

Los ojos de Eliot quedaron tan abiertos del asombro por la historia que había contado Elena, pero sobre todo por los dragones que menciono ella.

-Esos son cuentos para los niños pequeños, todos saben que los dragones no existen. - dijo Nikola burlándose de la historia de Elena.

Elena se puso triste, pero Eliot no sabía si podía contarles sobre Maximus y menos aún porque el pueblo y las personas no querían a los dragones por robarse a los reyes.

Llegaron al lugar donde se encontraba la tienda del zapatero.

La tienda era igual que las demás casas, de piedra color marrón, las paredes con musgo verde y techos de madera inclinados, sin embargo, en la puerta principal de madera había un letrero con un zapato dibujado en él.

Entraron a la tienda, era un cuarto grande e iluminado, en las dos paredes de los lados había repisas de madera colocadas de piso a techo, estas repisas estaban repletas de diferentes zapatos negros, otros cafés un poco de rojos y algunos grises.

Al fondo de la tienda se encontraba una gran mesa y sobre ella algunas máquinas de fierro, unas máquinas muy extrañas. Vieron que el joven zapatero usaba estas máquinas para hacer los zapatos; llevaba una camisa blanca, pantalones cafés y un mandil negro, largo hasta sus rodillas.

- ¿Que se les ofrece niños? - les dijo el zapatero sin apartar su mirada de la maquina donde seguía terminando unos zapatos.

-Buenas tardes señor, me gustarían unos zapatos por favor. - contesto Eliot.

-Pruébate cualquiera que te gusten de esas repisas. -respondió el zapatero a Eliot.

Eliot se probó algunos de los zapatos de las repisas, ninguno era cómodo como los que tenía en San Francisco, en casa, pero servían para calentar sus pies.

-Elijo estos señor. - Eliot se dirigió al zapatero con un par de zapatos negros. - pero señor no tengo dinero para pagarlos. - le dijo Eliot con tristeza al joven zapatero.

El zapatero se quedó pensando un poco, muy serio, observando a Eliot de pies a cabeza.

-Puedo dejar que te lleves los zapatos, pero a cambio me gustaría ese chaleco que llevas puesto. -respondió el zapatero.

- ¡Por supuesto que sí señor!- contesto Eliot con una gran sonrisa en su rostro.

Intercambiaron los zapatos por el chaleco y salieron de la tienda los cuatro niños muy felices.

Conociendo a MaximusWhere stories live. Discover now