Capítulo 17: Once de marzo

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Valeria había recibido un mensaje de una de las asistentes en la mañana del jueves, en donde le pedían que llegara un poco antes al edificio donde se desarrollaban las jornadas de clase, para una reunión. Después de la gran noticia de haber sido escogida como la presentación más divertida, pensó que tal vez había llegado uno de los momentos que esperaba dentro del programa: que los representantes de un auspiciador quisieran hablar con ella.

Sabía que en el mundo espectáculo había enviados de las marcas a cada programa nuevo para testear nuevos rostros; en muchas ocasiones el representante de una marca hablaba con la potencial figura semanas o hasta meses antes de firmar un contrato. Una vez que llegó a las instalaciones fue directo a la oficina en donde le indicaron que la estaban esperando; Sandra, la productora encargada del espacio abrió la puerta al instante.

Buenos días Sandra.

Llegaste puntual —observó la mujer, haciendo un gesto para que entrara en la oficina —, pasa por favor y siéntate.

Valeria entró al lugar; le pareció extraño que fuera de un escritorio básico y sillas, el lugar estaba apenas decorado.

—Valeria.

El nombre había sido pronunciado con total seguridad, por parte de la mujer que a su espalda había cerrado la puerta.

Lo sabía, la había descubierto.

Tantas veces practicó el gesto y la voz, que, aunque se le encogió el corazón al escuchar su verdadero nombre, reaccionó de la forma en que cualquier persona haría cuando alguien lo nombra de forma equivocada, es decir sin hacer aspavientos, pero aclarando un error menor.

—Es Valentina, creo que te confundiste.

Se había sentado, y se obligó a mantener una postura física relajada, aunque todo en ella le gritaba que las cosas estaban muy mal. Sandra, en tanto, rodeó el escritorio y se quedó de pie frente a ella.

—¿Tengo cara de tonta?

—Sandra, no sé...

No alcanzó a terminar la frase, y esta fue interrumpida por la otra mujer, que arrojó sobre la mesa unos papeles, coronados con una impresión a color de su cédula real de identidad, en donde estaba su nombre verdadero, así como su foto con la antigua apariencia; se quedó sin palabras, incapaz de reaccionar de la forma apropiada ¿Cómo había conseguido toda esa información de un día para otro?

—¿Qué es lo que me vas a decir? —espetó la otra mujer, fulminándola con la mirada—. ¿Que no sabes de lo que estoy hablando, que seguramente es un error? Entonces yo soy una estúpida, tú me estás viendo como una estúpida.

Era demasiada información, no se trataba solo de un dato aislado; pero ella había contactado a un profesional ¿Cómo habían descubierto su engaño? Sintió pánico instantáneo, y todo lo que intentó, todo lo que estaba sacrificando y todo lo que quería para su carrera estaba al borde de un precipicio, sin que hubiera alguien para sujetarla y detener su caída.

—Sandra, yo...

—Tú ¿Qué? —la mujer la fulminó con la mirada—. ¿Qué es lo que me quieres decir? ¡Si tú no existes ¡Estoy parada frente a un holograma, tú no eres nada de lo que dijiste, todo es una gran mentira! ¿Quién eres? ¡Quién eres!

La segunda frase no era una pregunta, y la coronó con un violento gesto con el que arrojó el portalápices al suelo; Valeria temblaba de pies a cabeza, tomada demasiado por sorpresa como para poder recomponerse y saber qué hacer, dio un salto en el asiento, mirando a la otra mujer como si fuera alguna fuerza incapaz de contrarrestar.

Las divas no van al infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora