Capítulo X - Legend of Basher

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Capítulo X

Legend Of Basher

Todo origen tiene su leyenda y Basher quizás sea el reino poseedor de una de las más apasionantes historias de las que se cantan en los festines de invierno frente a las grandes hogueras que encienden los ancianos para recordar juventudes que al igual que los leños arden en las llamas inclementes del tiempo.

Cuentan los antiguos que las tierras de Basher antes de ser llamadas con este nombre eran terrenos vírgenes, estas empezaban desde la rivera del rio Tume hasta los límites con el bosque espeso que separa a esas tierras de las costas de Liran, los primeros en llegar allí fueron algunos comerciantes que cruzaban el Tume para llegar a los reinos del este, un día el comerciante más rico de las costas de Zulland Oken Al’ Sher iba en uno de sus tantos viajes de negocios con varios de sus hombres de confianza, la barcaza contaba con al menos unos quince hombres que componían su tripulación siempre lo acompañaban en cualquier travesía que Oken tuviese pues era un gran patrón un hombre en verdad admirable de temple fuerte y profunda calidad humana, la noche estaba adornada por una hermosa luna que se dejaba ver a medias y el agua estaba demasiado tranquila parecía como si la corriente estuviese dormida, a falta de un viento que los propulsara Oken ordeno que se sacaran remos para llevar la barcaza a la rivera cercana, tras una hora de remar se acercaron a la costa tirando el ancla, algunos bajaron para sentir tierra firme bajos sus pies mientras otros se habían quedado en la barcaza a vigilar, Oken también bajo a tierra tumbándose sobre la arena mientras sacaba de sus ropas una pequeña botella de un licor opiáceo le dio un sorbo y puso su oscura vista fija en el horizonte perdiéndose en sus pensamientos, los hombres que habían bajado con él estaban tierra adentro buscando algún árbol con frutos que comer ya estaban cansados de la misma ración de conservas y pan uno llevaba un arco por si tenían suerte de cazar algún animal silvestre para hacer un buen guiso.

Oken seguía con sus pupilas negras fijas en la inmensidad de la noche que los cobijaba dio otro sorbo a su botella girando su cabeza hacia la parte baja de la costa encontrándose con una imagen que lo dejo sin aliento, una joven emergía de las aguas vestía un ligero vestido blanco y llevaba el cabello tan largo como sus ropas cubierto por un manto blanco que parecía confundirse con el y una corona echa de flores silvestres y ramas, esta sacó un peine negro pero reluciente como la plata de entre sus ropas retiró el manto dejando ver sus rasgos finos, sus ojos caoba oscuro y su piel tan pálida como la misma media luna que la iluminaba empezó a cepillar su cabello sin percatarse de los ojos que la observaban, Oken estaba extasiado ante el espectáculo que le brindaba esa joven sin pensárselo dos veces se acercó a ella con sigilo para apreciarla con más detalle y es que en verdad con cada metro que Oken avanzaba su belleza lo cautivaba más y más hasta que se posó tras un árbol que estaba a menos de medio metro de ella, sus hombros eran sumamente pulidos y su rostro era de otro mundo las facciones estaban tan bien marcadas con tal delicadeza que parecían pintadas por un artista, un suspiro se separó de Oken tan fuerte que la joven se percató de su presencia clavando su mirada caoba en él, este al darse cuenta de su indiscreción se apresuró a hablar

—Disculpe que le estuviese observando pero me fue inevitable hacerlo me causo usted mucha curiosidad y más en estos parajes que hasta donde yo sé no vive ningún hombre

La joven seguía mirándolo en silencio, aquel hombre no era más que un mortal sin importancia como todos para cualquier inmortal y más para ella que estaba castigada por toda su eternidad a morar en aquel rio

—Soy Oken Al’shar —volvió a insistir el hombre

—Ekua —se limitó a responder esta

—¿De dónde es usted señorita? Nunca había escuchado un nombre similar

De la Luna y otras historiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora