Capítulo 1

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De lo acontecido en la batalla del santuario de Sangalar.

Transcrito literalmente del diario de campaña de Mur de los Rápidos de Issen:

El equipo de Rolfe había seguido a un grupo de unos treinta durante tres noches. Nosotros, comandados por Ýgrail, localizamos a otros veintisiete en el bosque. Los dos grupos de Nocturnos se habían unido en la Boca del Lobo, una enorme cavidad horadada en la roca a bastante distancia de cualquier núcleo urbano habitado por humanos.

-         Así que tenemos a varias decenas de ellos en esa cueva- expuso el propio Rolfe una vez que los dos grupos de Cazadores Negros nos unimos en lo alto de un acantilado.

Reynor, el gigante pelirrojo, se acariciaba la barba mientras realizaba pequeños agujeros en la tierra con la parte posterior de su pica.

-         No me gusta – sentenció –. No sabemos si durante estas últimas noches han venido más o no. Incluso aunque los dos únicos grupos que hayan llegado sean estos dos, son demasiados. Además, estamos prácticamente seguros de haber visto a Maarwarth entre ellos.

Tenía razón. Sumábamos veinte Cazadores entre los dos grupos, generalmente suficientes para acabar con cuarenta o cincuenta de aquellas crueles criaturas sin alma, pero la  presencia de Maarwarth obligaba a un estudio más concienzudo de la situación inicial. Si él había acudido, algunos de los chupasangres más temibles lo habrían acompañado, y en el interior de la Boca del Lobo podría haber más de los que habíamos avistado.

-         Qué opinas, Lenila? – preguntó el capitán Ýgrail a la hermosa mujer que escrutaba el bosque desde el borde del acantilado.

Lenila, ataviada con el traje completo de los Cazadores Negros, que incluía unos oscuros pantalones de cuero, botas negras hasta media caña, un jubón y una chaqueta ceñida del mismo material, frunció el ceño y habló sin vacilar.

-         Están de caza. No hay más razón para que Maarwarth reúna a un grupo tan numeroso tan al sur de sus dominios. Esperan a ser suficientes para comenzar.

-         Hay que avisar a Ciudad Oníria – intervino Rolfe –. Necesitamos refuerzos. Cuando llegue la ocasión saldrán de su madriguera y se dirigirán hacia algún núcleo habitado. Pero por qué han venido tantos?

Las incursiones de Nocturnos en pequeñas aldeas y zonas aisladas eran frecuentes. Necesitaban piezas de las que alimentarse, transformaban a los individuos más fuertes en criaturas de la noche de modo que conseguían mantener estable su población, y reponían así a los que caían en la batalla. Lo no tan común era que se movieran en grupos de más de quince o veinte individuos.

Dos de nosotros viajarían a caballo a Ciudad Oníria portando la preocupante noticia, mientras el resto trataríamos de averiguar cuál era el número aproximado de chupasangres al que nos enfrentábamos y hacia qué dirección se dirigiría su incursión. Para ello habría que esperar a la noche y espiarlos pacientemente hasta obtener la información deseada.

No eran amigos del día, la luz excesivamente brillante los cegaba y el contacto directo con los rayos del sol llagaba su piel, por lo que descansaban en lugares sombríos durante el período diurno y aprovechaban las horas nocturnas para moverse.

Entrar en su cubil durante el día para acabar con ellos sería un auténtico suicidio, por lo que habría que combatirlos en el exterior y también en las horas de oscuridad. Los Cazadores Negros estábamos preparados para ello, llevábamos años durmiendo de día y viviendo de noche, la luna era nuestra diosa y la oscuridad el manto que nos protegía.

Cazadores Negros, Relato breveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora